lunes, 31 de agosto de 2015

Jesús, Predicador de la gracia

Jesús está hablando en la sinagoga (Lc 16-30). Pedimos al Espíritu Santo nos conceda fijar nuestros ojos en Él; abrir nuestros oídos para escuchar lo que quiere decirnos; disponer nuestro corazón para acogerlo; tener la valentía de dejar que eso que nos dice nos cambie por dentro y por fuera...


Jesús nos anuncia un tiempo de gracia en nuestra vida que empieza hoy mismo; en este preciso momento en que estamos pendientes de Él. La gracia... Jesús viene a traer gratuitamente a tu vida y a la mía la riqueza que supone dejar todo para acoger su Reino; la libertad de las pequeñas y grandes ataduras cotidianas que no nos dejan ser nosotros mismos -esos que Él ha soñado que seamos...-; la vista para nuestros ojos ciegos, incapaces de descubrirLe en todo y en todos... Pero todo esto que viene a traer Jesús a nuestra vida supone también sufrimiento porque implica dejar que nos despoje de nuestras seguridades, de esos apegos que nos impiden ser sólo de Él; todo esto implica una curación previa tantas veces dolorosa.. 


Ante su anuncio cabe adoptar dos actitudes: la de dejarnos purificar para ser liberados o la de aferrarnos a esos "ídolos" que, bajo apariencia de libertad y felicidad, traen a nuestra vida esclavitud y tristeza. ¿Llegaremos algún día a creernos que vivir como el Señor vivió es la clave de nuestra plenitud? Ojalá seamos permeables a la acción del Espíritu en nuestro interior que trata incesantemente de hacernos avanzar por el camino que nos va introduciendo en esta verdad que nos conducirá a la posesión de la Verdad que es Cristo.




domingo, 30 de agosto de 2015

Un deseo de Dios

Jesús recurre a Isaías para lamentarse porque el corazón de Israel está lejos de Dios (Mc 7, 1-8a): "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos"... Y añade el Señor: "Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres".

Jesús, gracias por recordarnos que lo único que quieres es nuestro corazón. Deseamos con toda el alma vaciarlo de trastos para que lo ocupes sólo Tú; queremos ponerlo sólo en Ti, Señor; anhelamos vivir tu mandamiento, el único, el del amor, desechando todo lo que obstaculice vivir según él. Y estamos seguros de que este deseo se verá colmado porque sabemos que has sido Tú quien lo ha puesto en nuestro corazón. No importa que no lo sintamos; que no seamos capaces de verlo con los ojos del alma. Sabemos que está ahí porque Tú no pides imposibles; porque jamás pides nada que no nos hayas dado antes. También sabemos, Jesús, que lo que nos pides es lo que nos da la auténtica felicidad; la más genuina y verdadera libertad.

Te pedimos esta tarde, con las palabras de la carta del apóstol Santiago (1,17-18. 21b-22.27.), que nos concedas el regalo de aceptar dócilmente tu Palabra, esa que ha sido plantada en nosotros y que es capaz de salvarnos. Así, salvados por ella, podremos entregarTe nuestro corazón y darte el culto que esperas que nosotros cuidándoTe en los más débiles, viviendo en la libertad que nos das para amar como Tú nos has amado y nos amas. Que ésta, Señor, sea nuestra oración esta tarde...



sábado, 29 de agosto de 2015

La alegría de dar para recibir

Con la parábola de los talentos Jesús nos recuerda que nos ha regalado unos dones y la gracia para ponernos en marcha haciéndolos fructificar (Mt 25,14-30). Este "trabajo", que comienza por un descubrimiento de lo que nos ha sido dado para bien propio y de los demás, continúa prestando atención a la voz del Maestro que resuena en lo más profundo de nosotros mismos y que nos indica cómo hacer para que se multiplique lo que gratuitamente hemos recibido.


Hoy te animo y me animo a pedir la asistencia del Espíritu Santo para descubrir esos regalos de Dios en nosotros mismos y en los demás de manera que nos pongamos manos a la obra para emplearlos haciendo más agradable la vida a los que nos rodean ya que esos dones nos han sido dados para el servicio. Reconocerlos nos llevará a agradecerlos y, estoy segura, a no exigirnos a nosotros mismos ni a los demás más de lo que podemos y pueden dar. Porque, si Dios no pide a todos igual, ¿vamos a exigir tú y yo lo que Él no exige?

viernes, 28 de agosto de 2015

Una WiFi muy especial...

Hoy, día de San Agustín, Jesús nos recuerda algo que debemos tener presente para caminar seguros y confiados: nos ha dado la Palabra del Padre (Jn 17, 14-23); se ha dado a Sí Mismo...

