lunes, 30 de noviembre de 2015

Déjate desenredar

Hoy, día de San Andrés, la liturgia nos propone el evangelio de Mateo para que contemplemos la llamada de este hombre de Betsaida que dejó todo para seguir al Maestro (4,18-22).

Leyendo esta mañana el pasaje consideraba la inmediatez con la que Andrés y Pedro -también Santiago y Juan- dejaron lo que tenían entre manos para irse con Jesús. "Inmediatamente", "inmediatamente"... Este adverbio resonaba en mi cabeza y en mi corazón. Y pensaba que, del mismo modo que Andrés no se dejó enredar por las redes sino que las soltó con rapidez para empezar una etapa nueva de su vida, tú y yo somos llamados cada día muchas veces por Jesús -hoy también- para que no nos dejemos enredar por lo que nos ocupa y, libres de estorbos, le sigamos. 

Ojalá que hoy tú y yo no nos quedemos "enganchados" en nuestras ocupaciones, en ese incidente que nos ha molestado o en ese otro que nos ha llenado de alegría, sino que, a partir de ellos, elevemos nuestro corazón a Jesús dispuestos a escuchar su voz que nos llama para que coloquemos cada cosa en su lugar, para que otorguemos a cada suceso, encuentro o desencuentro, su justa medida. Así todos y todo serán motivo para seguir a Jesús que está a nuestro lado y quiere que vayamos tras Él.



domingo, 29 de noviembre de 2015

Esperando la salvación

Comenzamos hoy, un año más, el tiempo de Adviento. Tiempo de espera preñado de esperanza. Esperanza cierta en el cumplimiento de la promesa de nuestra propia salvación porque nuestro Dios es un Dios que salva. Sí, Él no se despreocupa de la Historia ni de tu historia y la mía, no... Dios se ha encarnado entrando en la Historia para conducirla hacia su plenitud, esa que soñó desde el comienzo de los tiempos. Con el mismo amor, delicadeza, cuidado y esmero guía la historia de cada uno de sus hijos hasta el momento en que su salvación para ellos sea plena y definitiva.

Mientras llega ese momento toca esperar el cumplimiento de la promesa en una confianza esperanzada envuelta en paz. La paz que el Príncipe de la Paz ha venido a traer al mundo; a tu vida; a la mía. Dios, que nos llamó a participar en la vida de su Hijo es fiel y no permitirá que su llamada se frustre.

Esperamos el cumplimiento definitivo de su llamada. Y esperamos velando: velamos orando y oramos velando. En algunos momentos oraremos de manera expresa, habiendo dejado aparcado todo lo demás, para recordarnos a nosotros mismos lo esencial permitiendo al Espíritu obrar en nuestro interior. En otros, todos los demás, oraremos de manera implícita en cada momento de nuestro día viviendo de la energía y gracia que Dios nos regala cada vez que viene a nosotros en la Eucaristía, en su Palabra, a través de una persona o de un acontecimiento.

Hoy pido para ti y para mí la gracia de permanecer bien despiertos pidiendo la fuerza que necesitamos para hacer frente a los envites de la vida, para mantenernos en pie ante el Hijo del hombre 

¡¡¡Feliz comienzo de Adviento!!! ¡¡¡Feliz y dichoso tiempo de espera!!!



sábado, 28 de noviembre de 2015

Un Dios que salva

En vísperas de comenzar un año más el tiempo de Adviento, Jesús vuelve a decirnos que no nos dejemos engañar por formas de vivir que, atractivas en apariencia, nos esclavizan y nos apartan de Él. Porque Él es el único que puede darnos la vida plena que anhelamos (Lc 21,34-36).

Para mantenernos despiertos sin dejar que nuestro corazón se embote con cosas que nos apartan del camino de la propia plenitud, tenemos que acudir al Señor y dejarnos conducir por Él. La vida exigente que propone está a nuestro alcance porque Jesús no deja de dar su gracia a quien se la pide para vivir como Él vivió.

Vamos a leer y meditar el Evangelio con el propósito de dejarnos transformar por esa Palabra viva y eficaz sabiendo que el estilo de vida del Maestro es el más humano; el que nos permitirá llegar a descubrir quiénes somos realmente  y a qué hemos sido llamados.

Las dificultades y las pruebas no nos faltarán. Pero sabemos que, aunque perdamos algunas batallas, la guerra está ganada. Jesús la ganó por ti y por mí venciendo al mal que nos esclaviza. Sí, la libertad verdadera es posible. Para irla conquistando basta con pedir al Señor la fuerza para resistir a los cantos de sirena que nos apartan del camino recto que conduce a la plenitud. 

Hoy pido para ti y para mí la valentía de pedir esa fortaleza para no dejarnos arrastrar por todo lo que tira de nosotros para abajo. Lo nuestro es subir, avanzar, mantenernos en pie dispuestos a recibir la salvación que Jesús nos ganó a precio de Sangre.



viernes, 27 de noviembre de 2015

Alabar, bendecir y predicar a Dios

El cántico de Daniel 3, nos da una clave para vivir vida auténticamente humana: prestar nuestra voz a la creación entera para que todas las criaturas salidas de la mano de Dios alaben, bendigan y ensalcen a su creador.

Pensaba que tenemos muchos deseos, pero estoy segura de que si te paras, descubrirás que todos son, en el fondo, deseo de Dios. Porque el que nos creó puso en lo más profundo de cada uno de sus hijos el motor capaz de generar el movimiento y la energía que nos ponen en marcha para buscarLe a Él llevando con nosotros a todo lo que existe por el desbordamiento de la bondad de Dios.

Sí, cualquier deseo que podamos tener quedará colmado, con mucho, si nos decidimos a vivir con Dios y de Dios haciendo de nuestra vida una alabanza, una bendición, una predicación viva de la salvación que Jesús nos ha ganado con su vida, muerte y resurrección. Viviendo en ese triple marco de alabanza, bendición y predicación alcanzaremos la meta de la peregrinación en que consiste nuestra vida: el Dios Uno y Trino que nos impulsa y nos atrae hacia Él para que no perdamos el rumbo.

