lunes, 29 de febrero de 2016

El Dios "inapresable"

Jesús nos recuerda en el Evangelio de hoy la curación de Naamán, el Sirio, y el auxilio de Dios a una viuda de Sarepta en tiempos de Elías (Lc 4,24-30). Y, como entonces hizo con sus contemporáneos, nos repite que ningún profeta es bien recibido en su tierra.

Pensaba que esto sigue siendo así. Y que tampoco tú y yo escapamos al peligro de querer enmendar la plana a Dios queriendo que actúe según nuestros planes, apresándolo en nuestros rígidos esquemas, haciéndolo funcionar conforme a nuestra lógica mezquina y miope.

Y Dios no se deja; y continúa haciendo lo que quiere, como reza el salmo115; y sus designios no dejan de abrumarnos, de hacernos sentir pequeños, por su inmensidad (salmo 138).

Hoy te pido que me ayudes a dar gracias a Dios por no dejar de hacer lo que tiene que hacer y lo que quiere hacer, en nuestra vida, en nuestro país, en el mundo... Hoy quiero darLe gracias porque sigue escapando de nuestras etiquetas, de nuestras clasificaciones, de nuestro modo de ver las cosas, de las estructuras que nos hemos inventado para tratar de vivir mejor una vida de intimidad con Él y que, paradójica y tristemente, terminan convirtiéndose en nuestros ídolos impidiéndonos vivir según los criterios del Evangelio. 


Gracias, Señor, porque eres Dios, porque nos superas, porque tus caminos no son los nuestros, porque no hay nadie más grande que Tú ni que se te pueda comparar. Gracias por escapar de nuestros formalismos, de nuestras rigideces, de nuestras seguridades... Gracias por seguir sorprendiéndonos cada día; por seguir desconcertándonos escapando a nuestras previsiones. ¡¡¡Gracias, Señor!!!¡¡¡Gracias, Señor, por ser un Dios inapresable!!!




domingo, 28 de febrero de 2016

Dejarse cuidar por Él

En el episodio de la zarza ardiente que hoy nos relata el Éxodo (3,1-8a.13-15) destaca la respuesta de Moisés a Dios cuando lo llama: "Aquí estoy". 

Pensaba que ésta la actitud que agrada al Señor cuando se hace presente en nuestro día de un modo u otro. Porque, aunque tiene mucha paciencia con nosotros y nos da tiempo para que demos el fruto que espera -tal y como hizo el amo de la viña ante la solicitud del que la cuidaba-, queremos ser la alegría del que ha dado todo por nosotros respondiendo con prontitud amorosa a sus reclamos.

Si nos dejamos cuidar por el Señor, si recibimos con el corazón abierto toda la gracia que su muerte y resurrección nos ha ganado, podemos decir con toda verdad que sus méritos son los nuestros, que todo lo suyo nos pertenece. También el amor al Padre y la fecundidad que Él quiere para todos sus hijos.


Vamos a dejar al Espíritu de Jesús hacer su obra en nosotros. Así, el mismo Hijo presentará nuestras vidas entregadas al Padre haciendo las delicias del que nos amó hasta entregarnos a su Verbo. 




sábado, 27 de febrero de 2016

Presencia y pertenencia


¿Cómo no enternecernos con la parábola del Padre misericordioso que celebra el regreso del hijo pródigo? (Lc 15,1-3). Jesús quiso que conociéramos las entrañas de ese Padre que no lleva cuenta de las infidelidades de sus hijos y que espera, con impaciente solicitud, la vuelta de los que se han ido de su lado. Puede que éste sea el único punto en que Dios no es paciente: cuando se trata de esperar el retorno de sus hijos a casa. ¿No te resulta entrañablemente encantador verlo cada día salir al camino y otear el horizonte en busca del hijo que un día se fue?


Pero si la actitud respecto al pródigo resulta conmovedora, más aún lo es el modo que este padre tiene de comportarse con el hijo mayor. Presta atención para escuchar lo que le dice: "Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo". 

Ojalá que no nos olvidemos de estas verdades: que estamos siempre con el Padre y que todo lo suyo nos pertenece. Nos pertenece Él mismo por su paternidad; el Hijo que nos ha sido dado en un derroche inabarcable de misericordia; el Espíritu Santo, presencia de Dios viva, continua y eficaz en lo más hondo del alma, desde donde va realizando nuestra transformación en Jesús.

Sí, Dios mismo nos pertenece. Y nos pertenece todo lo suyo: su gracia, los dones de Su Espíritu, su misericordia... ¿Qué hacemos cuando no somos con el resto de sus hijos como Él mismo es...? Párate y reflexiona en su Presencia: todo, absolutamente todo lo suyo te pertenece...


viernes, 26 de febrero de 2016

Los frutos que Dios espera

Nos cuenta hoy Jesús la parábola de la viña arrendada a los labradores malvados que terminan matando al hijo para quedarse con la herencia (Mt 21,33-43). El dueño de la viña acude en busca de los frutos que le pertenecen y no los halla.

Pensaba que también Jesús espera en ti y en mí los frutos que debe producir la gracia que nos regala a manos llenas y que nos permite responder a los "toques" de Su Espíritu a nuestra alma. Puede que las primicias de esos frutos sean el agradecimiento, por las maravillas que hace Dios en nuestra vida, y la misericordia que, manando de sus entrañas paternales, se derrama en las nuestras para que acojamos a Su Hijo en cada persona que vive a nuestro lado.