Tenemos la garantía de que, enfrentándonos con sinceridad a la Palabra de Dios y dejándonos conducir por su Espíritu al leerla y meditarla, avanzamos por el camino que conduce al conocimiento propio y al de Dios. Sí, la Palabra es una WiFi de una cobertura total e inalterable que nos permite caminar conectados con Dios, nuestro Creador y Padre.

La Palabra, Cristo mismo que se nos entrega, nos va cambiando si le dejamos hacer y va convirtiendo nuestra vida en un testimonio de su Presencia entre los hombres. Porque es Él quien quien hace posible el ideal marcado por San Pablo en la primera lectura (Co 3,12-17).

Jesús, concédenos que tu Palabra nos vaya haciendo, a medida que la saboreamos, misericordiosos, bondadosos, humildes, dulces, comprensivos. Que nos sintamos de tal modo amados y perdonados por Ti, ¡salvados!, que podamos hacer nosotros lo mismo con nuestros hermanos.


jueves, 27 de agosto de 2015

Fidelidad y cuidado...

Hoy Jesús nos pide que le esperemos viviendo y guardando la fidelidad que nos ha regalado y cuidando unos de otros con el amor que también Él nos da a manos llenas (Mt 24, 42-51).


¿Cómo atender a la fidelidad y al cuidado con los que nos quiere encontrar a su venida? Pienso que el único modo que tenemos de mantener esas lámparas encendidas es mirando a nuestras vidas, ayudados por el Espíritu de Jesús, para descubrir en ellas su fidelidad y su cuidado para con nosotros.


Haz la prueba: quedarás sorprendido y de tu corazón brotará el agradecimiento y la alabanza porque Dios ha sido fiel contigo permaneciendo siempre a tu lado; porque jamás ha dejado de cuidar de ti... 

¡¡¡Gracias, Jesús, por todo, por tanto...!!! Ayúdame porque quiero hacer Contigo y con los demás lo mismo que Tú, antes más y mejor, has hecho conmigo.


miércoles, 26 de agosto de 2015

No temas; estoy contigo

Hoy Jesús nos invita a ti y a mí a mirar nuestro corazón. Por eso te animo a hacerlo en la confianza de que, aunque descubras cosas que no te gustan y su interior se parezca al de los fariseos (Mt 23,27-32), Jesús está contigo. 


No te espantes veas lo que veas en esas profundidades: haz esa peregrinación a tu interior con Él; pídele su Espíritu para que ilumine tus tinieblas. Busca un Sagrario, donde está real y verdaderamente presente Jesús con su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad. Y puesto frente a Él disponte a hacer la "travesía". ¡Atrévete! No estás solo; no temas... El Señor sólo te pide que reconozcas y asumas lo que ves; luego dirige tu mirada a Él, presente físicamente a tan sólo una corta distancia de donde tú te encuentras. Entenderás que te dice que abandones tu "descubrimiento" en Él... Jesús se encargará del resto... Entonces, disfrutando de la paz que sólo Él puede darte, adora su Presencia real en el Tabernáculo; adora y confía...




martes, 25 de agosto de 2015

Anclarnos en lo fundamental

Jesús nos invita hoy a preguntarnos y preguntarLe por lo fundamental para basar en ello nuestra vida cristiana (Mt 23,23-26).

Pregúntate qué es para ti lo esencial en el seguimiento de Cristo. Pero, sobre todo, pregúntale a Él... Estate seguro de que su voz se dejará oír en lo más profundo de ti si de verdad quieres escucharLe... 


Señor, concédenos hoy la gracia inmerecida de descubrir qué es lo esencial en una vida que pretende no sólo llamarse sino ser en verdad cristiana. Danos tu Espíritu para ahondar y así poder echar cimientos sólidos que sustenten nuestro existir. Ayúdanos a dejarnos injertar en Ti y, permaneciendo en Ti anclados, dar frutos que durarán para siempre. ¡No dejes, Jesús, que nos perdamos en lo accidental perdiéndonos lo esencial!


lunes, 24 de agosto de 2015

Ser flecha amarilla

En Mt 23, 13-22 nos recrimina el Señor que, con nuestro modo de proceder antievangélico en tantas ocasiones, cerremos a los hombres el Reino de los Cielos. ¿Cómo y cuándo impedimos que Él reine en cada corazón...?

Pensaba que somos obstáculo para que el Reino sea una realidad cuando abandonamos el ideal de vivir que Jesús nos presenta; cuando actuamos de forma que ocultamos la luz que el Espíritu no deja de proyectar desde nuestro interior para iluminar el camino de aquellos con los que vivimos.