Cuando, a veces, la marcha se hace pesada, debemos hacer un alto en el camino y reponer fuerzas. La Fuerza es el mismo que te atrae y te impulsa desde lo más profundo de ti a seguirLe. El que es el Camino se ha hecho alimento en la Eucaristía y aliento en su Palabra. Alimentándote en estas dos mesas conseguirás mantener vivo el deseo que te da vida porque te lanza a buscar a quien es la Vida y a obtener de Él esa vida abundante que vino a traer a la tierra.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Muerte y resurrección

En estos últimos días del año litúrgico, la Palabra de Dios no deja de anunciarnos la venida gloriosa del Señor al final de los tiempos (Lc 21,20-28). Si bien es cierto que la preceden catástrofes, Jesús, después de referirse a esos signos de su venida, nos regala siempre palabras de aliento.

Él es el Rey de la Historia y, tras la angustia y el dolor, vendrá nuestra liberación definitiva. Los signos que precederán a esta venida gloriosa son terribles, sí. Pero el Señor, al anunciárnoslos, nos hace capaces de vivirlos -y sufrirlos- en la confianza de que no tienen la última palabra sobre nosotros. Él, que es principio y fin, es quien la tiene. Y su última palabra será nuestra plenitud definitiva. Porque Él es la Vida y nosotros somos suyos.

También en nuestro día a día padecemos momentos oscuros, pequeñas o grandes tormentas, angustia, dolor y muerte. Pero también sabemos por experiencia que, si procuramos no separarnos de Jesús, todo eso pasa y vuelven la luz y la alegría. ¿Quién no ha experimentado los beneficios que le ha reportado una prueba por dura que pudiera ser? Sí, cuando echamos la vista atrás, descubrimos con gozo y agradecimiento que todo, absolutamente todo lo que nos ha sucedido ha merecido la pena... o la alegría! Y esto pasa porque Jesús es el Señor de la Historia y de tu historia y la mía.

Pido para ti y para mí que, en medio de las pruebas cotidianas, sepamos levantarnos y alzar la cabeza. Porque precisamente ellas son el anuncio de una próxima liberación. Ojalá descubramos que a cada muerte sigue su resurrección; que a cada yema sigue un brote verde que surge rompiendo y desgarrando en una explosión de vida nueva.



miércoles, 25 de noviembre de 2015

La mejor defensa es un regalo

¡Qué alegría escuchar de labios de Jesús esta promesa! Él hará que tu vida y la mía sean un testimonio vivo de su amor mostrándose en las palabras que suscitará en nosotros cuando nos veamos acosados (Lc 21,12-19).

Sí, la confianza en Jesús es nuestro descanso y la fe en sus palabras nuestra tranquilidad. Porque, suceda lo que suceda, somos de Él y nunca, ¡¡¡jamás!!!, dejará que perezcamos.

Todos tenemos "persecuciones" diarias. Me refiero a esas que no vienen de fuera sino que proceden de dentro de nosotros mismos: esa reacción que preferirías no tener; el juicio que levanta barreras separándote de los que más cerca tienes; el cansancio que te hace ver todo gris; la tentación del abandono porque te parece que Dios no te escucha... En todo eso venceremos hoy con el poder del Señor. Él sabe lo débiles que somos, nos comprende y nos quiere. Por eso, si prestas atención, escucharás en lo más íntimo esa voz que te defiende de ti mismo. ¡¡¡Préstale atención!!! Porque, descubriéndola, estarás "entrenándote" para confiar en ella cuando los ataques vengan desde fuera. Puedes estar seguro de que, tanto en un caso como en otro, el Espíritu de Jesús saldrá por ti y te hará testigo de la salvación que el Dios encarnado vino a traer a la tierra.



martes, 24 de noviembre de 2015

El auténtico realismo

San Lucas nos cuenta hoy lo que Jesús dijo a los que se asombraban ante el Templo alabando su construcción (21,5-11). Ahora mismo nos repite esto a ti y a mí: "Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".

Y pensaba que el Señor nos regala la posibilidad de contemplar todo desde su mirada. Esto nos permite poner cada cosa en su sitio; darle la importancia o el valor que realmente tiene, su justa medida. Ni más, ni menos. Jesús nos da cada día la capacidad de descubrirLe por encima de todo lo que nos sucede. Ese es su lugar: el más alto. Desde él sonríe iluminando todo con su mirada amabilísima, esa mirada que nos descubre las verdaderas dimensiones de cada acontecimiento de nuestro día. Ojalá tú y yo nos encontremos hoy con esa mirada que nunca pasa. Nos espera en Su Palabra que, orada, nos ofrece el regalo inmenso de ver la realidad tal y como es en verdad.


 

lunes, 23 de noviembre de 2015

Una travesía apasionante

El elogio de Jesús a la viuda que echó en el cepillo del Templo todo lo que tenía para vivir (Lc 21,1-4) nos descubre la confianza de esta mujer en la Providencia de Dios. Porque, pasando necesidad, dio todo lo que tenía para vivir.

A raíz de este evangelio pensaba lo fácil que resulta dar de lo que sobra y la magnanimidad que demuestra el que se queda sin nada. Entre uno y otro va un abismo, pero sé que mirar al mérito del que da es desenfocar la cuestión fundamental porque no somos nosotros los que "hacemos" esto o aquello sino Dios quien lo hace en nosotros... si le dejamos.

Y al hilo de esto venía a mi cabeza la oración de San Agustín: "Señor, dame lo que me pides y pídeme lo que quieras". Estoy segura de que la viuda que despertó la admiración de Jesús con su actitud se había dejado encontrar por Dios y había descubierto en Él al Padre que vela y cuida de cada uno de sus hijos. Por eso pudo hacer lo que hizo. 

