viernes, 30 de septiembre de 2016

Como un padre con su hijo

Hoy Job nos muestra lo pequeño que se siente ante Dios después de que el Señor le hace ver que, en realidad, todo le supera: "Cuéntamelo, si lo sabes todo", le reta Dios (38,1. 12-21; 39,33-35).

Y el Señor, en el Evangelio (Lc 10,13-16), se queja de la actitud de los pueblos en los que ha hecho la mayor parte de sus milagros porque, a pesar de esto, no se han convertido, no se han vuelto a Él como Quien realmente es: Dios con nosotros que manifiesta continuamente Su poder y Su misericordia.

A veces nosotros somos Job y Corozaín y Betsaida y Cafarnaún... Somos Job cuando, por no entender lo que Dios está haciendo en nuestra vida, caemos en la tentación de creer que sabemos mejor que Él lo que nos conviene; somos Corozaín, Betsaida, Cafarnaún, cuando, por dirigir nuestra atención a aquellos sueños que nos permiten escaparnos de una realidad que nos oprime, no somos capaces de ver las maravillas que el Señor ha realizado y sigue realizando en nuestra vida.

Vamos a pedirLe hoy perdón por todas esas veces en que, tras haber dejado en Sus manos nuestra vida, tratamos de tomar de nuevo las riendas entre las nuestras para dirigirla nosotros mismos; vamos a pedirLe perdón por no caer en la cuenta de que la ha conducido, y sigue haciéndolo, tomándonos de la mano como un padre hace con su hijo.



miércoles, 28 de septiembre de 2016

Sin "peros"...

El Evangelio de Lucas relata hoy la escena de tres hombres: uno es llamado por Jesús; los otros dos se ofrecen a seguirLe (9,57-62). Cada uno respondió una cosa al Señor, pero dos coinciden en algo: exponen un "pero" que, de algún modo, pospone el seguimiento. Del otro no sabemos lo que respondió a la propuesta exigente de Jesús una vez que hubo expresado su deseo de seguirLe, aunque no responder también es una respuesta...

Te animo a que hagas algo: relee y medita este pasaje y mira a ver con cuál de los tres hombres te identificas. No se trata de calibrar qué harías ante encrucijadas decisivas de tu vida; se trata, más bien, de descubrir las continuas llamadas apremiantes del Señor a lo largo de un día cualquiera y tu respuesta a ellas. Sea cual sea ésta te deseo lo mismo que me deseo a mí misma: que en ella no haya ningún "pero".



martes, 27 de septiembre de 2016

El don del discernimiento

El Evangelio de hoy (Lc 9,51-56) comienza así: "Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén".

Jesús, como tú y como yo, tenía que decidir, que optar. El que asumió nuestra naturaleza lo hizo de manera total, sin "ahorrarse" ninguna molestia inherente a ella. Por eso el Señor también sufrió la incertidumbre, no tuvo claro todo siempre. Ante Él se abrían varias posibilidades entre las que optar en los pequeños y grandes momentos de Su vida. Tal y como nos sucede a nosotros, ni más, ni menos.

Sí, Jesús también tuvo que leer los signos de los tiempos y orar pidiendo luz... y decidir. Apoyados en Él y dirigiendo nuestros ojos a Su vida hemos de hacer lo mismo: mirar a nuestro alrededor en busca de signos que nos indiquen la dirección a tomar; sopesar las distintas opciones en Su Presencia; pedir con insistencia y humildad la asistencia de Su Espíritu para elegir según Su Voluntad... Parece difícil, pero tal vez sólo lo parezca y esa apariencia sea un engaño del mentiroso para frenar nuestra libertad, para minar nuestra confianza en Dios. Porque, como afirma la Sagrada Escritura, "nosotros tenemos la mente de Cristo" (1Corintios 2,16). Medítalo y actúa consecuentemente con esta verdad.



lunes, 26 de septiembre de 2016

Una lección importante

La primera lectura que la liturgia nos propone hoy es un fragmento del libro de Job (1,6-22) en el que se muestra cómo todo, absolutamente todo -hasta el maligno- está sometido al poder de Dios.

