sábado, 7 de noviembre de 2015

Para ser verdaderamente libres

La llamada que hoy nos dirige Jesús en el evangelio es una llamada que nos libera, como todas las suyas (Lc 16,9-15) . Y es que Dios nos creó para la libertad y, una vez que perdimos ese don precioso, no escatimó sacrificio alguno para devolvérnoslo. Nadie como Él conoce nuestra debilidad, por eso no cesa de animarnos para que lo conservemos y alertarnos de los peligros que acechan para que nada ni nadie nos lo arrebate. 

Jesús nos recuerda que ningún siervo puede servir a dos amos porque se dedicará a uno sin hacer caso del otro. El dinero, como cualquier otro "señor" a quien pretendamos servir fuera de Dios, nos someterá haciendo de nosotros algo que ni queremos ni estamos llamados a ser. Porque todo lo que "engancha" de un modo u otro nos deshumaniza  en la medida en que merma la cota de libertad que nos ganó el Señor con su vida, muerte y resurrección.

Hoy pido para ti y para mí que de verdad nos creamos esto. Porque si nos lo creyéramos en serio, puedes estar seguro, nos cambiaría la vida. Es difícil ser libre y ejercer la libertad porque el único que la respeta y la potencia es Dios, pero nosotros, engañados por cantos de sirena, pensamos que cualquier "diosecillo" nos vale para sentirnos plenos... ¡¡¡Y cometemos una terrible equivocación cuando acudimos a ellos en busca de una libertad que se transforma en esclavitud!!!

Mira a tu vida para descubrir qué te impide ser libre de verdad. Y cuando lo descubras, pídele al Señor que te libere de esas ataduras. Basta con reconocer que tienes necesidad de Él porque solo no te bastas, pedirLe con sencillez que te ayude y creer que, real y verdaderamente, Él puede hacer lo que tú no puedes.