Me parece que no se trata de hacer nada, sino más bien de no estorbar la acción de Dios en ti y en mí; de estar atentos a sus inspiraciones; de levantarnos cuando caigamos y, sobre todo, de pedir perdón por el daño que hacemos o por el bien que dejamos de hacer... También impedimos la entrada al Reino y la entrada del Reino en cada persona cuando dejamos de decir "gracias" por todo lo que recibimos de cada uno en particular, de todos los hombres y mujeres contemporáneos y antepasados nuestros. Porque si creemos en el Padre, creemos en la fraternidad universal y en la comunión -común unión- de todos en Cristo. Esta ligazón con todo lo salido de las manos del Padre, hombres y creación entera, implica que todo lo bueno o malo que hagamos redunda en los demás y en la naturaleza, la "casa común" en expresión feliz de Francisco. ¿Pensamos acaso que tenemos algo que no hayamos recibido? ¡¡¡La misma cultura en la que nacimos, la lengua que aprendimos, el pensamiento que configuró los primeros cimientos de nuestra capacidad racional...!!! ¿Seremos tan ignorantes de apropiarnos lo que es patrimonio de la humanidad por ser don de Dios para sus hijos? Él ha preparado nuestra propia persona "ensayando" nuestros gestos, nuestra fisonomía, nuestro carácter..., en la serie continuada de todos nuestros antepasados, de muchísimos que nos han precedido.


Hace unos días, una amiga me decía que se sentía "flecha amarilla", indicación que señala a los demás el camino hacia Dios. Leyendo este evangelio me he acordado de ella y he pensado que Jesús quiere que seamos esto para los demás: flecha amarilla que le señale a Él.

Hoy, fiesta de San Bartolomé, recordamos y damos gracias por Felipe, que supo ser flecha amarilla para que su amigo descubriera al Mesías. Ojalá tú y yo no sólo no impidamos a nuestros hermanos que se encuentren con Jesús, sino que seamos flecha amarilla indicadora del camino para llegar al Maestro.




domingo, 23 de agosto de 2015

Palabras de vida eterna

Hoy asistimos a un episodio triste de la vida del Señor (Jn 6,61-70): el abandono de muchos de sus discípulos que, tras escuchar de sus labios el discurso sobre el Pan de Vida, juzgan su modo de hablar como inaceptable.

Tú y yo, a veces, también hemos juzgado del mismo modo las enseñanzas de la Iglesia que han producido en muchos la huída de un "lugar" que consideran opresivo y castrante. Y es que uno de los mayores errores en los que podemos caer consiste en convertir el seguimiento de Cristo en un moralismo, en un conjunto de preceptos que cumplir. Cuando ésta es la premisa de partida, tarde o temprano se produce la desbandada.

¿Cómo evitar que lo secundario ocupe el lugar de lo fundamental y llegue a arruinarlo? Escuchando en el silencio la Palabra de Jesús que, salida de su boca, nos interpela en un encuentro personal, de Tú a tú. Es cierto que la exigencia es entonces mayor incluso que cuando procede de un contexto normativo ajeno a nosotros, pero es una exigencia dulce y suave que no sólo no aleja del Maestro sino que nos une más íntimamente a Él a medida que transcurre nuestra vida porque todo en ella es gracia y la exigencia viene precedida del don que la hace posible.

Jesús, haznos capaces de Ti para que nunca desertemos de su amistad, de tu amor. No permitas que caigamos en el engaño y el fariseísmo de un cumplimiento hipócrita y vacío regido por un moralismo absurdo carente de vida. Danos, Señor, el don del encuentro personal Contigo en tu Palabra viva que, asumida y hecha carne en nosotros, nos da la vida dándola a la vez al mundo. Y perdona nuestro mayor pecado: el de haber sido los causantes de que muchos se alejen de Ti por haber reducido tu seguimiento a una religión basada en normas frías y muertas. Hoy te decimos con el bueno de Pedro: "¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos".



sábado, 22 de agosto de 2015

Cuando Dios ensalza

Continuamos leyendo el libro de Rut (2, 1-3. 8-11; 4,13-17). La generosidad de la moabita para con su suegra, con quien ha decidido vivir renunciando a su familia y lugar de origen, no deja impasible a Dios, el mejor pagador. Así, Rut se convertirá en mujer de Boaz y madre de Obed -abuelo del rey David-. De este modo, una mujer extranjera pasa a formar parte de la genealogía de Jesús, el Verbo encarnado.

Y es que, como el Señor nos recuerda en el evangelio (Mt 23,1-12), el que se humilla será enaltecido. La Virgen canta en el Magníficat que Dios ha mirado su humillación. ¿A que humillación se refiere María? Bien podría tratarse de su voluntaria renuncia a ser madre, renuncia que se da antes de conocer por medio del ángel la voluntad de Dios para ella. Para una mujer judía la mayor humillación consistía en no dejar descendencia ya que el pueblo escogido esperaba expectante la llegada del Mesías, que habría de nacer de una virgen. Por eso, el hecho de que Dios no concediera hijos a una mujer era considerado un oprobio. María se humilló poniéndose libre y voluntariamente en esta situación de deshonra. Y Dios la exaltó convirtiéndola en Madre de su Hijo.