Esta verdad debe acompañarnos a lo largo de nuestra vida e ir tomando más y más consistencia en nuestro interior a medida que la experimentamos. Sí, nada ni nadie escapan al poder de Dios. Por eso, aunque en tantas ocasiones no entendamos qué sucede a nuestro alrededor o qué nos sucede por dentro, debemos repetirnos a nosotros mismos que nada sucede sin Su consentimiento.

Pero aún hay más, y es que si Dios es Padre, si es infinitamente bueno y misericordioso hasta el punto de haber entregado a Su Hijo único para que nos libre del pecado y de la muerte, no puede permitir que suceda ningún mal si no es para sacar de él abundancia de bien.

Esto es verdad. Toma si no la Sagrada Escritura y encontrarás esta verdad expresada de mil maneras y a propósito de las más variadas situaciones. Sólo falta que tú y yo nos lo creamos y que, suceda lo que suceda, de nuestro corazón salga siempre un acto de confianza plena en el Señor. Esto es lo que nos enseña Job. Ojalá que aprendamos bien esta lección.



domingo, 25 de septiembre de 2016

Con un corazón compasivo

En el Evangelio de hoy, Jesús nos recuerda la parábola del hombre rico a cuya puerta se encontraba un pobre llamado Lázaro (Lc 16,19-31).

Si el rico va al infierno una vez que muere, evidentemente no es porque fuera rico, sino porque su corazón era duro como la piedra e inmisericorde. Y su ceguera era tal -tan ocupado en sí mismo estaba- que ni siquiera reparó en el hombre que, cubierto de llagas, estaba a su puerta.

Vamos a pararnos a considerar cuántos "Lázaros" están echados a la puerta de nuestra casa esperando un gesto, una palabra de nuestra parte que alivie sus heridas, que calme sus dolores. No nos engañemos pensando en las personas que sufren lejos de nosotros y que, en determinados momentos, nos hacen parecer ante nosotros mismos como compasivos. Esa compasión y ese dolor que sentimos por aquellos a quienes no podemos remediar es una farsa, créeme.

La verdad se nos impone en la existencia real de esa persona que tiene hambre de tu sonrisa, de tu atención, de tu cuidado, de tu delicadeza y de tu paciencia... y que no está lejos; la encontrarás en tu misma puerta. Fíjate y la verás. Abre tus ojos pero, ante todo, abre tu corazón y déjate conmover por su necesidad de calor humano. ¡¡¡Hay tantas formas de demandarlo!!! ¿O es que estás tan ocupado en lo que no puedes solucionar que no reparas en quien está a tu lado y necesita la suavidad y la delicadeza que emanan de un corazón compasivo?



sábado, 24 de septiembre de 2016

Con sinceridad salvaje

Nos cuenta Lucas hoy en su Evangelio (9,43b-45) que, a pesar de que Jesús anunciaba a los suyos Su Pasión, los discípulos no lograban entender lo que les decía. Les resultaba oscuro, puntualiza el evangelista, y no cogían el sentido de las palabras de su Maestro.

Aunque nosotros ya hemos recibido el Espíritu Santo que nos va enseñando y haciendo comprender lo que el Señor quiere decirnos en cada momento de nuestra vida -los discípulos tendrían que esperar la llegada del Paráclito en Pentecostés para entender lo que ahora se les hace del todo incomprensible-, también nos sucede en muchas ocasiones que no logramos comprender lo que sucede; que no encontramos explicación a lo que vemos o sentimos. Y como a aquellos primeros, nos da miedo preguntar a Jesús sobre ese asunto que nos abruma o trae la tristeza a nuestra alma.

Vamos a plantear al Señor con franqueza todo lo que nos pasa; vamos a ser con Él salvajemente sinceros llamando a las cosas por su nombre... tanto como nuestros límites nos lo permitan. Claro que corremos el riesgo de equivocarnos en nuestros juicios, pero si los dejamos en manos de Jesús Él sabrá cómo rectificarlos. 