Y le pedía que nos dé hoy unos ojos abiertos y un corazón despierto para descubrir qué espera de nosotros en cada momento. Saberlo ya es una gracia inmensa porque, en caso de no poder ofrecérselo, podremos pedirLe perdón por no darLe lo que, sin lugar a dudas, le corresponde. Porque el Señor, antes de pedirnos algo, nos lo da.


¡¡¡Ánimo!!! Sé que, de un modo u otro, Jesús hará que, por medio de Él, entreguemos al Padre, en el Espíritu, los frutos que Él espera. 



jueves, 25 de febrero de 2016

Confía

Hoy el Señor nos dice por medio de Jeremías algo que no deberíamos olvidar nunca: "Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza: será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces" (Jr 17,7-8).

Y es que, a menudo, nos olvidamos de que es el Señor Quien lleva nuestra vida y la conduce hacia su plenitud. Nosotros no sabemos lo que nos conviene porque no tenemos la capacidad de ver nuestra historia con los ojos de Dios, que son ojos de eternidad. Él, que es nuestro Padre, sí que sabe lo que es verdaderamente necesario para nosotros y, puedes estar seguro, nos lo da. Porque el suyo es un amor omnipotente.

Jesús nos recuerda en el Evangelio, al contar la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón (Lc 16,19-31), que, aunque todo vaya aparentemente mal, eso que no funciona no sólo no es lo definitivo, sino que le sirve para prepararnos para el encuentro definitivo con Él.

¿No te parece que es hoy el mejor día para repetir a Jesús que confías en Él? Vamos a decírselo muchas veces dejando que, de verdad, todas nuestras inquietudes reposen en Su Corazón. Verás como será éste el mejor día de tu vida.



miércoles, 24 de febrero de 2016

La luz de la resurrección

En el Evangelio de hoy (Mt 20,17-28) Jesús anuncia a los suyos, mientras suben a Jerusalén, que será entregado a la muerte por los de su propio pueblo y que resucitará al tercer día.

También el Señor nos recuerda a nosotros que éste es el camino: hay que atravesar la muerte para alcanzar la Vida que es Él mismo. Y esto cada día, a todas horas.

Pensaba que, si nos tomamos en serio nuestra condición de bautizados, la vida consiste en ir muriendo a tantas cosas para que el Señor viva en nosotros. La entrega real, sin condiciones, "sin letra pequeña", es esta muerte preámbulo de la Vida.

Porque dar la vida del todo y de verdad implica dejarla en las manos de Dios para que Él la convierta en lo que debe ser. El "cincel" del Espíritu Santo irá dando a luz en nosotros al Señor, el Modelo que el Padre tenía frente a Sí cuando nos creó.

Pienso que un comienzo para empezar a vivir entregados a Su voluntad podría ser tener presente que nuestra vida no nos pertenece. Aún más, que su plenitud depende de que la sepamos abandonar en Dios. Si procuramos no perder esto de vista, iremos encajando los pequeños fracasos -¡quién sabe si son fracasos realmente!-, lo que consideramos pérdidas a cualquier nivel, con la conciencia clara de que se integran en el plan trazado por el Amor para cada uno. Porque si aceptamos con paz nuestras pequeñas muertes puedes estar seguro que, cuando Dios quiera, podrás contemplar la Vida en la que desembocan.


Sí, del mismo modo que el río se ensancha en su desembocadura hasta tomar las dimensiones del mar, así nuestras estrecheces, sufrimientos y sinsabores, todo eso que supone muerte, vividos en medio de una entrega confiada nos llevarán al mar de la Vida. Porque, ya mismo, tantas veces al día, al fondo de cada pequeña muerte brilla la luz de la resurrección como lo hacen las estrellas en el cielo de la noche.




martes, 23 de febrero de 2016

Hundiéndonos en el corazón del presente

Termina en Evangelio de hoy con esta afirmación rotunda de Jesús: "El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mt 23,1-12).

Esta mañana leía el adjetivo "humillado" en una clave que me abría el acceso al encuentro con Dios. Porque de esto es de lo que se trata: de encontrarnos con Él.

En este contexto pensaba que la humillación consiste en ese descenso en busca de lo esencial, que siempre está en el fondo. Y lo esencial es Dios. Ni más, ni menos. 

Lo esencial no es una idea, ni una forma de hacer las cosas o de vivir nuestra relación con Él, ni una reflexión, ni una doctrina. Lo esencial es Dios mismo que "se humilló" abajándose hasta límites insospechados al tomar nuestra naturaleza en la Persona del Hijo. Por eso el Padre lo exaltó por encima de todo.

Esta humillación se realiza en el Espíritu Santo, la fuerza de Dios que hace posible el "descenso" del Hijo desde el seno del Padre y su permanencia entre nosotros. Nuestro encuentro con el Señor, que también se opera en el Espíritu, nos devuelve al Padre. Por eso este encuentro con Él es lo esencial.

Descender, sumergirnos, bajar hasta dar con lo esencial. Aquí está la clave. Thomas Merton, el gran maestro espiritual, lo expresa de esta manera en sus Diarios"Lo único esencial no es una idea ni un ideal: es Dios mismo, que no puede encontrarse contraponiendo el presente al futuro o al pasado, sino exclusivamente hundiéndose en el corazón del presente tal cual es".