Rut deja a los suyos y su tierra para ir a un lugar donde siempre sería considerada extranjera sólo por amor a su suegra, para no dejarla sola en su ancianidad. María, la esclava del Señor, se coloca en una situación que la excluye de la gloria de ser estirpe del Mesías esperado para ser pura y genuinamente la esclava del Señor, la que sirve y pasa desapercibida, como si no existiera; la que jamás recibirá reconocimiento ni honores.  Dos mujeres que, porque se hicieron servidoras, fueron colocadas en el primer puesto; dos mujeres que, renunciando a cualquier tipo de estima o aprecio, fueron honradas por Dios como jamás se atrevieron a soñar...

Y tú y yo, mirándolas, ¿no sentimos un deseo grande de olvidarnos de nosotros mismos, de hacer vacío para disponernos a dejarnos llenar por Dios? Que María nos conceda avanzar por nuestro camino dejando espacio en nuestro interior para que su Hijo pueda encarnarse también en nosotros. Que como Rut, estemos pendientes a las necesidades de los que nos rodean para acudir en su ayuda como también hizo María yendo a atender a su prima en su embarazo. Y que, como la Virgen, acojamos la Palabra de Dios en nuestro interior para que, tomando vida en nosotros, sirva y salve a los demás.



viernes, 21 de agosto de 2015

Nuestro Dios es fiel

La primera lectura de hoy (Rut 1,1. 3-6. 14b-16. 22.) nos recuerda la historia de fidelidad de dos mujeres que unen sus destinos para siempre porque saben reconocer la una en la otra el don de Dios. Esta fidelidad que permanece aún en momentos difíciles es imagen de la fidelidad de Dios.

Te invito a que eches un vistazo a tu vida después de pedir su luz al Espíritu Santo para que ilumine ante los ojos de tu alma los caminos que has transitado. Él te hará ver, con total seguridad, que Jesús, el caminante eterno, ha permanecido siempre a tu lado.

Entonces surgirá espontánea la acción de gracias y nuevas luces arrojarán su haz sobre tu pasado y tu presente haciendo posible lo que Jesús nos pide a ti y a mí en el evangelio de hoy (Mt 22, 34-40). Ese amor exclusivo a Dios y, por Él, a nuestros hermanos sólo puede darse en base al amor con que Él nos ama. Ponte en tu presencia y descubrirás que siempre, siempre, Jesús nos da primero lo que luego nos pide. DaLe gracias porque nuestra respuesta a sus requerimientos va incluida indefectiblemente en eso que solicita de ti.


Dile hoy con Rut: "No insistas en que te deje y me vuelva. Donde tú vayas, yo iré; donde tú vivas, yo viviré...". Y abre después muy bien los ojos para descubrirlo en esa persona que camina junto a ti en tu retorno a la Casa del Padre.


jueves, 20 de agosto de 2015

Invitados a un Banquete

Jesús nos invita hoy a asistir a un Banquete verdaderamente especial (Mt 22, 1-14). 

Desde toda la eternidad, la Trinidad estuvo preparando este Banquete de salvación, el Banquete de bodas del Hijo. Y llegada la plenitud de los tiempos, tuvo lugar ese encuentro en torno a la Mesa en la que Jesús parte el Pan que es Él mismo y se da del todo. Ha estado soñando desde siempre en ese partirSe y repartirSe y lo ha deseado con toda la fuerza de su Corazón amantísimo de Dios que se hizo Hombre para que tú y yo tuviéramos Camino por el que regresar a la Casa del Padre.

Ese partirSe y repartirSe es Banquete nupcial y es sacrificio. El significado de esta última palabra produce rechazo a nuestra mentalidad y sensibilidad, pero ella encierra parte del Misterio insondable del amor del Dios Amor por cada hombre concreto de carne y hueso que ha existido y existirá hasta el final de los tiempos. 

Por eso, porque nos resistimos a entrar en las profundidades del sacrificio, pido hoy al Espíritu para ti y para mí que sea Él nuestro guía en esa expedición de exploración por el interior infinito del Corazón de Dios. Y me atrevo a pedir -sé bien que es una osadía- que nos conduzca a la Mesa para recibir el Pan de manos de Jesús de tal modo que dejemos que ese Don realice en nosotros lo que nuestro Maestro desea: hacernos asimismo don, pan partido y repartido, para saciar el hambre de nuestros hermanos. 