Y cuando, gracias a Su gracia y Su misericordia, hayamos descubierto en la Presencia del Señor eso de lo que nos gustaría huir, veremos cómo en algunas ocasiones Su Espíritu nos ayudará a entenderlo y, cuando esto no sea oportuno ni conveniente para nosotros, recibiremos del Defensor la certeza de que estamos en buenas manos y de que, llegado el momento, Él nos hará comprender hasta lo más oscuro.



viernes, 23 de septiembre de 2016

Leyendo entre líneas

El Evangelio de hoy comienza presentándonos a Jesús orando en presencia de sus discípulos (Lc 9,18-22). Llegado un momento, parece que el Señor interrumpe su diálogo con el Padre para preguntar a sus íntimos qué dice la gente sobre Él. 

Sin embargo, esta interrupción es solo aparente porque el Señor nunca deja de estar en presencia del Padre, unido a Él en perfecta unidad. Por eso este detalle del Evangelio puede darnos pie para pensar que Jesús también escucha a Su Padre a través de los demás.

En tu vida y en la mía sucede lo mismo. A veces parece que el Señor guarda silencio... Sin embargo los demás demandan de nosotros atención y cuidados, nos piden favores concretos, nos buscan... Y es que a través de todo eso que nos solicitan el Señor nos hace llegar su voz indicándonos cuál es la misión específica que nos confía. Sí, nuestra vocación se va concretando en la dirección marcada por las necesidades que nuestros hermanos nos trasladan. Por eso leyendo entre líneas de estas necesidades descubriremos quiénes somos para Dios.



jueves, 22 de septiembre de 2016

Y tú... ¿para qué quieres ver a Jesús?

Hoy el Evangelio (Lc 9,7-9) termina diciendo que Herodes tenía ganas de ver a Jesús porque llevaba tiempo escuchando hablar de Él.


¿Para qué quería verlo el virrey? A ciencia cierta no podemos responder a esta pregunta. Pero por aproximación podemos aventurarnos a decir que lo que movía a Herodes era la curiosidad, el morbo... ¿Cuál era su propósito al desear este encuentro? Tampoco lo sabemos: quizá pretendía acallar su conciencia, que le acusaba por el crimen de Juan. Lo que sí sabemos es que, cuando se encontró con el Señor una vez comenzada Su Pasión, Jesús no le dirigió la palabra; se limitó a guardar silencio y a soportar las burlas de este pobre demonio. Con esto nos basta para poder afirmar que las disposiciones de Herodes no eran las mejores.


Quizá podríamos preguntarnos abiertamente hoy, tomando pie del pasaje, para qué queremos ver a Jesús. Porque todos deseamos estar con Él pero... ¿para qué? Y es que sólo si deseamos este encuentro para convertirnos, para volvernos al Señor, escucharemos Su voz.



miércoles, 21 de septiembre de 2016

Respondiendo a Sus llamadas

Hoy, fiesta del apóstol san Mateo, su Evangelio nos relata el momento de su vocación (9,9-13). 


Releyendo este pasaje para meditarlo pensaba que Jesús pronuncia ese imperativo -sígueme- muchas veces al día para ti y para mí. Y es que el Señor sólo desea que Le sigamos mientras que nosotros nos quedamos enganchados, con demasiada frecuencia, en los pequeños sucesos del día: en eso que nos molesta o en aquella tarea absorbente que no nos deja tiempo ni ganas para estar, un rato al menos, en compañía del Señor.


Fíjate en Mateo: observa con qué rapidez y con qué agilidad se levanta del banco de los impuestos para seguir a Jesús. Sólo se detiene en preparar un banquete para recibir la elección de que ha sido objeto; para celebrar su cambio de vida; para hacer fiesta... 

¿Verdad que tú y yo queremos dejar lo que nos detiene con esa misma rapidez, con idéntica agilidad, y seguir a Jesús? EscúchaLe diciéndote "sígueme" cada vez que alguien o algo intenten frenarte o retrasar tu paso. Porque lo único que importa, lo que realmente es motivo para hacer fiesta, es seguir al Señor.



martes, 20 de septiembre de 2016

Una acequia en manos de Dios

La lectura del libro de los Proverbios que la liturgia nos propone hoy (21,1-6. 10.13) comienza así: "El corazón del rey es una acequia en manos de Dios: la dirige adonde quiere".