Que el Espíritu Santo nos abra el camino de este descenso haciendo posible este hundimiento en el presente. Porque es en este fondo donde el Dios Uno y Trino nos espera para abrazarnos.



lunes, 22 de febrero de 2016

El cuidado del otro

Hoy San Pedro, en su primera carta, invita a los pastores a cuidar del rebaño que les ha sido encomendado (5,1-4). Pensaba que el Señor, a través del primer Papa, nos dirige esa misma invitación a ti a mí en esta mañana. Porque ha querido dejar a nuestro cargo a los hermanos, con los que Él se identifica, para que velemos por ellos cuidándolos con solicitud amorosa.

Jesús, que dejó su Iglesia en manos de Pedro (Mt 16,13-19), nos confía también a nosotros una parte de la misma para que procuremos y fomentemos su crecimiento en Él. Es tarea de cada uno descubrir la "parcela" que el Señor le ha encargado para ponerse manos a la obra.

Pensaba que esa tarea bien podría estar relacionada con nuestra respuesta a la pregunta que hoy nos lanza el Maestro como aquel día hizo con Pedro: "Y vosotros, quién decís que soy Yo?". Párate unos minutos y respóndeLe mirándoLe a los ojos; déjate iluminar por el Espíritu Santo para que salga por tu boca lo que Él mismo ha puesto en tu corazón... y actúa en consecuencia.

Dejamos en manos de la Virgen nuestro deseo de servir cuando, donde y como su Hijo quiera, con alegría, con generosidad, tratando de hacer lo que Él nos diga. La Señora nos conseguirá la gracia de que nuestra vida sea testimonio del amor de Dios y estímulo para que muchos deseen andar el Camino, anunciar la Verdad y disfrutar de la Vida abundantísima y verdadera que es Jesús.



domingo, 21 de febrero de 2016

Oscuridad y luz

En este Domingo la liturgia nos invita a contemplar la manifestación de Dios de dos modos diferentes.

Después de anunciar a Abrán que será bendecido con una descendencia incontable, el padre de todos los creyentes cae en un sueño profundo y, en medio de un terror intenso y oscuro, envuelto en una puesta de sol, Dios se hace presente aceptando su ofrenda (Gn 15,5-12. 17-18).

También Pedro, Santiago y Juan se caían de sueño mientras acompañaban al Señor que oraba en el Tabor. A ellos se manifestó Dios de otra forma: señalándoles Quién era Jesús, el Hijo a Quien debían escuchar, y dejándoles vislumbrar Su gloria. Así contemplaron al Señor irradiando la luz de la divinidad (Lc 9,28b-36).

Pensaba que Dios es el mismo ahora que entonces y se sigue manifestando de distintas formas: unas veces en medio de tinieblas y sufrimiento; otras, envolviéndonos con su luz. En cualquier caso siempre es Dios y siempre nos hace saber que no nos abandona, que vive en nosotros y envolviéndonos con su gracia. Porque es inmanente y trascendente a la vez, podemos tratarlo en la intimidad del silencio interior y en la adoración callada que lo descubre como el Otro ante Quien sólo cabe postrarse...

Ojalá que dejemos al Señor hacer su obra en nosotros sin resistirnos a la purificación y transformación que tiene que operar en cada uno para identificarnos con Él. Ojalá que, ya envueltos en luz, ya sumidos en tinieblas, sepamos buscar y descubrir su Rostro y adorarLe como el más íntimo a nosotros mismos y el absolutamente Otro.



sábado, 20 de febrero de 2016

Un amor sin condiciones

El Evangelio de hoy (Mt 5,43-48) termina con estas palabras de Jesús: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". Quizá la traducción de Lucas, que emplea el imperativo "sed misericordiosos", nos ayude a entender mejor lo que el Señor nos pide.

Porque el mandato "sed perfectos" va precedido del mandamiento del amor a los enemigos. Sí, el Dios misericordioso, trata por igual a malos y buenos porque todos son sus hijos. Y quiere que nosotros hagamos lo mismo. 

Él, con sus continuas muestras de amor, trata de atraer a todos a su intimidad para entablar un diálogo con cada uno en el que nos va descubriendo quiénes somos, Quién es Él, a qué estamos llamados... Y nosotros hemos sido llamados a ser conducto por el que muchos lleguen a descubrirLe para poder amarLe. Por eso, tenemos que amar a todos independientemente de cómo se porten con nosotros.

Este amor a los enemigos es del todo inalcanzable a nuestras fuerzas y hace añicos nuestros esquemas. Pero nada nos impide desear ser hijos de nuestro Padre y rogar para ser y vivir como esto que en realidad somos. Puede que tampoco encontremos este deseo en nuestro corazón. No importa: basta con desear tener ese deseo.

Quizá un buen comienzo consista en pedirLe que ame en nosotros a quien no podemos amar. ¿Lo intentamos? María sabe bien cómo hacerlo: Ella adoptó como hijos a aquellos por los que su Hijo murió. Acude a la Señora. Ella te enseñará a perdonar y a amar haciendo de tu vida un mar tranquilo, de aguas saludables, en las que muchos puedan  bañarse en el amor y el perdón de Dios encontrando en tu vida la suavidad, la amplitud y la belleza del amor sin condiciones del Padre que está en el Cielo.



viernes, 19 de febrero de 2016

Pero Yo os digo...

