sábado, 20 de febrero de 2016

Un amor sin condiciones

El Evangelio de hoy (Mt 5,43-48) termina con estas palabras de Jesús: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". Quizá la traducción de Lucas, que emplea el imperativo "sed misericordiosos", nos ayude a entender mejor lo que el Señor nos pide.

Porque el mandato "sed perfectos" va precedido del mandamiento del amor a los enemigos. Sí, el Dios misericordioso, trata por igual a malos y buenos porque todos son sus hijos. Y quiere que nosotros hagamos lo mismo. 

Él, con sus continuas muestras de amor, trata de atraer a todos a su intimidad para entablar un diálogo con cada uno en el que nos va descubriendo quiénes somos, Quién es Él, a qué estamos llamados... Y nosotros hemos sido llamados a ser conducto por el que muchos lleguen a descubrirLe para poder amarLe. Por eso, tenemos que amar a todos independientemente de cómo se porten con nosotros.

Este amor a los enemigos es del todo inalcanzable a nuestras fuerzas y hace añicos nuestros esquemas. Pero nada nos impide desear ser hijos de nuestro Padre y rogar para ser y vivir como esto que en realidad somos. Puede que tampoco encontremos este deseo en nuestro corazón. No importa: basta con desear tener ese deseo.

Quizá un buen comienzo consista en pedirLe que ame en nosotros a quien no podemos amar. ¿Lo intentamos? María sabe bien cómo hacerlo: Ella adoptó como hijos a aquellos por los que su Hijo murió. Acude a la Señora. Ella te enseñará a perdonar y a amar haciendo de tu vida un mar tranquilo, de aguas saludables, en las que muchos puedan  bañarse en el amor y el perdón de Dios encontrando en tu vida la suavidad, la amplitud y la belleza del amor sin condiciones del Padre que está en el Cielo.