Pensaba que es ésta una bellísima imagen de lo que Jesús nos dice en el Evangelio (Lc 8,19-21): somos de sus íntimos, su madre y sus hermanos, si escuchamos Su Palabra y la ponemos por obra. Esto es vivir en la voluntad del Padre; esto es caminar en dirección a la plenitud que el Señor nos ha alcanzado con Su Vida, Muerte y Resurrección.


Ojalá que tú y yo seamos esa acequia en manos de Dios cargada de agua limpia y vivificante que, por estar en Sus manos escuchando Su Palabra y dejando que Ella tome posesión de nosotros, caminamos hacia la Vida y llevamos a los demás esa Vida que es Jesús mismo.




lunes, 19 de septiembre de 2016

Iluminar con Su Luz

Hoy Jesús nos dice que somos luz y que, como tal, hemos de alumbrar (Lc 8,16-18). 

La Luz ya la tenemos: es Su Espíritu, que nos regaló en el bautismo. Esta Luz, que brilla en nuestro interior iluminando nuestra conciencia e impulsándola a las buenas obras, es la que hace posible que vivamos vida evangélica, la misma vida de Jesús. Y vivir así es arrojar luz a nuestro alrededor, iluminar el camino de los demás.

La Luz del Espíritu sólo espera ser acogida desde nuestra libertad para actuar en nuestra vida de manera eficaz. La acción del Espíritu es infalible y nos va transformando en Cristo al ir perfeccionando Su imagen en nosotros. ¿Cómo acogerla? Dejando que la Palabra de Dios cale en nosotros: primero lo hará por la vía de la inteligencia, conforme vamos descubriendo que esa Palabra es verdadera; luego bajará al corazón, haciéndose para nosotros atractiva y deseable; por último, Su fuerza empujará nuestra acción que será entonces una acción según Dios.

¿Y para empezar? Te propongo que medites la primera lectura del libro de los Proverbios (3,27-34) en la que hoy Dios nos regala una serie de consejos para que vayamos iluminando con nuestra vida cada vez más. Mira cómo comienza: "Hijo mío, no niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano hacérselo. Si tienes, no digas al prójimo: -Anda, vete; mañana te lo daré". ¿No te parece un buen comienzo?



domingo, 18 de septiembre de 2016

Un único deseo

Pienso que el salmo 112, que hemos proclamado en la Misa de hoy, nos da la clave para profundizar en las lecturas de este Domingo a lo largo de esta jornada de descanso.

Reza así: "Alabad al Señor, que ensalza al pobre". Éste mismo es el mensaje que el Señor nos hace llegar por medio del profeta Amós (8,4-7): Dios no olvidará las acciones de quienes explotan y se aprovechan de los pobres. Y es que Él mismo hace propia la causa de los que son maltratados y se convierte en Su protector y defensor.


Y el Evangelio ( Lc 16,1-13) nos da una pista acerca de cuál es la pobreza a la que se está refiriendo la Palabra de Dios hoy: se trata de la actitud del que sabe que todo lo que es y lo que tiene lo ha recibido por pura liberalidad divina y, por eso mismo, se comporta como mero administrador de todos esos bienes que no son suyos en propiedad. 

Un administrador sagaz, cualidad que es alabada por Jesús en este fragmento del Evangelio de Lucas, es aquel que pone todos sus dones y habilidades en juego para lograr el único y definitivo premio: el conocimiento de Dios en esta vida, que facilita el crecimiento en el amor que Le debemos,  y la posesión plena de ese Dios Amor por toda la eternidad. Me parece que es esta posesión plena a lo que se refiere el Señor cuando nos dice que se nos dará "lo nuestro" si somos de fiar en lo ajeno, que es todo aquello que nos ha dejado en depósito para lograr alcanzarlo a Él.