El "pero Yo os digo" de Jesús en el Evangelio de hoy (Mt 5,20-26) nos recuerda que ha venido a dar cumplimiento a la Ley. Ese cumplimiento que se realiza en Él es plenitud.

Sí, la exigencia del Señor es mayor que la que se pedía a los antiguos porque Él ha venido a inaugurar la etapa de la gracia. Y es que esa gracia, que es nuestra porque la derrama continuamente sobre nosotros, hace posible llegar hasta el corazón, hasta el espíritu de la ley y vivirla como Dios quiere y espera. Este cumplimiento no se queda en la exterioridad y las formas, aprisionado en la letra, sino que va más allá, permitiéndonos alcanzar la verdad que las formas tratan de mostrar. Esa verdad que, tantas veces, queda oculta por la letra o, lo que más triste, prisionera de la misma si no conseguimos trascenderla.

La plenitud del Espíritu Santo, fruto de la Pasión y Resurrección del Señor, hace posible ese ir a más que Jesús nos pide con su mandato enérgico. Escucha su voz pronunciando ese "pero Yo te digo" y te asombrarás de la seguridad que el Señor te transmite haciéndote sentir en tu corazón que, si Él lo dice, es posible.



jueves, 18 de febrero de 2016

El que ora en nosotros

En el Evangelio de hoy (Mt 7,7-12), Jesús nos invita a pedir, a buscar, a llamar... asegurándonos que quien pide, busca y llama va a encontrar siempre respuesta de parte de Dios.

Vamos de decirLe hoy, tantas veces como podamos, que confiamos ciegamente en su Palabra porque se cumple siempre. Y fiados en Ella, pongámonos a disposición del Espíritu Santo para que Él nos muestre qué debemos pedir, cómo debemos buscar y a qué puerta hemos de llamar. 

Dejando la iniciativa al Dulce Huésped del alma nuestras peticiones, búsquedas y llamadas responderán al expreso querer de Dios y la oración que brote de nuestro interior será la que el Espíritu de Jesús haga en nosotros. Entonces asistiremos, con asombro y agradecimiento, al cumplimiento de eso que Dios mismo ha puesto en nuestro corazón y, como sucedió a la reina Ester (Libro de Ester, 14,1. 3-5- 12-14), nuestra oración será escuchada por el Padre que ve en lo escondido.


Dios Espíritu Santo, ora en nosotros para que tus gemidos inefables lleguen desde nuestro corazón, lugar que Tú habitas, al Padre por medio del Hijo. 

miércoles, 17 de febrero de 2016

Ser delicia para Dios

Como los contemporáneos de Jesús, también nosotros pedimos signos para creer y convertirnos (Lc 11,29-32). Sí, a menudo, no nos "basta" que Dios se haya hecho uno de nosotros y nos haya señalado con nitidez el camino de regreso a nosotros mismos y a Él mostrándonos la intimidad de nuestro Dios Trinitario, su Corazón misericordioso, su proyecto de salvación para los hombres... Todo esto no nos basta... Pedimos más...

Ojalá que nos dejemos interpelar por la Palabra de Dios para que Ella pueda dar a nuestra vida un giro radical transformándola en un reflejo de la vida del Hijo. Ojalá que, mirándolo a Él y escuchando lo que quiere decir a nuestro corazón, nos volvamos a Él y aprendamos a discernir lo que le agrada. Porque a medida que nos vayamos asemejando a nuestro Modelo seremos más felices y nos convertiremos en delicia para Dios.



martes, 16 de febrero de 2016

Ser hijos en el Hijo

En el Evangelio de hoy (Mt 6,7-15) Jesús introduce la oración del Padrenuestro con una verdad que conviene tener en cuenta y que, a menudo, olvidamos: nuestro Padre sabe lo que necesitamos antes incluso de que se lo pidamos; por eso no tenemos que "cargar" nuestra oración de palabras y más palabras.

Pero precisamente porque el Padre sabe bien lo que necesitamos, acepta nuestra "oración barroca" porque muchas veces necesitamos hablar para irnos conociendo ante Él tal y como somos. Quizá, a medida que avance nuestra vida espiritual, vayamos necesitando menos palabras; quizá, conforme transcurra esta historia de amor que tenemos con Él, nos baste con "estar" en su presencia... No sé, pero intuyo que puede suceder algo así...

El Maestro va sentando las bases de ese proyecto que somos cada uno para Dios regalándonos verdades de manera progresiva. Lo único que nos pide es que las guardemos para volverlas a pasar, de vez en cuando, por el corazón. Así irán tomando cuerpo produciendo lo que dicen en nuestro interior, transformándonos en esa persona que Dios quiere que lleguemos a ser. 

Vamos a custodiar cada una de sus palabras con celo y ternura mientras esperamos a que vayan operando esa transformación misteriosa en Él. Porque la Palabra de Dios es eficaz, produce siempre lo que dice y, como nos recuerda Isaías en la primera lectura (55,10-11), esa Palabra que sale de la boca de Dios no volverá a Él vacía, sino que hará su voluntad y cumplirá su encargo: hacer de cada uno de nosotros verdaderos hijos en el Hijo.

lunes, 15 de febrero de 2016

De Cuerpo a cuerpo

Hoy Jesús nos da, a través de Mateo, la "falsilla" del examen más importante de nuestra vida (25,31-46). No se limita el Señor a darnos la batería de preguntas; nos facilita también las respuestas de modo que no haya posibilidad de equivocaciones: todo el bien que hagamos a los hermanos se lo hacemos a Él mismo. Porque ha querido identificarse con nosotros hasta las últimas consecuencias.