Haznos, Jesús, pan para todos como Tú mismo eres Pan; concédenos la gracia de ser banquete y sacrificio agradable al Padre para continuar tu misión de devolverLe a sus hijos... Madre y Señora Nuestra, que todos los que nos han sido confiados por la confianza de Dios en nosotros, pobres y limitados pero hijos queridísimos suyos, repongan sus fuerzas para el camino comiéndonos, el camino de retorno al Hogar del Padre. Sabemos que preparas la sala del Banquete para que todos nos sentemos a esa mesa de bodas. Haznos dignos de sentarnos a esa mesa.


miércoles, 19 de agosto de 2015

"Id también vosotros a mi viña"

Hoy Jesús nos dirige a ti y a mí estas palabras: "Id también vosotros a mi viña" (Mt 20, 1-16a). Y nosotros, que deseamos hacer lo que el Maestro nos pide porque Él mismo se ha encargado de regalarnos este deseo, podemos preguntarnos cuál es su viña...

El trabajo en la viña me sugiere el cuidado de lo que el Señor más quiere: el hombre y, tras él, la creación entera. El primer hombre, la primera mujer, somos tú y yo. Cuidarnos a nosotros mismos implica dejarnos trabajar por dentro para llegar a ser lo que cada uno está llamado a ser. Cuidar de los demás conlleva prestar atención a los que tenemos al lado para ayudarles a disponerse para lo mismo: dejar actuar en su interior y en su vida al Espíritu. ¿No te parece éste un trabajo apasionante? A mí me parece, con mucho, el mejor de todos.

Te invito a que hoy, si estás despistado y no aciertas a concretar tu "trabajo", preguntes a Jesús cuál es tu viña. A Él le pido que sepas escuchar su voz y te dejes arrastrar e invadir por su gracia para realizar el trabajo que le agrada. ¡¡¡Ánimo!!! Somos obreros del mejor Patrón y trabajamos en la mejor de las viñas.

martes, 18 de agosto de 2015

El ciento por uno

El evangelio de hoy (Mt 19, 23-30) nos anima a no desfallecer ante las dificultades en el seguimiento de Cristo ya que, por grandes que éstas sean, es Jesús mismo quien nos dice que Dios lo puede todo. 

También a veces tú y yo hemos dicho al Señor lo que en esta ocasión le dijo Pedro: "Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos va a tocar?". Conocemos la respuesta del Señor a esta pregunta: magnánima, como todo lo que viene de Él.

Algo parecido, aunque en distinta dirección, sucedió con Santo Tomás de Aquino: en esta ocasión fue Jesús quien se mostró deseoso de dar algo al bueno de fray Tomás. Escribía por entonces la tercera parte de la Suma de Teología que trata de la pasión y resurrección de Cristo y de los sacramentos. Pero no sólo escribía sino que pasaba largas horas en oración. Un día que oraba ante el crucifijo escuchó del Señor esto: "Tomás, has escrito muy bien sobre mí; ¿qué recompensa quieres por tu trabajo?" A lo que el Aquinate respondió sin titubeos: "Sólo a Ti, Señor".

¡¡¡Sólo a Ti, Señor!!! ¡Qué sensibilidad la de Tomás! ¡Qué intuición y qué amor tan grande demostró a Jesús con esta respuesta! ¿No supera esta petición con mucho a todas las necesidades y deseos que podamos imaginar? ¿Por qué pedimos al Señor "cosas" en vez de pedirLe que se nos dé Él mismo? 

Jesús, nosotros, que procuramos seguirte y que, para eso, luchamos por dejar lo que nos impide hacerlo, queremos pedirte hoy sólo una "cosa": que nos hagas capaces de poseerte y de dejarnos poseer por Ti. ¡¡¡Sólo te queremos a Ti, Señor!!!


lunes, 17 de agosto de 2015

Una cosa te falta...

Jesús nos dirige hoy a ti y a mí las mismas palabras que pronunció cuando aquel joven se le acercó para decirle que necesitaba hacer algo más... (Mt 19,16-22).

El que puso en el corazón del joven ese deseo de seguirle más de cerca, pone en el tuyo y el mío inquietudes semejantes que nos hacen buscar, ponernos en camino... Pero para caminar siguiendo el ritmo marcado por el Señor tenemos que ir ligeros de equipaje, ¿no te parece?

Jesús, concédenos la gracia de seguirte muy de cerca, de levantarnos cada vez que caigamos bajo el peso de todo eso que nos ata y nos impide caminar tras de ti con paso ágil, con garbo, con alegría. Pon en nuestro camino personas y acontecimientos que, cuando hayamos caído en la tentación de la huída ante tus exigencias amables y amorosas, nos hagan rectificar el rumbo y volver a ti. Hoy, Señor, queremos soñar que esto fue precisamente lo que hizo aquel joven. Porque... ¿cómo resistirse al amor de tu mirada...?

viernes, 14 de agosto de 2015

Tu tierra prometida

Hoy el libro de Josué nos recuerda la historia de salvación y liberación que Dios hizo con su pueblo (Josué 24, 1-13). Yavhé conduce a su pueblo hacia la tierra prometida dándole la victoria sobre sus enemigos, escuchando sus llamadas de auxilio y socorriéndolo de los peligros que lo amenazaban.