Vamos a ponernos manos a la obra; vamos de invertir fuerzas, tiempo, ilusión, cualidades... hasta dinero, ¡claro que sí!, en conocer al Señor cada vez más para poder amarlo cada día mejor. Pido para ti y para mí que este deseo, que Él mismo ha puesto en nuestro corazón, vaya echando raíces y creciendo hasta convertirse en el único deseo de nuestro corazón. Vamos a hacernos pobres de todo lo que no es Dios para que Él se convierta en nuestra única riqueza.






sábado, 17 de septiembre de 2016

Prueba y verás...

Hoy Jesús nos propone meditar la parábola del sembrador (Lc 8,4-5). Lo imagino esperando a que Le digamos que deseamos con toda nuestra alma ser tierra buena. Sí, de esa que da fruto al ciento por uno. ¿Quién de nosotros no desea ser este tipo de tierra...?

¿Sabes? Puede que, si prestamos atención a Su voz que resuena con suavidad y decisión dentro de nosotros, Le escuchemos decirnos algo parecido esto: "Si eso es lo que quieres, déjame que cuide tu tierra, ábrete a la lluvia de mi Palabra acogiéndola con todo el amor de que seas capaz y procurando vivirla. Si haces esto, si me dejas actuar en ti, verás con asombro cómo tu tierra germina dando abundancia de frutos que alimentarán a muchos". Prueba a escucharLe en lo más profundo de ti y verás...


viernes, 16 de septiembre de 2016

Servir con lo que somos y tenemos

El Evangelio de hoy nos dice que Jesús iba caminando de un lugar a otro acompañado de los Doce y de muchas mujeres que lo ayudaban con sus bienes (Lc 8,1-3).


Esto me hacía pensar que todo lo que tenemos nos ha sido dado por el Señor: familia, amigos, cualidades, posibilidades... Bienes de todo tipo: materiales y espirituales; todo lo hemos recibido por pura gracia de Dios. Él sólo nos pide que Le sirvamos con todo eso, como hacían aquellas mujeres que lo seguían por los pueblos y las ciudades de Palestina.


¿Cómo servir al Señor? La respuesta a esta pregunta es variada y extraordinariamente rica: somos diferentes y, por eso, nos complementamos. El Señor nos ha hecho a cada uno de un modo concreto -Él sólo sabe contar hasta uno- de tal manera que todos necesitemos de todos. 

Detente unos minutos para preguntárselo y descubrirás cómo puedes poner todo lo que eres y tienes a Su disposición para servicio de los demás.



miércoles, 14 de septiembre de 2016

Oh Cruz gloriosa!!!


Hoy, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la Palabra de Dios nos invita a celebrar el amor de Dios que nos salva muriendo por nosotros (Jn 3,13-17).


Sí, como nos recuerda san Pablo en su carta a los Filipenses (2,6-11), el Señor, siendo Dios, se despojó de su rango y se hizo igual a nosotros en todo menos en el pecado, ese pecado que asumió como propio para rescatarnos de él.

Jesús se sometió en todo la voluntad de Su Padre. Y nos permite participar de Su obediencia para que tú y yo respondamos al designio de amor de Dios Padre sobre nuestras vidas  como lo hizo Él, tratando de descubrir cuál es Su voluntad y acogiendo Su gracia para aceptarla y vivirla.

Párate hoy unos minutos para contemplar tu vida a la sombra de esa Cruz fiel, gloriosa. Descubrirás que todos los sufrimientos por los que has pasado han resultado ser promesa de una gracia venidera. Sí, nunca estuviste solo en ellos y, gracias a Aquel que nunca ha dejado de acompañarte, se convirtieron, de un modo u otro, en resurrección. Considéralo despacio y verás como es así. Y da gracias al Señor por Su Cruz, esa Cruz que es la Puerta de la Vida gloriosa que nos alcanzó en un derroche de amor sin igual.



martes, 13 de septiembre de 2016

Como el hijo de la viuda

Hoy Lucas nos presenta la escena evangélica de la resurrección del hijo de la viuda de Naín (7,11-17). 

La voz enérgica del Señor ordena al joven que se levante. Nadie ha pedido el milagro, que es fruto de la compasión que Jesús siente viendo llorar a la madre.