A menudo no somos conscientes de que el impulso que nos mueve a volcarnos con los que tenemos cerca y con los que están lejos mediante el milagro de la comunión de los santos, que se opera a través de la oración, es la fuerza de Dios en nosotros; tampoco caemos en la cuenta de que es al mismo Cristo a Quien atendemos en este detalle o en el otro que tenemos con nuestros hermanos. No importa: es Él el destinatario de nuestros cuidados, de nuestro cariño, de nuestra cercanía y calidez con aquellos junto a quienes vivimos. Esto es así porque Él lo ha querido así, seamos o no conscientes de ello.

La fuerza para vivir de este modo procede del Espíritu que Él nos regala; el coraje para amar, de la contemplación del Misterio de su vivir en medio de nosotros en la Eucaristía y de la comunión de su Cuerpo. Porque es esa comunión la que nos hace uno en Él, la que nos identifica con Jesús haciendo realidad que los demás sean Cristo para nosotros y que cada uno de nosotros seamos Cristo para el otro.

Así, de Cuerpo a cuerpo, fluye esa corriente vivificadora que nos inserta, de manera misteriosa pero real, en el torrente de amor intratrinitario que es nuestro hábitat por pura misericordia de Dios.



domingo, 14 de febrero de 2016

Un "Guía" de excepción

Comienza el Evangelio de este primer Domingo de Cuaresma diciendo que el Espíritu fue llevando a Jesús por el desierto mientras el Señor era tentado por el diablo (Lc 4,1-13).

Esta frase me hacía considerar que también nosotros, mientras atravesamos nuestros "desiertos", somos conducidos por el Espíritu, aunque no lo advirtamos. Si nunca estamos solos, pienso que, en los momentos difíciles, con más motivo somos acompañados y sostenidos por el Consolador.

Y, también como Jesús, que quiso ser tentado para asumir del todo y hasta el final nuestra naturaleza, "veremos" la realidad y podremos vencer la tentación: el Espíritu Santo nos dará su luz para desenmascarar la tentación y no sucumbir a ella.


Te invito a repasar las tres tentaciones del Señor que nos presenta Lucas pidiendo al Paráclito su asistencia. Verás como te ayuda a ver en ellas esas mismas que te rondan, sobre todo en los momentos bajos. Porque esos son los que aprovecha el enemigo para ganarnos la partida.

No te preocupes: el Espíritu de Jesús no te deja y con este "Guía" de excepción, el éxito está asegurado.





sábado, 13 de febrero de 2016

El Dios de lo imposible

Hoy asistimos a la llamada de Mateo (Lc 5,27-32) por parte de Jesús; una llamada capaz de arrancarlo de su vida mezquina para convertirlo, nada más y nada menos, que en apóstol. Seguro que más de uno miró con desconfianza y recelo el abandono del banco de impuestos del recaudador, aborrecido por uno y temido por otros; seguro que ni siquiera el mismo Mateo daría crédito a su conversión... ¿Cómo iba a creerse capaz de cambiar de vida apoyándose en sí mismo?

Pero Mateo, que no se fiaba de él, puso toda su confianza en el Señor. Sí, la llamada de Jesús le hizo concebir la esperanza de que, Aquel que lo llamaba, se encargaría de todo... si él lo seguía. Iluminado por la luz interior de la llamada, dejándose arrastrar por la voz del Maestro, dejó todo y lo siguió. Y para inaugurar esa nueva vida que intuía llena, plena, rica, dio un gran banquete. 

¡Qué precioso gesto! ¡Qué elocuente! Porque no se puede ir en pos de Jesús con cara de vinagre ni añoranzas en el corazón. ¿Qué dejamos si seguimos a Quien no nos da cosas sino que se nos da Él mismo? ¿Qué dejamos si Ese que se nos da es Dios? Entonces, ¿cómo no dar un banquete para celebrar su llamada? ¿Cómo no vivir vida de fiesta si el Novio está con nosotros? 

De acuerdo, pero ¿qué pasa esos momentos bajos en los que nos visita el llanto y el sufrimiento?, podemos preguntarnos. Estos momentos, por duros que puedan llegar a ser, no podrán quitarnos el traje de fiesta, convertido ahora en un atuendo de esperanza porque sabemos que todo es para bien de los que aman al Señor y son por Él amados. Nada ni nadie es capaz de consolar y sostener como lo hace Dios. ¿No es esto también motivo de fiesta?

Vamos a celebrar hoy Su llamada. Esa llamada que hace posible lo que nos dice el mismo Dios a través de Isaías, haciéndonos capaces de recibir la Vida que su Hijo nos ha ganado: desterrar todo tipo de opresión, gestos amenazadores y maledicencia; compartir lo que Dios mismo nos da y darnos nosotros mismos como Él se nos entrega. 