Sí, el secreto está en confiar. Y confía quien conoce a Dios;  y lo conoce y lo descubre quien se dispone a tratarlo y a dejarse transformar por Él. Se trata de vivir dejándose empujar por la brisa del Espíritu como el velero avanza impulsado por el viento. Viviendo así, te lo aseguro, la vida se convierte en una travesía apasionante. Créetelo y atrévete.



domingo, 22 de noviembre de 2015

La mejor hoja de ruta

No deja de sorprenderme que hoy, día de Cristo Rey, se proclame el evangelio de la muerte del Señor (Lc 23,35-43). Este fragmento concluye con el diálogo entre Jesús y el buen ladrón. Y es que, aunque sé que el patíbulo de la cruz es el trono del Señor, Rey de reyes, no puedo evitar el vértigo que se siente ante la contemplación de un misterio tan hondo, insondable...

Mientras trataba de orar esta mañana con este evangelio he pensado algo que, quizá, te sirva. Consideraba que, al igual que sucedió al buen ladrón, Jesús está a nuestro lado siempre y, de manera especial, cuando pasamos por momentos bajos. También nos da la gracia que en aquel momento dio a este hombre que compartía suplicio con Él; gracia que es luz para descubrirlo a nuestro lado y pedirLe lo único necesario: que se acuerde de nosotros ahora que está en su Reino.

Porque Jesús, el Verbo encarnado, al tomar nuestra naturaleza ha asumido toda su debilidad, todos sus límites. No se ha ahorrado nada. Por eso, pase lo que pase en ese mundo interior como respuesta a tantas cosas que suceden fuera, podemos pensar que Jesús "padeció" y "sufrió" lo que nos pesa, duele y apesadumbra. Podemos afirmar esto aunque, para salvar las distancias, tengamos que echar mano de la analogía.

Hoy celebramos esto: que Jesús, que ya reina libre de las limitaciones de la naturaleza humana que quiso hacer suya por pura misericordia, no se olvida de nosotros nunca. Y que, como al buen ladrón, nos promete que, tras los momentos de turbación y prueba, nos regalará la paz que vino a traer al mundo. Vivir en esta confianza mirándoLe sólo a Él por encima de las tormentas grandes y pequeñas que nos trae cada día es una buena hoja de ruta para alcanzar la meta. ¿No te parece?



sábado, 21 de noviembre de 2015

Un Dios de vivos

San Lucas nos recuerda hoy la respuesta que el Señor da a unos saduceos sobre la resurrección a raíz de la cuestión que le plantean (20,27-40).

Es una gracia inmensa creer en la resurrección de Jesús y, por eso, en la tuya y en la mía. Es una gracia porque a la luz de ella adquieren su verdadero sentido la vida y la muerte como puerta que se abre a la continuación de una vida en plenitud y para siempre que es continuación de la que ahora vivimos.

Pero la fe, en contra de lo que piensan algunos, no resta nada de dramatismo y dolor a la muerte, sino que la asume  con toda su carga destructiva y trágica en la confianza de que el Único que podía hacerlo la venció definitivamente. Porque Jesús no quería morir y pidió a su Padre que lo librara del trance mortal. Pero se fió y venció al enemigo haciendo que su acción, lejos de precipitar en la nada, sirviera de introducción a la plenitud de una Vida que es Él mismo y que nos regala porque nos ama.

Sí, a Jesús, porque es verdaderamente Hombre, le repugnaba la idea de la muerte. Pero por el amor infinito con el que la asumió porque los suyos le rechazaron, nos abrió de par de par las puertas de la Casa del Padre, Dios de vivos.

Hoy doy gracias por la fe en la resurrección. Ojalá que nuestro agradecimiento al Señor que, siendo Quien era, aprendió sufriendo a obedecer, nos lleve a aceptar con confianza las pequeñas muertes que el día de hoy nos presentará. Porque, puedes estar seguro, esas renuncias te liberarán de pesos muertos y, por eso, te permitirán seguir a buen paso al Dios de vivos que te espera en cada muerte para resucitarte a una vida nueva.



viernes, 20 de noviembre de 2015

Tú eres casa de Dios

Hoy el evangelio de Lucas nos traslada a los atrios del Templo el día en que Jesús expulsó de él a los mercaderes (19,45-48) poniendo en sus labios unas palabras del profeta Isaías: "Mi casa es casa de oración".

A raíz de esta afirmación pensaba que cada uno de nosotros somos casa de Dios y, por eso, hemos de procurar ser casa de oración. Porque en nuestro interior habita la Santísima Trinidad y, en verdad, somos templo del Espíritu Santo.

Ojalá que no nos ocurra como sucedió a los judíos en tiempo de Jesús que, so pretexto de dar a Dios alabanza y gloria, habían convertido su Casa en una cueva de bandidos. Sí, se servían de ella para marginar a los que no pertenecían a su pueblo y limpiaban sus conciencias con cultos vacíos con los que pretendían esconder una doble vida hipócrita.

Que al menos tú y yo no nos sirvamos de Dios poniéndolo al servicio de intereses mezquinos; que tú y yo aprendamos a dejar al Espíritu hacernos no sólo casa de oración sino oración misma en favor de su Iglesia y del mundo que, en tantas ocasiones, parecen más cueva de bandidos que morada de Dios.





jueves, 19 de noviembre de 2015

Y Jesús lloró...

Pensaba que, del mismo modo que un día Jesús lloró contemplando Jerusalén  porque no Le reconoció (Lc 19,41-44), hoy llora por ti y por mí...