También hoy el Señor se compadece ante nuestras muertes, producidas por tantas cosas que nos limitan y nos dejan inertes para seguirLe con paso decidido y alegre. Y también hoy Jesús pronuncia sobre nosotros las mismas palabras que aquel día dirigió al joven de Naín. Ojalá que las escuchemos y nos dejemos levantar por Su fuerza resucitadora para vivir como el Señor quiere que vivamos; para seguir Sus pasos y responder a Sus llamadas.



lunes, 12 de septiembre de 2016

Con la fe del centurión

Hoy nos asombramos con Jesús de la fe del centurión (Lc 7,1-10). Y aprendemos de este hombre a acudir al Señor con humildad cuando nos encontremos ante cosas inalcanzables para nosotros.

A veces se va a tratar de una actitud que sabemos que tenemos que cambiar... pero no podemos. En otras ocasiones nos presentaremos ante Jesús conscientes de nuestra impotencia ante las necesidades que los demás nos confían. La lista puede ser interminable. Te animo a que intentes completarla pidiendo al Espíritu Santo Su luz y Su ayuda.

Después acuérdate del centurión de Cafarnaún y pídeLe a Jesús como Él lo hizo. Ojalá que tu fe y la mía consigan arrancar del Señor el mismo piropo que aquel día dirigió a este buen romano.





domingo, 11 de septiembre de 2016

Hijos en el Hijo

Las lecturas de la Misa de hoy nos presentan a dos hombres de quienes Dios se fió y a quienes encomendó una misión muy concreta: Moisés y Pablo de Tarso (Ex 32,7-11. 13-14; Timoteo 1,12-17).


También el Señor nos ha capacitado a ti y a mí, a cada uno de sus hijos, para que desempeñemos la tarea que nos ha encomendado; y ha confiado plenamente en nosotros dejando en nuestras manos parte de Su plan de salvación para todos los hombres. 

La vida consiste en descubrir esa tarea que no es una simple actividad, como cualquier otra de las muchas que nos toca llevar a cabo. Esa tarea que Dios pone en nuestras manos tiene un calado infinitamente mayor que las demás en tanto que nos conforma y nos da nuestra identidad verdadera: la que tenemos en Él.


La aventura apasionante de encontrarnos con esa misión y de asumirla como propia contará también con momentos de abatimiento, de deseos de abandonar, de dificultades y de huidas... El Señor lo sabe y se anticipa a nuestros miedos y titubeos mostrándonos la misericordia del Padre en el Evangelio de Lucas (15,1-32). Él mismo es Quien sale en nuestra busca cuando nos perdemos, como hizo el pastor y la mujer de las parábolas que recoge este fragmento con la oveja perdida y la moneda extraviada. Sí, Jesús sale a nuestro encuentro y nos carga sobre Sí para devolvernos al camino que nos conducirá a la Casa del Padre. Ese Padre que continuamente nos espera para abrazarnos y restituirnos en la dignidad que nos corresponde por Su infinita misericordia: la de ser hijos suyos en el Hijo.



sábado, 10 de septiembre de 2016

Decir... y vivir

Hoy Jesús nos invita a ser consecuentes con lo que afirmamos creer (Lc 6,43-49). Porque no se trata sólo de decir: aquello de decimos ha de ser verificado y corroborado con nuestras obras.

Sí, de poco -¡¡¡o de nada!!!- sirve llamar a Jesús "Señor" y vivir como si no fuera el primero en nuestra vida, Quien realmente la conduce. 

Por eso te invito a considerar qué significa para ti que Jesús es Señor y a ver si es eso en tu vida. Porque, si verdaderamente fuera nuestro Señor, trataríamos de cimentar en Él nuestra existencia procurando hacer lo que nos dice y reconociendo nuestra pobreza cuando no lo conseguimos sin dejar de pedir Su gracia para lograrlo.