Esta misma historia se repite hoy en tu vida y en la mía. El Señor nos conduce hacia nuestra propia plenitud, nuestra identificación con Él, rescatándonos de todo lo que puede impedir que nos unamos a Él imitando su modo de vida a ritmo de sus inspiraciones que esperan respuesta por nuestra parte.

Nuestra tierra prometida es Jesús mismo que se nos da gratuitamente sin esperar nada fuera de que lo recibamos. Ahora el Señor hace contigo y conmigo lo que entonces hizo con su pueblo: darle una tierra por la que no había sudado; ciudades que no había construido; viñedos y olivares que no había plantado... Sólo porque es su pueblo... A nosotros se nos da mucho más porque Jesús es infinitamente más que todos estos regalos de Dios. 

Perdónanos, Señor, porque no caemos en la cuenta de esta verdad; perdona nuestra mediocridad que suspira por sucedáneos de felicidad cuando te tenemos a Ti; perdona porque no sabemos disfrutarte y poseerte, porque no dejamos que nos poseas... ¡Perdona, Jesús! Ten misericordia de nuestra pobreza y haznos capaces de Ti.


miércoles, 12 de agosto de 2015

La fuerza de la oración

Hoy el Señor nos anima en el evangelio (Mt 18, 15-20) a orar en la seguridad de que el Padre nos dará lo que pedimos: Jesús mismo es el garante de esta promesa...

El que nunca miente porque es la Verdad plena afirma con rotundidad que, cuando dos se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, serán escuchados. Si Él no miente, ¿por qué no obtenemos lo que pedimos?

Puede que lo hagamos sin fe; puede que no acertemos a pedir eso que nos conviene... ¿Qué pedimos tú y yo a Jesús cuando oramos? En Lc 11,13 el Señor nos dice que, si nosotros que somos malos damos cosas buenas a nuestros hijos, cuánto más nos dará el Padre el Espíritu Santo cuando se lo pidamos... El Espíritu Santo, ese gran desconocido; el que opera sin cesar en nosotros para hacernos más y más semejantes al Hijo; el que no deja de actuar en una discreción que pasa desapercibida a nuestros sentidos abotargados por el ruido, las prisas, el egoísmo... Él es el gran Don que recibimos del Señor por voluntad del Padre. 

¡¡¡Qué pena que no advirtamos que es ese Don el que debemos pedir!!! ¡¡¡Si acertáramos a descubrir que teniéndolo a Él lo tenemos todo!!! Porque el Espíritu gime dentro de nosotros y Él sí que sabe pedir lo que nos conviene...


lunes, 10 de agosto de 2015

Perder para ganar

De nuevo nos sorprende Jesús hoy con una de sus paradojas (Jn 12, 24-26) al asegurarnos que sólo el grano de trigo que muere da mucho fruto.



Y nosotros, de natural cobarde y temeroso ante todo lo que suponga sufrimiento y muerte, podemos adoptar tres actitudes ante esta verdad evangélica: evitarla haciendo oídos sordos; edulcorarla haciendo decir a Jesús algo que, en realidad, no dice; aceptarla, aunque cueste y no logremos entender, y guardarla en el corazón a la espera de que el Espíritu nos vaya enseñando a vivirla... En esta espera confiada Él nos irá preparando y descubriendo su hondura, su verdad más profunda.

El Espíritu de Jesús nos guía; su Cuerpo y su Sangre son alimento que nos sostiene y fortalece. Y sabemos que nada ni nadie nos apartará jamás de su amor. ¡No hay lugar para el temor...! Porque la muerte que Jesús nos anuncia como "lugar" previo a dar una cosecha abundante es una "muerte" por la que pasaremos con Él.

Y como sabemos, Señor, que el que siembra generosamente, generosamente cosechará (2Co 9, 6) te pedimos nos regales una generosidad a la medida de la tuya que, a semejanza de la de San Lorenzo, se dé sin regateos, sin cicaterías, sin esperar nada a cambio, de manera gratuita, a fondo perdido...


viernes, 7 de agosto de 2015

Seguir a Jesús...

Hoy resuena en nuestros oídos la invitación del Señor a reconocer y pasar por el corazón una y otra vez, meditándolo, que Él es único Dios (Dt 4, 32-40). Recordar la propia historia de la mano del Espíritu Santo nos capacita para ver las maravillas que su acción ha obrado en nuestra vida y, por eso, nos hace agradecidos.