Sí, Jerusalén somos tú y yo cuando, metidos en nuestras cosas, no reconocemos al Señor que siempre está a nuestro lado caminando junto a nosotros, sosteniéndonos; Jerusalén somos tú y yo cuando el ritmo frenético de la vida no sólo nos atrapa sino que nos arrastra impidiendo que tengamos presente que todo eso pasará; Jerusalén somos tú y yo cuando las alegrías y las cosas buenas hacen que nos olvidemos de dar gracias a Dios; Jerusalén somos tú y yo cuando, en medio de las pruebas, no tomamos la mano de Jesús que nos conforta y consuela cargando -siempre lo hace- con la mayor parte del peso para que no nos aplaste.


Ojalá que hoy tú y yo respondamos a la gracia que el Señor nos regala cada día para que Le reconozcamos en cada acontecimiento, en cada persona, pasando por encima de en qué consista o cómo sea. Porque a menudo olvidamos que, si vivimos todo junto a Jesús, aún lo peor será utilizado por Él para procurarnos un bien mucho mayor que eso que nos hace sufrir.



miércoles, 18 de noviembre de 2015

Administradores de los dones de Dios

La parábola que hoy recoge Lucas en su evangelio (19,11-28) nos recuerda nuestra condición de seres dependientes del Creador de Quien hemos recibido todo lo que somos y tenemos para bien nuestro y de quienes nos rodean. 

Como hizo el hombre noble con los siervos de la parábola, el Señor ha dejado a nuestro cuidado parte de su capital para que negociemos con él hasta su vuelta. La vida es el tiempo que se nos regala, como todo lo demás, para que ejerzamos de administradores de lo que pertenece en propiedad a Dios. Él, en su infinita misericordia, ha derramado en cada uno infinidad de rasgos suyos que lo hacen presente y cercano a los que viven a nuestro lado... si nos decidimos a colaborar con Él poniendo nuestro granito de arena y dejando al Espíritu hacer su obra en nosotros.

Piensa en todo eso bueno que tienes y agradéceselo a Dios porque viene de Él. Y luego "trabájalo", con iniciativa, pericia, y dedicación, para que tú mismo y muchos os beneficiéis de los frutos de cada don. Ojalá que, en medio de nuestra debilidad y pobreza, hagamos posible que, cuando nos vean, se acuerden de Aquel que nos dio todo eso que compartimos a manos llenas y le den gracias por tantas gracias.





martes, 17 de noviembre de 2015

Estar dispuesto a todo

El relato de Lucas nos recuerda hoy el encuentro de Jesús con Zaqueo (19,1-10), ese hombre rico que con su audacia y atrevimiento hizo que el Señor se autoinvitara a su casa.


Este hombre fue capaz de dejar a un lado los respetos humanos sólo para ver pasar a Jesús. Te puedes imaginar los comentarios y sonrisitas irónicas que suscitaría su presencia en lo alto del árbol. ¡Un hombre de su categoría en semejante situación!


A Zaqueo todo esto le importaba nada ante su deseo de ver pasar a Jesús. Así que se puso el mundo por montera y fue a por lo que en realidad le interesaba.

Y tú y yo... ¿de qué somos capaces para "ver" a Jesús? Ojalá que nuestro sentido del ridículo, nuestro temor a quedar mal o al qué dirán no frenen nunca los deseos de Él que el mismo Jesús pone en nuestro corazón. ¡¡¡Ánimo, valiente!!! Busca tu árbol y súbete a él. Escucharás de labios del Señor algo parecido a lo que aquel día dijo al jefe de publicanos.




lunes, 16 de noviembre de 2015

El colirio de la fe

La curación del ciego de Jericó que hoy nos relata Lucas en su evangelio (18,35-43) viene cargada de detalles sugerentes que nos sirven para cuestionarnos algunas cosas. Voy a quedarme esta mañana con dos.

La oración con la que este hombre ciego se dirige a Jesús es un grito de confianza. Su "Jesús, hijo de David, ten compasión de mí" fue pronunciado con insistencia, venció el obstáculo de los que pretendían ahogarlo y recibió como premio la llamada del Señor a su presencia. Nos dice el evangelista que Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. "¿Qué quieres que haga por ti?" fue la pregunta que le hizo el Señor. Y una vez recobrada la vista, seguía a Jesús glorificando a Dios por el milagro que había hecho en Él.

¿Cómo pedimos tú y yo al Señor? ¿Realmente nos sentimos necesitados de su compasión? ¿Reconocemos nuestras pobrezas y clamamos a Jesús casi desesperadamente para hacernos oír por Él? Piensa en su presencia si te sientes realmente necesitado o si, en el fondo, te bastas a ti mismo para tantas cosas...

Jesús nos hace hoy la misma pregunta que hizo al ciego. Pero, aunque pueda resultar duro o extraño, no siempre queremos "ser curados" de nuestras "enfermedades": a veces no las reconocemos y, además, la curación nos compromete. ¿A qué? A seguir a Jesús en serio preocupándonos únicamente de que nuestra vida sirva para dar gloria a Dios. ¿Estamos tú y yo dispuestos a vivir así? 

Hoy pido para ti y para mí a Jesús que cure nuestra ceguera para que podamos ver la realidad de nuestra vida con ojos de fe. Esa fe que nos capacita para enfrentarnos a la verdad permitiéndonos llamar a las cosas por su nombre. Esto permitirá a Jesús entrar hasta el fondo de nuestra vida para cambiarla de raíz haciéndola eso que Él quiere que sea. Tú y yo... ¿queremos esto de verdad? 




domingo, 15 de noviembre de 2015

Lo único que importa y permanece

Jesús nos recuerda hoy, por boca de Marcos (13,24-32), que suceda lo que suceda, Él permanecerá siempre a nuestro lado y que las palabras de vida que nos ha dicho nos sostendrán en el empeño de serLe fieles hasta el final.

¡Cuántas gracias tenemos que dar a Dios por descubrirnos lo esencial! Esto es lo que hemos de guardar en el corazón porque, desde ahí dentro, nos dará esa vida abundante que Jesús vino a traer a la tierra y que nunca acaba. Sí, podemos vivir tranquilos y seguros porque esa Palabra Todopoderosa nos guardará en la paz y en la amistad con Dios. 