Ojalá que tú y yo, hoy y siempre, meditemos Su Palabra y la guardemos en nuestro corazón acogiéndola para que sea Ella la que modele nuestra vida según la voluntad de Dios. Esa Palabra, que es luz en medio de nuestras tinieblas, nos dirá de parte de Jesús lo que tenemos que hacer para que Él sea nuestro Señor.






viernes, 9 de septiembre de 2016

De motas y de vigas

Hoy Jesús nos recrimina en el Evangelio que nos "ocupemos" en criticar y tratar de corregir al hermano por sus defectos "desocupándonos" negligentemente de los propios (Lc 6,39-42). Y es que parece que ésta es nuestra tendencia dominante.

No nos dice Jesús que nos desentendamos del hermano, porque su crecimiento también nos atañe. De hecho ordena que, tras quitar la viga del propio ojo, nos dispongamos a sacar la paja del ajeno. ¿Cómo "hacer" esto?

Me parece que, al menos en muchos de los casos, lo más eficaz es aplicarnos a la propia conversión reconociendo todo lo que en nosotros desdice del nombre de cristianos y pidiendo al Señor que actúe sobre eso y nos rescate y nos cure de tantas ataduras, de tantas heridas. Con el profeta podemos insistirLe: "Conviérteme, Señor, y me convertiré". Luego -estoy segura de que se trata de una "labor" simultánea a nuestra propia conversión- Jesús se encargará de que nuestro pobre esfuerzo y nuestros ruegos para convertirnos en verdaderos discípulos, cada día y muchas veces al día, redunde en bien del hermano de un modo u otro de manera que también él se anime a dejar actuar al Señor en su propia vida.

Anímate a intentarlo: por mucho que desees la conversión del hermano no podrás conseguirla porque el Señor sólo lo convertirá si él se deja. En cambio, deseando la tuya de verdad dejas abierta la puerta para que el Señor entre en tu casa y la convierta en hogar acogedor donde morar con el Padre y el Espíritu. Bebe tú de la Fuente cristalina que es Dios y quizá, viéndote, alguno se anime a hacer lo mismo.






jueves, 8 de septiembre de 2016

Gracias, Madre!!!

Hoy es un día grande: celebramos el nacimiento de la Madre de Dios que, por pura misericordia divina, es también Madre nuestra.

Un día para celebrar agradeciendo: agradeciendo a la Virgen su docilidad a la gracia, que siempre acogió y que fue preparándola, primero, para que diera su "Sí"; después, sosteniéndola para que ese "Sí" se mantuviera... a pesar de todos los pesares...

María es espejo en el que nos podemos mirar: como Ella hemos sido creados por amor y, como a Ella, se nos ha confiado una misión concreta, específica: la de encarnar al Verbo en nuestra vida y darlo a los demás. Como Ella, ni más, ni menos.

¿Cómo se hará esto?, podemos preguntar al Espíritu Santo que nos habita. Déjate conducir e iluminar por Él en la seguridad de que te enseñará cómo acoger la Palabra que te va haciendo semejante al Señor a medida que avanza tu vida de intimidad con Él y te mostrará el modo de darlo a los demás sin hacer nada raro, en medio de tu cotidianidad, tal como hizo María, la Virgen Madre de Dios.

Felicítala con toda tu alma y confíale eso que no te atreves a soñar... Porque la Madre todo lo obtiene de su Hijo.



domingo, 4 de septiembre de 2016

Para leer en clave divina

La lectura del libro de la Sabiduría que hoy se nos propone (9,13-19) comienza con esta pregunta: "¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere?".

Sí, muchas veces nos resulta muy difícil entender lo que el Señor nos pide. El Evangelio de este Domingo puede servirnos de ejemplo (Lc 14, 25-33): ¿cómo vivir poniendo a Dios el primero, por delante incluso de los amores más lícitos? Responder a esta pregunta implica conocer lo que el Señor pide a cada uno. Y esto sólo se descubre preguntándoselo a Él con insistencia y con verdaderos deseos de conocer Su respuesta.

No estamos solos en esta tarea, del todo imposible para nosotros, porque no podemos comprender los planes de Dios ni saber lo que Él quiere. Para comprender su acción en nuestra vida es necesaria la asistencia del Espíritu Santo. Por eso hemos de pedir Su venida con fe y constancia. El Paráclito nos dará la luz para que descubramos y penetremos la realidad, lo que sucede dentro y fuera de nosotros. Y esa luz nos permitirá leer los mensajes que Dios nos envía continuamente para conducir nuestra vida según Su proyecto de amor.



sábado, 3 de septiembre de 2016

Caminando con Jesús

El Evangelio nos presenta a Jesús y a los suyos paseando por un sembrado en un día como hoy, sábado (Lc 6,1-5).

