San Mateo recoge en el evangelio de hoy (14, 13-21) una
petición que Jesús dirige a sus discípulos ante la sugerencia que le hacen de que
despida a la gente que no tiene qué comer. Jesús les ordena: “Dadles vosotros
de comer”.
Debieron quedarse perplejos ante semejante imperativo. Le
dicen lo que tienen y se lo acercan al Maestro. Tras la multiplicación
milagrosa Jesús pone el alimento en sus manos para que sean ellos quienes lo
den al gentío recostado en la hierba.
Nuestro Jesús es el mismo ayer y hoy. Sigue presente en
medio de nosotros en el Misterio insondable del Pan Eucarístico. Y ante las
dificultades que le planteamos para llegar a tantas necesidades de nuestro
mundo, a todas las que nos presentan los que se acercan a nosotros, continúa
respondiendo lo mismo que entonces: “Dadles vosotros de comer…”.
¿Cómo Señor, vamos a hacer tal cosa? Si sólo tenemos… Y de
nuevo escuchamos: “Traédmelos”. Sabemos que Jesús no necesita más; Él se
encarga del resto, que es todo...
Hoy le pido para ti y para mí un corazón
sensible a su presencia real y misteriosa en todos los Tabernáculos del mundo
entero. Hoy le pido para ti y para mí que no dejemos de acudir al más cercano
de ellos para hablarLe de nosotros mismos, de los demás, del mundo… Hoy le pido que seamos
capaces de tomar de sus manos todo lo que quiere darnos para darlo a los demás…
Ayer, como hoy, Él sigue haciéndolo todo, pero nos deja el honor de repartirlo.
Que no retengamos nada egoístamente; que no dejemos de disfrutar de su
presencia viva entre nosotros porque es esa presencia real la que nos capacita
para partirnos y repartirnos siendo alimento para nuestros hermanos los
hombres.