Anclemos nuestra vida en ese puerto seguro y no temamos nada ni a nadie porque el Señor está con nosotros y se ocupa de sus hijos.

Pidamos hoy de manera especial por la barbarie sufrida por nuestros hermanos franceses. Y pidamos al Dios que es Amor y paz que nada ni nadie consiga hacernos desconfiar de su Palabra y de sus promesas. Porque todo pasará menos esto.



sábado, 14 de noviembre de 2015

Un Dios que siempre escucha y responde

Con la parábola del juez inicuo y la viuda perseverante (Lc 18,1-8) Jesús nos anima hoy a orar incesantemente, sin desanimarnos.

Y es que, a veces, acudimos a Dios como si fuera un "soluciona-problemas" y, al comprobar que nuestra petición no es escuchada -o eso pensamos-, pasamos a otra cosa o nos quejamos amargamente ante su aparente silencio.

Al final de este evangelio Jesús afirma con rotundidad que Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche. Inmediatamente después el Señor se lamenta ante nuestra falta de fe en esta verdad que acaba de comunicarnos.

Dios no se engaña ni nos engaña. Y es absolutamente verdad que siempre -y siempre es siempre- escucha nuestra oración. También responde siempre. Pero tú y yo estamos tan ocupados en que haga las cosas tal y como se las pedimos y en el momento en el que consideramos que es más necesario -en el colmo de la desfachatez creemos que las hacemos mejor que Él- que no nos enteramos de que, eso que esperábamos, viene a nosotros de otra forma y en el momento justo. Esto es así, te lo aseguro. Dios no falla jamás y, lejos de negarnos nada de lo que nos conviene, nos da mucho más de lo que soñábamos obtener de Él con nuestra pobre petición... pero de otra forma y en otro momento.

Hoy pido a la Virgen para ti y para mí que nos consiga de su Hijo la luz y la inteligencia para descubrir cómo y cuándo nos ha respondido Jesús. Así podremos darLe gracias y pedirLe perdón por nuestra desconfianza. Ella es experta en este "arte". ¿O piensas que las cosas sucedieron tal y como pedía en su oración? Anímate a preguntarle. Hazlo con total libertad porque es tu Madre. Seguro que te responde.






viernes, 13 de noviembre de 2015

Dios en todo

La lectura del libro de la Sabiduría que la liturgia nos propone hoy (13, 1-9) nos recuerda que la más triste de las ignorancias consiste en no ser capaces de conocer a Dios partiendo de las cosas buenas que están a la vista. Sí, son muchos los que, a pesar de saber muchas cosas y saberlas bien, no han descubierto antes a su Señor.

Los que hemos tenido la inmensa suerte de conocerLe, también podemos olvidarnos fácilmente de elevar a Él nuestro corazón cuando contemplamos la belleza que nos rodea. Porque, si te fijas bien, vivimos envueltos en la belleza del misterio de la vida. 

Ojalá no nos acostumbremos a la perfección y el aroma de una rosa, a una puesta de sol o a un amanecer, al mar, a los niños que crecen a nuestro lado y a los ojos de los que nos rodean que son ventanas abiertas al misterio que los habita. Que todo nos sirva para entonar una acción de gracias que nos lleve a amar más y más al Creador de todas las cosas que ha querido hacerse Hombre para caminar junto a nosotros sosteniéndonos en la fatiga y alentándonos en nuestras luchas.






jueves, 12 de noviembre de 2015

Un viaje a lo profundo

Jesús nos recuerda hoy en el evangelio (Lc 17,20-25) que el reino de Dios está en nuestro interior. Sí, Dios Trinidad nos habita; mora en lo más íntimo de nosotros mismos. Y desde allí, si le dejamos, actúa transformándonos en esa persona que estamos llamados a ser.

Cuando pretendemos encontrar al Señor en lo extraordinario esperando que nos hable no se sabe cómo o que se manifieste en nuestra vida de la manera concreta en que hemos imaginado que tiene que manifestarse, estamos pensando, en realidad, como los fariseos del tiempo de Jesús que esperaban que el reino de Dios llegaría de manera espectacular. Precisamente porque esperaban equivocadamente no supieron reconocer al Dios encarnado que hablaba y vivía con y entre ellos.

No, Jesús no está fuera, está dentro. Ahí, en lo profundo de ti y de mí, habita de manera misteriosa pero real. Y desde ese centro nos llama para que acudamos a estar con Él; para hacernos disfrutar de la paz que nos regala, esa que no puede dar ni quitar nada ni nadie. También desde ahí nos da la luz para descubrirLe en las cosas y en las personas que nos rodean; en el paisaje y entre el ruido de la ciudad. Porque Él está sosteniendo todo en la existencia.

Siento que la vida espiritual consiste en dejarse conducir por el Espíritu Santo hacia ese centro. Y sé que esa aventura apasionante sólo se puede dar en un silencio paciente y amoroso que se busca acudiendo con fidelidad a la cita con Jesús que siempre nos espera.

Ojalá que tú y yo procuremos y cultivemos este silencio en Su Presencia. Vamos a hacerlo, al menos, con el mismo empeño que ponemos para tantas cosas que, comparadas con la conversación íntima con Dios, no valen absolutamente nada. 





miércoles, 11 de noviembre de 2015

El poder de un corazón agradecido

La curación de los diez leprosos que nos relata hoy Lucas en su evangelio (17,11-19) nos recuerda la importancia de dar gracias... y lo mucho que olvidamos en nuestro día a día agradecer de corazón todo lo que recibimos.

Sí, los diez hombres fueron curados, pero sólo uno regresó y se postró a los pies de Jesús alabando a Dios. Había recuperado la salud y no se olvidó de agradecérselo a Aquel que se la había devuelto.