Haciendo este recorrido en su presencia descubriremos que la invitación de Jesús en el Evangelio de hoy (Mt 16,24-28) es algo que, por su misericordia, venimos haciendo desde que tomamos conciencia  de ser sus seguidores. Todo es gracia. El deseo de ser suyos, también. Y, por lo mismo, el negarse a uno mismo y tomar la cruz que cada día nos pone en el propio camino son regalos de Jesús. Sólo nos pide que los acojamos y que caminemos a su lado... si queremos. ¿Cómo acoger estos dones? Es el Maestro quien te dirá... Párate un poco, haz silencio por fuera y por dentro, dirige tu atención hacia Él y comprobarás como te habla al corazón sin necesidad de palabras, a través de los que te rodean, sirviéndose de lo que sucede en tu vida... ¡Prueba y verás! Jesús nunca defrauda.


jueves, 6 de agosto de 2015

Siempre con Jesús...

El evangelio de hoy (Mc 9, 2-10) nos relata la experiencia de Pedro, Santiago y Juan, testigos presenciales de la transfiguración de Jesús en el Tabor. El Maestro, que da siempre antes lo que más tarde pide, quiso que vieran su gloria para sobrellevar el escándalo de la Cruz cuando llegara el momento de su pasión. 

Dice Marcos que subieron al monte y luego descendieron. De la subida no tenemos más detalles y de la bajada la Escritura nos dice que, cuando Jesús les habló de su resurrección pidiéndoles que no desvelaran nada de lo vivido hasta que Él no resucitase, no entendieron nada. Del tiempo que pasaron con Jesús en la cumbre sabemos, por boca de Pedro, que se hubieran quedado allí aunque "tenían miedo y no sabían lo que decían" apunta el evangelista.

Este trayecto de subida y descenso del monte es una imagen de nuestra propia vida; de la tuya, de la mía. Y lo que brota de mi corazón al releer y meditar este pasaje es que lo que nos suceda es lo de menos si contamos con la presencia del Señor en cada acontecimiento de nuestra vida. 

Jesús, no nos abandones nunca. Mejor, porque sabemos que nunca lo haces, que, suceda lo que suceda, sepamos por la fe en Ti que nunca fallas, que vives cada suceso de nuestra vida sosteniéndonos, animándonos, consolándonos, alegrándote con nosotros. ¡¡¡Gracias, Señor, por tu presencia!!! ¡¡¡Gracias por haberte quedado con nosotros!!!


miércoles, 5 de agosto de 2015

Orar sin desalentarnos

Hoy Jesús nos anima a acercarnos a Él con la confianza con la que lo hizo aquella cananea para pedir la curación de su hija (Mt 15, 21-28). 

El Señor, que conocía el corazón de esa mujer y su fe, retrasa el momento de hacer el milagro para enseñarnos que nuestra confianza en Él es la que hace posible los milagros en nuestra vida. El que se admira de la fe de la cananea, no dejará de alegrarse por nuestra perseverancia en la oración, una oración que espera confiada en ser escuchada.

Gracias, Jesús, porque siempre nos escuchas. Gracias, Señor, porque tus "retrasos" en respondernos siempre tienen una razón de ser. Enséñanos, Maestro bueno, a esperar pacientemente confiados y a descubrir el porqué de tu modo de conducirte con cada uno de nosotros. Gracias, Jesús, porque sabemos que no permites ni dispones nada que no sea para nuestro bien.


martes, 4 de agosto de 2015

Es cuestión de fe

Hoy Jesús vuelve a repetirnos en el evangelio de Mateo (14, 13-21) que nuestra seguridad es Él; que no tengamos miedo porque es Él quien nos llama y nos da la gracia para secundar su llamada; que podemos confiar en quien tantas muestras de amor nos ha dado...

Los enfermos de Genesaret estaban convencidos de que sanarían con tan sólo tocar la orla de su manto y así sucedió, tal y como ellos creían... 


Pero para que no nos desalentemos, el evangelista nos cuenta también lo que pasó a Pedro en aquella ocasión: comenzó a caminar sobre las aguas como Jesús tras habérselo pedido, pero sintió miedo del viento al caer en la cuenta de lo fuerte que era y comenzó a hundirse. Eso mismo nos pasa a ti y a mí cuando dejamos de mirar a Jesús para fijarnos en las dificultades. Sin embargo, tampoco esta reacción y su consecuencia deben desanimarnos porque Jesús está ahí para rescatarnos demostrándonos que nunca ha dejado de estar.


