martes, 1 de marzo de 2016

Entrañas de misericordia

El profeta Daniel (3,25.34-43) pide en repetidas ocasiones al Señor que nos trate según su misericordia. Y Jesús nos recuerda hoy en el Evangelio que siempre podemos esperar de Dios el perdón y la misericordia, que derrocha abundantemente sobre nosotros (Mt 18,21-35).

Pero el Maestro señala una condición en la parábola que contó a los suyos, después de la pregunta de Pedro, para recibir el perdón de Dios: que nosotros tratemos a los demás como el Padre nos trata. Porque no podemos esperar de Dios nada que no estemos dispuestos a dar a los demás. 

Pensaba que resulta realmente difícil maltratar a los que tenemos cerca cuando nos sentimos amados por Dios. Porque ese amor convierte nuestro corazón de piedra en un corazón de carne semejante al que Él mismo tuvo. Por eso la dureza de corazón, la crueldad, la indiferencia que volcamos en nuestro prójimo denotan una falta real de trato con Dios, por mucho que recemos. Y es que, como decía el Papa hace unos días: "Dime cómo es tu vida y te diré cómo es tu oración".


Vamos a mirar con sinceridad a nuestra vida: ella es el termómetro de la autenticidad de nuestra relación con Dios. Y, cuando veamos nuestras incoherencias, pidamos a Dios su misericordia, no sólo para que perdone nuestros pecados, sino para poderla derrochar con los que viven a nuestro lado. Porque si no hacemos esto, no tenemos ni siquiera derecho a pedirla para nosotros.