Te propongo algo: párate unos minutos a lo largo del día para valorar y agradecer multitud de detalles y cosas pequeñas que das por supuestas y merecidas y que, en realidad, son un regalo. Haber abierto los ojos a un nuevo día, contar con la presencia de personas a las que quieres y que te quieren, poder caminar, respirar, sonreír, hablar... Da gracias a Dios porque te mantiene en la existencia: si dejara de pensar en ti solamente un segundo, desaparecerías. ¿No te resulta impresionante esta verdad?

Si, además, acudes a Su Palabra en busca de luz para discernir qué hacer en ese situación difícil o delicada te encontrarás con un regalo inesperado. Te adelanto algo para que te animes a hacerlo: su gracia te ayudará a sacar lo bello de la adversidad y de la oscuridad. Créetelo porque es verdad. Tus problemas seguirán ahí, pero tú encontrarás ese apoyo invisible pero real que te sostiene y acompaña haciendo posible que eso que te hace sufrir te sirva para hacerte más y mejor persona. Da gracias también por eso: no por lo que te hiere sino por la cercanía de Jesús que no te deja ni un momento y te ayuda a vivir eso desagradable de otro modo... Cuando hayas descubierto esa Presencia que te desvela el significado profundo de lo que sucede en tu vida y la agradezcas con toda el alma comprobarás cómo pasas de la queja estéril a la paz serena y fecunda que es la puerta de la verdadera sabiduría. Prueba y verás...



martes, 10 de noviembre de 2015

Del amor gratuito que regala a manos llenas

La lectura del Libro de la Sabiduría (2,23-3,9) nos recuerda todo aquello que el Señor tiene preparado para los que Él ama. Leyendo esto se esponja el alma y se respira de otro modo: a pleno pulmón. El texto termina anunciando gracia y misericordia a los elegidos de Dios. Entre esos estamos tú y yo. Sí, el Señor sólo nos pide confianza para darnos a conocer la verdad y fidelidad para permanecer con Él en el amor.

Por eso, tras leer en estas líneas las promesas de Dios, no extraña que Jesús nos pida en el evangelio (Lc 17,7-10) que hagamos lo poquito que está en nuestra mano para servir a tan gran Señor sin creernos, cuando nos parece que lo hemos hecho, que somos protagonistas de una hazaña.

Piensa en su Presencia qué puedes hacer hoy para demostrarLe que confías en Él -díselo todas las veces que puedas, aún más cuando las cosas se tuercen- y que deseas dejarLe hacer en tu vida para mantenerte a Su lado. Verás como tu día es distinto a los demás y único.



lunes, 9 de noviembre de 2015

Todo lo hace Él...

Meditando esta mañana la primera lectura que la liturgia nos propone (Sabiduría, 1,1-7) he pensado que, de algún modo, era preparación para el evangelio de hoy (Lc 17, 1-6). 

He caído en la cuenta de esto al escuchar la petición de los apóstoles después del mandato del Señor acerca del perdón al hermano: "Auméntanos la fe".

Y pensaba cuál sería el papel de la fe en esta cuestión. La pregunta me ha devuelto al fragmento del Libro de la Sabiduría en el que el Señor nos dice que nos pongamos a salvo de los razonamientos sin sentido y de la maldad porque Él se encargará de corregir al que hiere.

Aunque pensemos que perdonamos, en realidad es Jesús quien perdona en ti y en mí ya que para nosotros esto del perdón es "misión imposible". ¿Cómo dejarlo perdonar? Luchando por apartar de nuestra memoria la ofensa tantas veces como este recuerdo intente asaltarnos. Sólo hace falta este pequeño esfuerzo de nuestra parte con el que, además, conseguiremos no darnos demasiada importancia. Lo demás corre por cuenta del Señor: Él nos regalará los beneficios de este perdón, que también le pertenece, y se encargará de corregir a quien nos ofendió... a su debido tiempo y en la forma realmente eficaz. Porque el que ofende también es su hijo... Esto está en su mano y es Él quien debe hacerlo.

Creernos que el juicio corresponde a Dios y que Él hará lo que tenga que hacer es cuestión de fe. Así que, tras "ponernos a salvo" de quienes pueden hacernos daño con astucia e inteligencia marcándoles el límite que bajo ningún concepto podrán traspasar si nosotros no les dejamos, toca dejar todo en manos del Señor para que Él lo gestione a su manera. Te aseguró que lo hará perfectísimamente bien como todo lo que hace.



domingo, 8 de noviembre de 2015

Cómo ser magnánimos

No deja de impresionarme, cada vez que leo este fragmento del evangelio de Marcos (12,38-44), la magnanimidad -porque es mucho más que generosidad lo que vemos en esta mujer- de la viuda que echa al cepillo del templo todo lo que tenía para vivir. Y eso aún pasando necesidad.

La primera lectura (Reyes, 17,10-16) nos recuerda lo que pasó con la viuda de Sarepta que compartió lo último que tenía para subsistir con el profeta Elías. Su magnanimidad obtuvo del cielo el milagro de que las pocas existencias con las que contaba no se agotaran hasta que hubo de nuevo cosechas.

¿Cómo es posible la actitud de estas mujeres que dan de lo necesario y lo dan todo? Sólo Dios puede hacer posible esto; Él es Quien nos regala la magnanimidad para que demos todo y lo demos hasta el final. ¿Sabéis lo único que hace falta? Que creamos en su Providencia amorosísima. Sí, Él nos cuida con amor de padre y de madre dándonos en todas las circunstancias de nuestra vida, sean cuales sean, lo necesario para amarLe. Te aseguro que no hace falta más. Y tú y yo ¿nos creemos esto?






sábado, 7 de noviembre de 2015

Para ser verdaderamente libres

La llamada que hoy nos dirige Jesús en el evangelio es una llamada que nos libera, como todas las suyas (Lc 16,9-15) . Y es que Dios nos creó para la libertad y, una vez que perdimos ese don precioso, no escatimó sacrificio alguno para devolvérnoslo. Nadie como Él conoce nuestra debilidad, por eso no cesa de animarnos para que lo conservemos y alertarnos de los peligros que acechan para que nada ni nadie nos lo arrebate. 

