domingo, 30 de agosto de 2015

Un deseo de Dios

Jesús recurre a Isaías para lamentarse porque el corazón de Israel está lejos de Dios (Mc 7, 1-8a): "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos"... Y añade el Señor: "Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres".

Jesús, gracias por recordarnos que lo único que quieres es nuestro corazón. Deseamos con toda el alma vaciarlo de trastos para que lo ocupes sólo Tú; queremos ponerlo sólo en Ti, Señor; anhelamos vivir tu mandamiento, el único, el del amor, desechando todo lo que obstaculice vivir según él. Y estamos seguros de que este deseo se verá colmado porque sabemos que has sido Tú quien lo ha puesto en nuestro corazón. No importa que no lo sintamos; que no seamos capaces de verlo con los ojos del alma. Sabemos que está ahí porque Tú no pides imposibles; porque jamás pides nada que no nos hayas dado antes. También sabemos, Jesús, que lo que nos pides es lo que nos da la auténtica felicidad; la más genuina y verdadera libertad.

Te pedimos esta tarde, con las palabras de la carta del apóstol Santiago (1,17-18. 21b-22.27.), que nos concedas el regalo de aceptar dócilmente tu Palabra, esa que ha sido plantada en nosotros y que es capaz de salvarnos. Así, salvados por ella, podremos entregarTe nuestro corazón y darte el culto que esperas que nosotros cuidándoTe en los más débiles, viviendo en la libertad que nos das para amar como Tú nos has amado y nos amas. Que ésta, Señor, sea nuestra oración esta tarde...