¿Que cómo hacer esto tan difícil para nuestro egoísmo? Haciendo lo que hizo Mateo: fiándonos de esa llamada que hace posible lo imposible. Sí, vamos a hacer lo posible, que es lo único que nos compete, dejando el resto a Dios. Él, puedes estar seguro, hará lo imposible. Porque nuestro Dios es el Dios de lo imposible; un experto en borrar los prefijos negativos.





viernes, 12 de febrero de 2016

El ayuno que Dios quiere

Hoy el Señor nos dice por medio de Isaías (58,1-9a) cuál es el ayuno que a Él le agrada. Y es que, a menudo, nos olvidamos de escuchar su voz para atender a sus deseos porque nos quedamos enganchados en nuestro propio modo de hacer las cosas, convencidos de que es el mejor.

A través de profeta Dios nos invita a liberar a nuestro hermano, a alimentarle, a acogerle... olvidándonos de nuestros propios intereses para socorrer su necesidad.

Pensaba que para poder liberar, antes tenemos que liberarnos de todo lo que nos oprime dejando ese peso insoportable en Quien quiso cargarlo por amor nuestro; para poder alimentar al otro tenemos que habernos fortalecido nosotros antes tomando el verdadero alimento: comiendo a Dios hecho Pan, en una locura de amor sin precedentes, y meditando Su Palabra, Esa que nos ha revelado, en un derroche de misericordia,  Quien desea conversar con aquellos a quienes ama; para poder acoger al que vive a nuestro lado, sin juicios ni condiciones, tenemos que dejarnos acoger en nuestra miseria y en nuestra pobreza por Aquel que, al abrazarnos nos cura...

Entonces, cuando vivamos así, poniendo nuestros ojos, nuestro corazón y todo nuestro ser en Aquel que nos salva, recibiremos de Él el inmenso regalo de "descentrarnos", de abrirnos a nuestros hermanos sin cerrarnos a nuestra propia carne. 

El Espíritu del Novio está con nosotros siempre, no toma vacaciones (9,14-15). Él hace posible el verdadero ayuno, ese que Dios quiere. Ojalá que tú y yo nos dejemos enseñar por Él aprendiendo las lecciones del mejor Maestro. 



jueves, 11 de febrero de 2016

Los sueños de Dios

Hoy Jesús nos invita en el Evangelio de Lucas (9,22-25) a negarnos a nosotros mismos y a cargar con la propia cruz cotidiana para seguirLe.

Esta invitación puede parecer dura y difícil de aceptar si la concebimos como una llamada a procurarnos esa autonegación que, sobre todo en nuestros días, se identifica con el más puro y genuino masoquismo.

Sin embargo, nada de esto hay en las palabras del Señor. La clave nos la da el final de la lectura del Deuteronomio (30,15-20) al proponernos la vida verdadera, esa que consiste en amar a Dios, escuchar su voz y pegarnos a Él. ¿No te parece el mejor y más dulce de los programas?

Porque si optamos por vivir así nuestra vida será una réplica de la de nuestro Modelo y Señor: un alcanzar la Vida de Dios habiendo muerto previamente a eso que creemos que es vida y que, por no ser auténtica, se escribe con minúscula.

¿Qué vida es esa? La que tú y yo nos hemos autodiseñado pensando que es lo mejor de lo mejor sin haber reparado en que la que Dios nos tiene reservada es infinitamente superior a la que ha concebido nuestra limitación y pobreza. 


Vamos a morir a esta vida diminuta y pequeña para que puedan realizarse en ti y en mí los sueños de Dios. Vamos a dejar que el Espíritu sople sobre aquello a lo que estamos aferrados para que todo eso, que es bueno, alce el vuelo y alcance alturas insospechadas.




miércoles, 10 de febrero de 2016

Un corazón puro

Hemos inaugurado este tiempo de Cuaresma proclamando el Salmo 50. En él pedimos al Señor que cree en nosotros un corazón puro.

Un gran maestro de espiritualidad de nuestro tiempo, Thomas Merton, define la pureza de corazón como "una total aceptación de nosotros y de nuestra situación como querida por Él. Esto significa la renuncia a todas las ilusiones sobre nosotros mismos, toda estima exagerada de nuestras propias capacidades, para obedecer a la voluntad de Dios [...] La pureza de corazón es el reconocimiento iluminado del hombre nuevo, como opuesto a las complejas y lamentables fantasías del hombre viejo".

El Señor quiere regalarnos en este tiempo de gracia esa pureza de corazón. Dejemos en Él todas esas falsas ideas sobre nosotros mismos seguros de que pondrá en su lugar, si lo deseamos de veras, las suyas. Éste es el camino que nos conduce a ser lo que estamos llamados a ser; éste es el camino que nos lleva a penetrar  en ese misterio que nos supera: lo que ya somos en Él.



martes, 9 de febrero de 2016

El único culto razonable

Escuchamos en el Evangelio de hoy (Mc 7,1-13) de labios del Maestro las palabras de Isaías: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí".

Como los fariseos y judíos de su tiempo, también tú y yo corremos el peligro de aferrarnos a determinadas formas, a cumplir con lo establecido, dejando que esas "cosas" ocupen nuestro corazón quitando el espacio que corresponde al único precepto del Señor: el amor al prójimo.

Vamos a aplicarnos la corrección que Jesús hizo en aquel momento a los que recriminaban a sus apóstoles que no observaban los rituales marcados por la tradición antes de comer. Porque también nosotros enterramos el mandamiento del Señor debajo de mil capas de normas y prescripciones que dejan la cabeza caliente y el corazón helado.