Jesús nos recuerda que ningún siervo puede servir a dos amos porque se dedicará a uno sin hacer caso del otro. El dinero, como cualquier otro "señor" a quien pretendamos servir fuera de Dios, nos someterá haciendo de nosotros algo que ni queremos ni estamos llamados a ser. Porque todo lo que "engancha" de un modo u otro nos deshumaniza  en la medida en que merma la cota de libertad que nos ganó el Señor con su vida, muerte y resurrección.

Hoy pido para ti y para mí que de verdad nos creamos esto. Porque si nos lo creyéramos en serio, puedes estar seguro, nos cambiaría la vida. Es difícil ser libre y ejercer la libertad porque el único que la respeta y la potencia es Dios, pero nosotros, engañados por cantos de sirena, pensamos que cualquier "diosecillo" nos vale para sentirnos plenos... ¡¡¡Y cometemos una terrible equivocación cuando acudimos a ellos en busca de una libertad que se transforma en esclavitud!!!

Mira a tu vida para descubrir qué te impide ser libre de verdad. Y cuando lo descubras, pídele al Señor que te libere de esas ataduras. Basta con reconocer que tienes necesidad de Él porque solo no te bastas, pedirLe con sencillez que te ayude y creer que, real y verdaderamente, Él puede hacer lo que tú no puedes.



viernes, 6 de noviembre de 2015

¡¡¡Merece la alegría!!!

Siempre me ha interpelado la felicitación del amo al administrador injusto que recoge la enseñanza de Jesús del evangelio de hoy (Lc 16,1-8). Lo que alaba el hombre rico es la astucia del administrador. Y es que, pensaba, la astucia es no sólo la habilidad para engañar, sino para evitar el engaño. Esto nos hace caer en la cuenta de que la mayor parte de habilidades, cualidades y cosas pueden ser empleadas para hacer o el bien o para hacer el mal.

Jesús lamenta que los hijos del mundo sean más astutos que los hijos de la luz. Trasladando esta afirmación a tu vida y a la mía se me ocurría que en tantas ocasiones ponemos nuestro conocimiento y nuestra pericia al servicio de cosas buenas, sí, incluso importantes, pero no esenciales. Esas cualidades quedan sin explotar cuando se trata de cuidar nuestra relación personal con Jesús y de darlo a conocer a los que tenemos alrededor.

Y es que estoy convencida de que los cristianos tenemos en mejor mensaje del mundo y lo entregamos en un envoltorio que no permite que los demás lo aprecien. Sí, la vida auténtica está en Jesús y, aunque todavía no podemos poseerla en plenitud, desde ya mismo podemos empezar a disfrutarla pregustándola. ¿Cómo? Dejándonos encontrar por Jesús y haciéndolo el centro de nuestra vida. Sin este encuentro personal nada tiene sentido y nuestra fe queda reducida a un conjunto de normas y ritos que aplastan y aturden. 

Vamos a apostar por redescubrir el modo de vida nuevo que propone el Maestro. Y eso sí, te lo aseguro, que merece poner todo lo que somos y tenemos en juego para conseguirlo. Sabemos, por el testimonio de tantos y también mirando con serenidad a nuestra propia biografía, que merece -no la pena- sino la alegría intentarlo.




jueves, 5 de noviembre de 2015

Dejándonos encontrar...

Al meditar la parábola de la oveja perdida que nos propone hoy el evangelio (Lc 15,1-10) no he podido evitar el recuerdo de tantas veces en las que Jesús ha salido en mi busca para hacerme sentir su cercanía y, sobre todo, su providencia amorosa.

Quizá ni tú ni yo hayamos tenido grandes conversiones en nuestra vida. Pero estoy segura de que no siempre hemos estado igual de cerca del Señor. También puede que hayamos tardado en encontrar ese lugar que nos facilita entregarnos del todo a Él. Y, aún habiéndolo encontrado, ¡cuántas veces a lo largo del día "nos alejamos"!

Pienso que estos alejamientos toman la forma del desánimo ante nuestras debilidades y las de los demás, del cansancio en nuestro seguimiento de Jesús, de la pereza que nos hace retrasar nuestra respuesta a sus llamadas... En todas esas circunstancias el Buen Pastor sale a nuestro encuentro en la Eucaristía, en su Palabra, en esa persona de la que se sirve para hacernos retornar al lugar que nos corresponde... 

Párate y piensa en tu vida para agradecer al Señor sus "búsquedas". Y hoy no te olvides de "ponerte a tiro" para dejarte encontrar por Él. ¿Cómo? Escucha al Espíritu y, estoy segura, Él te lo dirá. Sólo tienes que prestar un poco de atención a lo que pasa a tu alrededor.



miércoles, 4 de noviembre de 2015

Nos olvidamos del amor

Meditando el evangelio de hoy (Lc 14,25-33) pensaba que, ante el tono exigente de Jesús que nos pide renunciar a todo para poder seguirLe, nos olvidamos de lo más importante: del amor.

Porque, pensaba, una madre no siente sus renuncias como una carga insufrible cuando cuida de sus hijos. El porqué de esta actitud está clara: la entrega más pura y más desinteresada que existe en la tierra -la de una madre- es precisamente así porque está bañada en amor auténtico y lo rezuma.

