viernes, 5 de febrero de 2016

Ser alegría para Dios

La lectura del libro del Eclesiástico es un elogio al rey David (47,2-13). Es Dios mismo quien, a través del hagiógrafo, canta las glorias del que dice que es el mejor de Israel.

Dios perdonó el pecado de David porque el rey nunca dejó de confiar en su misericordia. Tampoco en los momentos de gloria, que fueron muchos a lo largo de su vida, se olvidó de dar gracias, alabando a Dios, a Quien amaba de todo corazón.

Y pensaba que, del mismo modo que Dios es nuestro consuelo y nuestra alegría, podríamos ser nosotros eso mismo para Él, ¿no te parece? ¿Cómo ser alegría para Dios?, podemos preguntarnos. Relee con atención el fragmento del libro del Eclesiástico que la liturgia nos propone hoy y descubrirás con qué poquito se contenta Dios para recrearse en nuestra vida.

Ojalá que vivamos este día alabando a Dios, dándoLe gracias por todo, levantándonos cada vez que caigamos porque confiamos en Su amor incondicional, acudiendo a Él en todo momento. Así seremos un motivo de alegría para Aquel que tanto nos quiere. 

A la Virgen encomiendo este deseo: que nos haga ser causa de alegría para Dios y para todos los que nos rodean. María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.