Ojalá que, al menos, tú y yo no nos dejemos embaucar por ese laberinto de costumbres haciendo de ellas nuestros ídolos. Porque es el pecado de la idolatría el que Dios ha venido corrigiendo a nuestros padres desde antiguo.

Vamos a dejar que Él limpie nuestro corazón y deje descansar en él a Su Espíritu; vamos a olvidarnos de lo que pensamos que debemos disponer para su servicio. Porque sólo Dios puede dar a Dios el culto que Él merece.



lunes, 8 de febrero de 2016

La mansión de Dios

Meditando el salmo 131 que nos propone hoy la liturgia, pensaba que esa morada de Dios, su mansión, es Cristo: en Él habita la plenitud de la divinidad. Y, por pura misericordia, Jesús ha querido habitar en ti y en mí junto a su Padre y a su Espíritu. Por eso tú y yo somos morada de Dios.

Nos habita un misterio insondable que encierra otro secreto: la persona que en realidad somos; nuestro "yo" auténtico. Y el Señor hace posible que lo encontremos en Él mismo en ese viaje al interior al que desea acompañarnos.


Le pido hoy que, así como todos los que tocaban la orla de su manto quedaban curados (Mc 6,53-56), del mismo modo tú y yo seamos liberados de nuestra ceguera para encontrarLe en nuestro interior; para encontrarnos a nosotros mismos en Él. 

Ojalá seamos dóciles a las mociones del Espíritu y nos dejemos conducir por ellas a ese hondón del alma en el que, en medio de la oscuridad y el silencio, habita Dios mismo. El Dios que ha querido poner su morada entre nosotros haciéndonos su mansión.




domingo, 7 de febrero de 2016

Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras

La liturgia nos propone hoy tres lecturas con un denominador común: los casos de Isaías (6,1-2a. 3-8), Pablo (1Co 15,1-11) y Pedro (Lc 5,1-11) son iguales. Los tres se consideran indignos de la misión recibida, pero esa indignidad no cuenta porque ha sido Dios Quien los ha elegido y les ha encomendado una misión concreta.

Fijándonos en ellos, el Espíritu nos anima a no temer porque, en frase de San Agustín, Dios nos da siempre eso mismo que nos pide. Por eso basta con recibir para poder responder.

Su elección es un regalo como también lo es el deseo de vivir como a Él le agrada desarrollando la tarea para la que nos creó. Sólo tenemos que procurar estar muy cerquita de Jesús para escuchar su voz y, fiados en ella, no dudar en lanzarnos para vivir eso que nos propone. Porque no se trata tanto de hacer como de vivir de un determinado modo en medio de las circunstancias que la vida nos depara.

Imagino a Pedro aferrado a los pies de Jesús mientras le decía que se apartara de él porque era un pecador. Estoy segura de que sentía exactamente lo contrario de lo que pedían sus labios. Y tú y yo, si sabemos leer lo que sucede dentro y en torno a nosotros descubriremos, con una alegría siempre creciente que hace palidecer a cualquier otro sentimiento de gozo que podamos experimentar, que Jesús emplea todo lo que acontece para desprendernos de lo que nos impide ser sólo de Él.

¿Cabe alegría mayor que vivir únicamente de Él, con Él y para Él? Estoy convencida de que no. Por eso te animo a pedir hoy con el obispo de Hipona: "Señor, dame lo que me pides y pídeme lo que quieras".






sábado, 6 de febrero de 2016

Un camino hacia adentro

Veía en el Evangelio de hoy (Mc 6,30-34) una invitación de Jesús para retirarnos a nuestro interior. Allí nos encontraremos con ese "yo" real que Él ama y con Él mismo.

Porque, lo que sucedía a los apóstoles, también nos sucede a nosotros: andamos tan metidos en las cosas de Dios que, paradójicamente, nos olvidamos del Dios de las cosas. Y es que, muchas veces, preferimos sumergirnos en la actividad para huir de eso que encontramos en nuestro interior y que no nos gusta.

Sé que, si perseveramos silenciosa, pacífica y amorosamente frente a todo eso que nos punza desde lo más hondo de nosotros mismos tratando de aceptarlo tal y como es, Jesús lo redimirá haciendo de todo eso, que es en verdad doloroso y negativo, causa de salvación para nosotros mismos y para el mundo entero.

Ojalá que tú y yo nos adentremos en esa oscuridad propia y dejemos, con corazón dócil y humilde, que Él ilumine con su luz hasta el rincón más remoto. Ojalá que nos atrevamos a emprender ese camino hacia adentro cogidos de Su mano.



viernes, 5 de febrero de 2016

Ser alegría para Dios

La lectura del libro del Eclesiástico es un elogio al rey David (47,2-13). Es Dios mismo quien, a través del hagiógrafo, canta las glorias del que dice que es el mejor de Israel.

Dios perdonó el pecado de David porque el rey nunca dejó de confiar en su misericordia. Tampoco en los momentos de gloria, que fueron muchos a lo largo de su vida, se olvidó de dar gracias, alabando a Dios, a Quien amaba de todo corazón.

Y pensaba que, del mismo modo que Dios es nuestro consuelo y nuestra alegría, podríamos ser nosotros eso mismo para Él, ¿no te parece? ¿Cómo ser alegría para Dios?, podemos preguntarnos. Relee con atención el fragmento del libro del Eclesiástico que la liturgia nos propone hoy y descubrirás con qué poquito se contenta Dios para recrearse en nuestra vida.

