domingo, 4 de diciembre de 2016

Vueltos al que viene

Hoy resuena potente en nuestros oídos la voz de Juan el Bautista llamándonos a la conversión ante la inminente llegada del Señor (Mt 3,1-12).

Para escucharla hemos de adentrarnos en el "desierto" de nuestra vida; avanzar con paso seguro hacia esas zonas oscuras que todos tenemos en nuestro interior o que descubrimos en la realidad que nos rodea sabiendo que contamos con la gracia para acogerlas. Sí, el Señor nos concede, si así se lo pedimos, permanecer en eso que nos hace sentir repulsión aguardando con paciencia, en silencio, Su salvación.

Hoy una voz clama en ese desierto personal diciéndonos cómo hemos de permanecer en esa realidad que, de suyo, nos escupe: hemos de "estar" vueltos al Señor aguardando Su venida. Esa es la "posición" que ha de tener nuestra "permanencia".

Permanecer siendo conscientes de que todo eso que no nos gusta, que nos aflige, entristece y molesta, que nos hace daño y nos hunde, forma parte de nuestro equipaje pero no es lo determinante. Tras haberlo reconocido tenemos que colocarlo detrás para que no estorbe nuestra visión del que viene. A Él tenemos que estar vueltos mientras esperamos Su liberación. No importa que no veamos nada, que voces agoreras nos digan que todo va a seguir igual. Sabemos que esto no es verdad porque la salvación que esperamos es la que tiene la última palabra. Y esa salvación llegará.