domingo, 18 de diciembre de 2016

Contemplando a José

Ya en puertas del nacimiento del Señor, la liturgia nos presenta en este cuarto Domingo de Adviento la figura de José, ese hombre bueno a quien Dios confió el cuidado de Su propio Hijo y de la Madre (Mt 1,18-24).

¡Cuántas cosas nos enseña José! Lee si no el texto del Evangelio de hoy y verás todo lo que te sugiere el Espíritu Santo a partir de la persona y la actitud de este hombre recto, honrado, cabal. 


Sí, José, el hombre silencioso, dócil y fiel tiene mucho que decirnos. Sus silencios valen muchísimo más que las palabras. José duerme, con un sueño agitado, los acontecimientos extraordinarios de su vida. Una vida que era tranquila y que, por expreso querer de Dios, va a ser zarandeada y agitada desde sus mismos cimientos. Observa a José; mira cómo escucha... y cómo reacciona...


Me gustaría hablarte mucho de José: es un hombre que me enamora. Pero prefiero pedirle hoy que sea él mismo quien te diga porqué su vida agradó tanto a Dios. Estoy segura de que lo hará... desde su acostumbrado silencio.

Me atrevo sólo apuntar algo que queda puesto de manifiesto en el evangelio de hoy y que sirve, sin duda, para alentar nuestra esperanza: José decidió, aunque equivocadamente. Pero Dios se encargó, a su modo, de enderezar lo que podría haberse torcido... Párate brevemente en esto y considéralo despacio dejándote iluminar por el Espíritu. Verás como aumenta tu valentía para decidir en conciencia qué hacer en cada momento de tu vida sabiendo que, si te equivocas, el mismo Señor saldrá por ti impidiendo que frustres el plan de amor que ha diseñado para que llegues a la plenitud que ha querido darte.

Ojalá encuentres unos momentos en este día para contemplar en silencio el sueño de José. Ojalá los encuentres porque el santo patriarca te mostrará caminos insospechados...