viernes, 12 de febrero de 2016

El ayuno que Dios quiere

Hoy el Señor nos dice por medio de Isaías (58,1-9a) cuál es el ayuno que a Él le agrada. Y es que, a menudo, nos olvidamos de escuchar su voz para atender a sus deseos porque nos quedamos enganchados en nuestro propio modo de hacer las cosas, convencidos de que es el mejor.

A través de profeta Dios nos invita a liberar a nuestro hermano, a alimentarle, a acogerle... olvidándonos de nuestros propios intereses para socorrer su necesidad.

Pensaba que para poder liberar, antes tenemos que liberarnos de todo lo que nos oprime dejando ese peso insoportable en Quien quiso cargarlo por amor nuestro; para poder alimentar al otro tenemos que habernos fortalecido nosotros antes tomando el verdadero alimento: comiendo a Dios hecho Pan, en una locura de amor sin precedentes, y meditando Su Palabra, Esa que nos ha revelado, en un derroche de misericordia,  Quien desea conversar con aquellos a quienes ama; para poder acoger al que vive a nuestro lado, sin juicios ni condiciones, tenemos que dejarnos acoger en nuestra miseria y en nuestra pobreza por Aquel que, al abrazarnos nos cura...

Entonces, cuando vivamos así, poniendo nuestros ojos, nuestro corazón y todo nuestro ser en Aquel que nos salva, recibiremos de Él el inmenso regalo de "descentrarnos", de abrirnos a nuestros hermanos sin cerrarnos a nuestra propia carne. 

El Espíritu del Novio está con nosotros siempre, no toma vacaciones (9,14-15). Él hace posible el verdadero ayuno, ese que Dios quiere. Ojalá que tú y yo nos dejemos enseñar por Él aprendiendo las lecciones del mejor Maestro.