jueves, 11 de febrero de 2016

Los sueños de Dios

Hoy Jesús nos invita en el Evangelio de Lucas (9,22-25) a negarnos a nosotros mismos y a cargar con la propia cruz cotidiana para seguirLe.

Esta invitación puede parecer dura y difícil de aceptar si la concebimos como una llamada a procurarnos esa autonegación que, sobre todo en nuestros días, se identifica con el más puro y genuino masoquismo.

Sin embargo, nada de esto hay en las palabras del Señor. La clave nos la da el final de la lectura del Deuteronomio (30,15-20) al proponernos la vida verdadera, esa que consiste en amar a Dios, escuchar su voz y pegarnos a Él. ¿No te parece el mejor y más dulce de los programas?

Porque si optamos por vivir así nuestra vida será una réplica de la de nuestro Modelo y Señor: un alcanzar la Vida de Dios habiendo muerto previamente a eso que creemos que es vida y que, por no ser auténtica, se escribe con minúscula.

¿Qué vida es esa? La que tú y yo nos hemos autodiseñado pensando que es lo mejor de lo mejor sin haber reparado en que la que Dios nos tiene reservada es infinitamente superior a la que ha concebido nuestra limitación y pobreza. 


Vamos a morir a esta vida diminuta y pequeña para que puedan realizarse en ti y en mí los sueños de Dios. Vamos a dejar que el Espíritu sople sobre aquello a lo que estamos aferrados para que todo eso, que es bueno, alce el vuelo y alcance alturas insospechadas.