Sabemos las prescripciones con las que los judíos habían ahogado el deseo del Señor de conceder a sus hijos un día de descanso para facilitar durante el mismo un trato más íntimo y sosegado con aquellos a quienes ha creado únicamente por amor. El descanso sabático nos habla del deseo de Dios de mantener con sus hijos una relación personal, cercana, entrañable, que se alimenta en espacios de tiempo dedicados a la conversación y a las confidencias de los hijos con el Padre. Las normas y prescripciones que pretendían "proteger" el sabbat judío no dejan traslucir nada de esto...

Jesús y sus discípulos recorren el camino ajenos a este cúmulo de normas disfrutando de la serenidad de la mañana. Porque la compañía del Maestro, Su Presencia liberadora y salvadora, les hace olvidar todo lo demás. ¿Acaso importa algo más que estar con Jesús? ¿No es Su Presencia suficiente "norma de vida"?

Te invito no sólo a que contemples al Señor en la escena que hoy nos regala Lucas, sino también a que te incorpores a la comitiva que lo acompaña. Disfruta contemplando y escuchando a Jesús. Él tiene mucho que decirte. Te aseguro que eso basta para que vivas tal y como Él quiere que lo hagas.





viernes, 2 de septiembre de 2016

Liberando espacio...

Hoy Jesús nos invita a dejarnos renovar por Él, a dejarnos capacitar para disponernos a acoger la novedad Su mensaje (Lc 5,33-39).

Es condición humana empequeñecer lo grande para poderlo asimilar. Así caemos una y otra vez en reducir a nuestro propios límites todo lo que nos desborda... Creemos que podemos "domesticar" el misterio que nos trasciende aunque, en realidad, lo que hacemos cuando pretendemos apropiarnos de él por esta vía es empequeñecer nuestros horizontes e impedirnos a nosotros mismos la inmersión en eso que nos trasciende y que puede ensanchar nuestros contornos hasta límites insospechados.

Dios nos ha hecho capaces de Él... pero a su modo, no al nuestro. Por eso experimentaremos un gozo intenso cuando dejemos al Espíritu orar en nosotros pidiendo que nos vacíe y nos dilate, que nos prepare para acoger a Dios mismo y, con Él, todos los bienes que desea ardientemente regalarnos.





jueves, 1 de septiembre de 2016

Dejándolo todo...


El Evangelio de hoy, que nos relata la vocación de Pedro, termina con estas palabras: "Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron" (Lc 5,1-11).


A primera vista, puede parecernos que estas palabras se refieren a esos primeros y, como mucho, a los que hemos entendido que el Señor nos pedía dejar todo para seguirLe en la vida consagrada. Sin embargo, el Espíritu Santo quiere que estas palabras puedan decirse hoy, aquí y ahora de todos y cada uno de los bautizados. Y es que todos nosotros, sea cual sea nuestra vocación específica, tenemos que "dejar todo" muchas veces al día para seguir a Jesús.

Pensaba que ese "todo" se refiere a los pequeños o grandes sucesos, a los encuentros y desencuentros que acontecen cada día, de los que somos testigos o protagonistas y que ralentizan nuestro paso en el seguimiento del Señor; que nos hacen perder el ritmo o la ilusión que nos impulsa a imitar Su vida. Todo eso es lo que tenemos que ir dejando a lo largo de la jornada para retomar la marcha al paso que marca el Espíritu.

A Él le pedimos hoy que nos haga ágiles para aparcar eso que nos aparta del camino que va abriendo Jesús para cada uno de nosotros cada día que nos regala; que nos dé Su fuerza y Su gracia para dejarlo a un lado, tal y como aquellos primeros apóstoles hicieron con sus barcas, para poder seguir a Jesús con paso decidido y alegre.