Ojalá que vivamos este día alabando a Dios, dándoLe gracias por todo, levantándonos cada vez que caigamos porque confiamos en Su amor incondicional, acudiendo a Él en todo momento. Así seremos un motivo de alegría para Aquel que tanto nos quiere. 

A la Virgen encomiendo este deseo: que nos haga ser causa de alegría para Dios y para todos los que nos rodean. María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.






jueves, 4 de febrero de 2016

Instrumentos de salvación

Marcos nos presenta en su Evangelio el envío de los Doce a predicar la Buena Noticia (Mc 6,7-13).

Jesús los envía dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos para que liberen a todos los que son esclavizados por ellos. Junto a este poder únicamente necesitan confiar en Quien los ha enviado: Él es, en realidad, Quien actúa por medio de ellos.

También a ti y a mí Jesús nos ha confiado una misión. Y como entonces hizo con los Doce, hace hoy con nosotros: nos envía a anunciar Su salvación, que es liberación, a todos los redimidos por Él.

Su Espíritu Santo nos irá desvelando esa misión concreta que nos ha sido confiada. Y serán su poder y su fuerza en nosotros los que predicarán la conversión, liberarán de sus ataduras a quienes han sido llamados a la libertad por Dios y curarán a tantos enfermos de las dolencias que les impiden descubrir y amar al Señor. 

Sólo tenemos que "salir" de nuestra comodidad y aburguesamiento, de nuestras seguridades, para dejarnos llevar por el Espíritu hasta donde quiera llevarnos, como quiera llevarnos. Porque aquí la iniciativa es suya. Aunque esa iniciativa necesita de nuestra respuesta libre e ilusionada para ser instrumentos de salvación en sus manos. 



miércoles, 3 de febrero de 2016

La extrañeza de Jesús

Vuelve el Evangelio de hoy a relatarnos el rechazo que experimenta Jesús por parte de sus vecinos de Nazareth  cuando regresa a su pueblo después del comienzo de su vida pública (Mc 6,1-6). Y, aunque el Señor sabe que ningún profeta es apreciado en su tierra, nos dice el evangelista que se extrañó de su falta de fe.

Puede que también el Señor se extrañe de tu falta de fe y de la mía. ¿Cómo -puede preguntarse- aún no cree con lo que he hecho y estoy haciendo en su vida?

Porque al Dios encarnado que ha asumido nuestra naturaleza nada de lo nuestro le es ajeno; porque su compasión y misericordia nos acompañan y nos sostienen todos los momentos del día; porque nuestro Dios no sólo no exige nada, sino que nos capacita para que respondamos con amor a sus llamadas de amor esperando, sin cansancio, a que su gracia sea acogida por nuestra pobreza para transformarla.

Vamos a recordar las acciones de Dios en nuestra vida para que nuestra fe débil se fortalezca contemplando las maravillas que en nosotros ha obrado su gracia. Vamos a pedir juntos hoy a Jesús que aumente nuestra fe para que Le descubramos, Le conozcamos y Le amemos cada día un poquito más. Ojalá no tenga que extrañarse de nuestra falta de fe porque sepamos ver todo lo que ha hecho en nuestra vida y de nuestra vida.



martes, 2 de febrero de 2016

Una donación agradable a Dios

Hoy, fiesta de la Presentación del Señor, quiero proponerte algo: vamos a acompañar a María y a José camino del Templo. María, con el Niño en brazos no deja de mirarlo. José, silencioso y sonriente, contempla a la Madre y al Hijo deseando no perder ni un detalle.



Y tú y yo podemos pedir al Santo Patriarca que avise a su esposa de que vamos detrás y nos gustaría entrar con ellos al Templo. Así, los dos nos presentarán al Padre junto a Jesús. Y con Él podremos hacer ofrenda de lo único que Dios quiere: nuestro corazón.


Que este sea hoy nuestro sacrificio y que, mirándonos con misericordia, Dios haga sagrada nuestra sencilla y pobre donación que quiere ser total y para siempre.

lunes, 1 de febrero de 2016

Todo está bajo Su Dominio

Las lecturas de hoy nos recuerdan una certeza que deja una paz grande en el corazón: todo está sometido a Dios y todo entra a formar parte activa en su plan de salvación para los hombres, sus hijos.

David encaja los insultos y el desprecio de Semeí como venidos del mismo Dios (2Samuel 15,13-14. 30; 16,5-13a.). Porque el rey ha recibido la gracia de ver en todo a su Señor; en el Evangelio (Mc 5,1-20), el suceso de Gerasa nos recuerda que hasta los demonios están sometidos al poder de Jesús. Nada, absolutamente nada escapa a su dominio.

Sí, Dios es el Señor del Universo, de la Historia, de tu historia y la mía. Y, si acogemos la luz de su Espíritu, aprenderemos a leer cada acontecimiento, cada encuentro o desencuentro en la clave correcta: esa que nos abre el corazón y la inteligencia para descubrir las acciones de Dios en nuestra vida. Porque Dios no deja de de cuidar del mundo y de cada hombre acompañando todo lo que creó para que llegue a la plenitud que desea regalar a lo que recibió de Él el ser.