domingo, 2 de agosto de 2015

El "darSe" de Dios

Hoy el libro del Éxodo (16, 2-4. 12-15) nos recuerda cómo es Dios y cómo actúa siempre en favor del hombre. Ante las murmuraciones y quejas de su pueblo contra Moisés y Aarón por haberlo sacado de Egipto, donde los hijos de Israel comían y bebían hasta saciarse, Dios responde enviando codornices al campamento y dándoles el maná. Parece que los israelitas han olvidado que en Egipto eran esclavos y que Dios los rescató haciendo prodigios… ¿Puede ser que prefieran la esclavitud a las necesidades que experimentan en el camino hacia la tierra prometida como hombres libres?

No ha de resultarnos tan extraña esta curiosa preferencia. A menudo a ti y a mí nos sucede lo mismo: echamos de menos la satisfacción que nos producían una situación pasada, unos bienes de los que disponíamos… a los que, quizá, renunciamos para seguir a Jesús con menos lastre, con más agilidad. Cuando llegan los momentos de aridez, de soledad, de dificultad, entonces querríamos echar marcha atrás magnificando en nuestra imaginación lo que en un momento anterior parecía cubrir todas nuestras expectativas. Como el pueblo de Israel, tú y yo olvidamos que, en realidad, tampoco fue para tanto y que, aún en caso de serlo, el seguimiento de Cristo merece todas las renuncias que podamos imaginar y aún las que no: todo es poco si lo tenemos a Él que nos ha liberado y sigue liberándonos de tantas esclavitudes… La paciencia de Dios no tiene límites; su amor, tampoco. A nuestras quejas responde dándoSe Él mismo sin medida. ¡Qué triste pensar que necesitamos más! ¡Qué triste y qué falso!

San Juan, en el evangelio de hoy (6, 24-35), recoge las palabras de Jesús en las que anuncia este darSe sin tasa en el Pan de Vida que nos alimenta y acompaña en la travesía del desierto que es la vida de cada uno. ¿Cabe amor más grande? “Éste es el trabajo que Dios quiere; que creáis en el que Él ha enviado”, responde Jesús a los que lo buscaban porque les había dado de comer.

Gracias, Señor, porque nos has concedido la gracia inmensa de creer en la Eucaristía. Sí, Jesús, creemos que estás presente en el Pan Vivo en el que te quedaste oculto para no dejarnos ni un momento. Gracias porque sabemos que, aunque no lo sintamos ni lo veamos, sabemos que comiendo de ese Pan no volveremos a tener hambre… ¿O sí? Concédenos, Jesús, tener cada vez más hambre de Ti; concédenos un amor loco a la Eucaristía para responder a tu locura de amor al haberte quedado entre nosotros.