Gracias, Señor, porque conociendo nuestra debilidad sales al paso ofreciéndonos siempre tu mano poderosa. Gracias, Jesús, por llamarnos una y otra vez para que vayamos a Ti; gracias por rescatarnos cuando nos hundimos por apartar de Ti nuestra mirada para dirigirla a las dificultades... ¡Gracias, Jesús, por suplir nuestra falta de fe! ¡¡¡Gracias!!!


lunes, 3 de agosto de 2015

Dales tú de comer

San Mateo recoge en el evangelio de hoy (14, 13-21) una petición que Jesús dirige a sus discípulos ante la sugerencia que le hacen de que despida a la gente que no tiene qué comer. Jesús les ordena: “Dadles vosotros de comer”.

Debieron quedarse perplejos ante semejante imperativo. Le dicen lo que tienen y se lo acercan al Maestro. Tras la multiplicación milagrosa Jesús pone el alimento en sus manos para que sean ellos quienes lo den al gentío recostado en la hierba.

Nuestro Jesús es el mismo ayer y hoy. Sigue presente en medio de nosotros en el Misterio insondable del Pan Eucarístico. Y ante las dificultades que le planteamos para llegar a tantas necesidades de nuestro mundo, a todas las que nos presentan los que se acercan a nosotros, continúa respondiendo lo mismo que entonces: “Dadles vosotros de comer…”.




¿Cómo Señor, vamos a hacer tal cosa? Si sólo tenemos… Y de nuevo escuchamos: “Traédmelos”. Sabemos que Jesús no necesita más; Él se encarga del resto, que es todo...

Hoy le pido para ti y para mí un corazón sensible a su presencia real y misteriosa en todos los Tabernáculos del mundo entero. Hoy le pido para ti y para mí que no dejemos de acudir al más cercano de ellos para hablarLe de nosotros mismos, de los demás, del mundo… Hoy le pido que seamos capaces de tomar de sus manos todo lo que quiere darnos para darlo a los demás… Ayer, como hoy, Él sigue haciéndolo todo, pero nos deja el honor de repartirlo. Que no retengamos nada egoístamente; que no dejemos de disfrutar de su presencia viva entre nosotros porque es esa presencia real la que nos capacita para partirnos y repartirnos siendo alimento para nuestros hermanos los hombres.


domingo, 2 de agosto de 2015

El "darSe" de Dios

Hoy el libro del Éxodo (16, 2-4. 12-15) nos recuerda cómo es Dios y cómo actúa siempre en favor del hombre. Ante las murmuraciones y quejas de su pueblo contra Moisés y Aarón por haberlo sacado de Egipto, donde los hijos de Israel comían y bebían hasta saciarse, Dios responde enviando codornices al campamento y dándoles el maná. Parece que los israelitas han olvidado que en Egipto eran esclavos y que Dios los rescató haciendo prodigios… ¿Puede ser que prefieran la esclavitud a las necesidades que experimentan en el camino hacia la tierra prometida como hombres libres?

No ha de resultarnos tan extraña esta curiosa preferencia. A menudo a ti y a mí nos sucede lo mismo: echamos de menos la satisfacción que nos producían una situación pasada, unos bienes de los que disponíamos… a los que, quizá, renunciamos para seguir a Jesús con menos lastre, con más agilidad. Cuando llegan los momentos de aridez, de soledad, de dificultad, entonces querríamos echar marcha atrás magnificando en nuestra imaginación lo que en un momento anterior parecía cubrir todas nuestras expectativas. Como el pueblo de Israel, tú y yo olvidamos que, en realidad, tampoco fue para tanto y que, aún en caso de serlo, el seguimiento de Cristo merece todas las renuncias que podamos imaginar y aún las que no: todo es poco si lo tenemos a Él que nos ha liberado y sigue liberándonos de tantas esclavitudes… La paciencia de Dios no tiene límites; su amor, tampoco. A nuestras quejas responde dándoSe Él mismo sin medida. ¡Qué triste pensar que necesitamos más! ¡Qué triste y qué falso!

San Juan, en el evangelio de hoy (6, 24-35), recoge las palabras de Jesús en las que anuncia este darSe sin tasa en el Pan de Vida que nos alimenta y acompaña en la travesía del desierto que es la vida de cada uno. ¿Cabe amor más grande? “Éste es el trabajo que Dios quiere; que creáis en el que Él ha enviado”, responde Jesús a los que lo buscaban porque les había dado de comer.

Gracias, Señor, porque nos has concedido la gracia inmensa de creer en la Eucaristía. Sí, Jesús, creemos que estás presente en el Pan Vivo en el que te quedaste oculto para no dejarnos ni un momento. Gracias porque sabemos que, aunque no lo sintamos ni lo veamos, sabemos que comiendo de ese Pan no volveremos a tener hambre… ¿O sí? Concédenos, Jesús, tener cada vez más hambre de Ti; concédenos un amor loco a la Eucaristía para responder a tu locura de amor al haberte quedado entre nosotros.