Y sí, cuando nos planteamos seguir al Señor en serio, se nos presentan ante los ojos un montón de renuncias que pesan. Pero pesan porque nos falta amor. Además, Jesús no nos quita nada y, una vez que se lo hemos entregado, podemos experimentar cómo nos lo devuelve todo crecido, aumentado, purificado, elevado. Te lo aseguro!!! ¿Por qué no haces la prueba?



martes, 3 de noviembre de 2015

Dejar para recibir

Me ha impresionado la parábola con la que Jesús responde en el evangelio de hoy (Lc 14,15-24) al comensal que dice: "¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!".

Porque, aunque sabemos que no cabe mayor dicha que estar junto a Jesús y su llamada a participar de su intimidad es clara, no siempre acudimos a esa invitación porque andamos enredados en nuestras cosas.

Sí, somos tan miopes, tan cortos de vista, que nos creemos que eso que tenemos entre manos es la maravilla de las maravillas y, atados a baratijas, nos perdemos disfrutar del gran tesoro que el amor infinito de Dios nos tiene preparado.

Y es que nos cuesta arriesgar, dejar lo que nos reporta satisfacción por algo que sí, pero no... Esto es lo que pensamos porque no terminamos de creernos que lo único necesario, ser totalmente de Dios y dejarnos habitar, conducir y amar por Él, es, además, lo único que nos dará la plenitud que apetecemos. Esa que nada ni nadie, por estupendos que sean, podrán darnos.

¿Por qué pensamos en la renuncia como algo molesto y dañino? ¿Por qué no terminamos de ver en ella una liberación y un vaciamiento que nos disponen a recibir al dador de todas las gracias seguros de que, con Él, lo tendremos todo?

Ojalá aprendamos en la escuela del Espíritu Santo el arte de la auténtica libertad. Ojalá dejemos las chucherías para acudir al Banquete.


lunes, 2 de noviembre de 2015

"Acordados" en el Resucitado

Nuestra Madre la Iglesia, sabia y buena, ha querido dedicar este día al recuerdo orante de todos los que pasaron por nuestra vida y han dado ya el salto a la eternidad. Si ayer celebrábamos con alegría a todos los que habían llegado a ese término, que es el verdadero principio, y ya viven contemplando a Dios cara a cara, hoy, los que aún caminamos en la tierra, nos unimos a ellos para pedir por los que están a punto de atravesar las puertas de la Casa del Padre. ¿No te parece precioso, insondable, hondamente tierno y auténticamente verdadero este misterio de la comunión de los santos?

El evangelio que, de entre los que propone la liturgia para este día, hoy se ha proclamado en nuestra iglesia (Jn 11,17-27) me ha ayudado a saborear, paladeando con alegría, esta certeza de que la vida es un camino que no se acaba. Y todos nos acompañamos hasta llegar a la meta, que es la completa identificación con Cristo, ayudándonos unos a otros en un misterio de solidaridad que nos envuelve y nos invita a ir penetrando en él con los ojos de la fe a medida que avanzamos por esa senda apasionante que es la vida de cada uno.

Eso ha evocado en mí la respuesta del Maestro a Marta ante su queja amorosa por la ausencia de su Señor que no ha podido evitar la muerte Lázaro, su hermano. "Yo soy la resurrección y la vida", le contesta Jesús, "el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre". La pregunta que hace a continuación a Marta te la hace Jesús ahora mismo a ti y a mí: "¿Crees esto?". ¿Lo creemos real y verdaderamente? 

Porque Uno que ha vuelto para decirnos que la muerte no tiene la última palabra, Jesús, nos asegura que basta con creer en Él para no morir. ¡¡¡Para no morir!!! ¿Ves? La muerte no es el final de nada; es el último acto de entrega confiada y amorosa en los brazos de Ese en el que ya vivimos porque creemos en Él. Y esos brazos, te lo aseguro, no van a dejar que caigamos en el vacío como tampoco han dejado que caiga ninguno de los hermanos que nos han precedido en ese salto decisivo.

Vamos a acompañar a los que aún siguen de camino vislumbrando ya la fachada de esa casa señorial y hermosa, atrayente y llena de luz, que es la Casa de nuestro Padre. ¡¡¡No dejan de llegar hasta sus puertas hermanos nuestros!!! Es un trasiego continuo de llegadas, abrazos y recibimientos. Vamos a acompañarnos para que, todos a una, continuemos avanzando por el camino de esta vida que se nos ha regalado y que nunca se acaba; vamos a apoyarnos unos a otros, cada uno desde donde estamos, para ir ganando plenitud a cada paso.




domingo, 1 de noviembre de 2015

¡¡¡Cuántos motivos para la alegría!!!

Hoy, día de todos los Santos, la liturgia nos propone unas lecturas cargadas de motivos para la alegría. Se trata de una alegría auténtica, plena, honda, verdadera, real. Sí, la alegría a la que nos llevan estas consideraciones no nos la puede dar ni quitar nada ni nadie; sólo Dios puede regalárnosla.

La única alegría duradera, profunda y veraz es la consecuencia de sabernos hijos de Dios -¡¡¡pues lo somos!!!-; de intuir y vislumbrar lo que ha preparado para los que lo aman; de sabernos acompañados por Él mismo, Jesús, Dios encarnado, que camina a nuestro lado, y de la ayuda de todos los que ya nos esperan en el Cielo. Párate un poco a hacer silencio en la Presencia de Dios: ¿no ves sus rostros sonrientes plenos de luz?, ¿no escuchas sus cantos de alabanza y adoración?, ¿acaso no los sientes cerca, muy cerca...?


La alegría de la que nos habla Jesús en el evangelio de Mateo (5,1-12a) es una alegría atrevida que se arriesga a vivir las paradojas de las bienaventuranzas que el Señor nos propone… ¿Te vas a quedar sin experimentarla? ¿No te atreves a probar, al menos? Porque esa alegría que Jesús vino a traer a la tierra no sólo nos espera en el Cielo; está a nuestro alcance desde ya mismo. Y eso pase lo que pase en nuestra vida. ¿Que no te lo crees? ¿Por qué no te arriesgas a vivir el evangelio?