domingo, 25 de diciembre de 2016

Navidad, silencio, desierto... y Dios

Celebramos un año más la Navidad, la Presencia de Dios con nosotros y en nosotros. Y nos sumergimos en esa Presencia "todoabarcante" ayudados por la liturgia: el Dios encarnado es Luz que brilla en las tinieblas, gozo para los que están en Su Presencia, liberación de nuestros yugos y alivio de nuestras cargas, dilatación de una paz sin límites, sostén y consolidación de esa paz en nuestras vidas, victoria sobre nuestros peores enemigos -los que nos hacen la guerra desde dentro-, consuelo, rescate y salvación...

Con Dios entre nosotros y en nosotros hemos dejado de ser los perdidos y abandonados; ahora somos buscados, encontrados y acogidos porque "un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado"; porque "la Palabra se hizo Carne y acampó entre nosotros" y a pesar de que cuando vino a los suyos algunos no Le recibieron, a los que lo acogieron en sus vidas les dio -nos da- el poder de ser hijos de Dios, hijos del mismo Padre en Él, el Hijo que lo perdió todo para ganarnos del todo.

Navidad es todo esto y mucho más porque el Misterio insondable del Dios encarnado ensancha nuestros horizontes vitales hasta límites insospechados... Piénsalo, medita apoyándote en la Palabra que nos ha sido revelada en Él y guarda todo esto en el silencio de tu corazón como hizo Ella.



domingo, 18 de diciembre de 2016

Contemplando a José

Ya en puertas del nacimiento del Señor, la liturgia nos presenta en este cuarto Domingo de Adviento la figura de José, ese hombre bueno a quien Dios confió el cuidado de Su propio Hijo y de la Madre (Mt 1,18-24).

¡Cuántas cosas nos enseña José! Lee si no el texto del Evangelio de hoy y verás todo lo que te sugiere el Espíritu Santo a partir de la persona y la actitud de este hombre recto, honrado, cabal. 


Sí, José, el hombre silencioso, dócil y fiel tiene mucho que decirnos. Sus silencios valen muchísimo más que las palabras. José duerme, con un sueño agitado, los acontecimientos extraordinarios de su vida. Una vida que era tranquila y que, por expreso querer de Dios, va a ser zarandeada y agitada desde sus mismos cimientos. Observa a José; mira cómo escucha... y cómo reacciona...


Me gustaría hablarte mucho de José: es un hombre que me enamora. Pero prefiero pedirle hoy que sea él mismo quien te diga porqué su vida agradó tanto a Dios. Estoy segura de que lo hará... desde su acostumbrado silencio.

Me atrevo sólo apuntar algo que queda puesto de manifiesto en el evangelio de hoy y que sirve, sin duda, para alentar nuestra esperanza: José decidió, aunque equivocadamente. Pero Dios se encargó, a su modo, de enderezar lo que podría haberse torcido... Párate brevemente en esto y considéralo despacio dejándote iluminar por el Espíritu. Verás como aumenta tu valentía para decidir en conciencia qué hacer en cada momento de tu vida sabiendo que, si te equivocas, el mismo Señor saldrá por ti impidiendo que frustres el plan de amor que ha diseñado para que llegues a la plenitud que ha querido darte.

Ojalá encuentres unos momentos en este día para contemplar en silencio el sueño de José. Ojalá los encuentres porque el santo patriarca te mostrará caminos insospechados...



domingo, 11 de diciembre de 2016

Un Domingo para el gozo y la alegría

Celebramos hoy el Domingo del gozo, de la alegría, porque el nacimiento del Señor está cerca, muy cerca.

Nuestro Dios se hace Niño, uno de nosotros: se hace bálsamo para curar nuestras heridas; luz para nuestros ojos ciegos que no consiguen descubrirlo en lo que sucede o en los otros; agilidad y movimiento para nuestros miembros entumecidos y cansados de vagar sin rumbo fijo; resurrección en nuestras muertes cotidianas... Éste es el anuncio de Isaías (35,1-6a. 10) que se realiza en Jesús, como Él mismo afirma ante los discípulos que han sido enviados por el Bautista para preguntarLe si es Él el que ha de venir o tienen que esperar a otro (Mt 11,2-11).

No, no tenemos que esperar otro salvador porque el Salvador ha venido al mundo y sale cada día a nuestro encuentro para sanar nuestras enfermedades y librarnos de nuestras esclavitudes, de todo eso que nos limita y nos ata. 

Pero sí tenemos que esperarLe a Él cada día que amanece, cada minuto de nuestra jornada. Tenemos que esperarLe permaneciendo en un silencio humilde en nuestra ceguera, en nuestra inmovilidad, en nuestra muerte, en nuestros límites, en nuestros desalientos y frustraciones; tenemos que esperarLe  con el corazón ensanchado por la esperanza porque Él viene con su salvación. Si Le esperamos así, procurando sonreír aunque nos rodee la oscuridad, Le descubriremos, mientras Le esperamos, dentro de nosotros alentando esa espera y haciéndola dichosa porque Le sabemos junto a nosotros, en nosotros.

Por eso la invitación de la Iglesia al gozo en este Domingo llamado gaudete es una invitación universal, para todos, estemos en la situación que estemos. Sí, alégrate y salta de gozo porque tu salvación está cerca; alégrate porque Dios está contigo y en ti sanándote, iluminándote, rescatándote... amándote. Que la Virgen, Madre de la Esperanza y de la Espera, nos obtenga de su Hijo la gracia de vaciarnos para dejar que esta Palabra de salvación que es Él mismo haga eco en nuestro interior y sostenga nuestra espera.


domingo, 4 de diciembre de 2016

Vueltos al que viene

Hoy resuena potente en nuestros oídos la voz de Juan el Bautista llamándonos a la conversión ante la inminente llegada del Señor (Mt 3,1-12).

Para escucharla hemos de adentrarnos en el "desierto" de nuestra vida; avanzar con paso seguro hacia esas zonas oscuras que todos tenemos en nuestro interior o que descubrimos en la realidad que nos rodea sabiendo que contamos con la gracia para acogerlas. Sí, el Señor nos concede, si así se lo pedimos, permanecer en eso que nos hace sentir repulsión aguardando con paciencia, en silencio, Su salvación.

Hoy una voz clama en ese desierto personal diciéndonos cómo hemos de permanecer en esa realidad que, de suyo, nos escupe: hemos de "estar" vueltos al Señor aguardando Su venida. Esa es la "posición" que ha de tener nuestra "permanencia".

Permanecer siendo conscientes de que todo eso que no nos gusta, que nos aflige, entristece y molesta, que nos hace daño y nos hunde, forma parte de nuestro equipaje pero no es lo determinante. Tras haberlo reconocido tenemos que colocarlo detrás para que no estorbe nuestra visión del que viene. A Él tenemos que estar vueltos mientras esperamos Su liberación. No importa que no veamos nada, que voces agoreras nos digan que todo va a seguir igual. Sabemos que esto no es verdad porque la salvación que esperamos es la que tiene la última palabra. Y esa salvación llegará.