lunes, 31 de agosto de 2015

Jesús, Predicador de la gracia

Jesús está hablando en la sinagoga (Lc 16-30). Pedimos al Espíritu Santo nos conceda fijar nuestros ojos en Él; abrir nuestros oídos para escuchar lo que quiere decirnos; disponer nuestro corazón para acogerlo; tener la valentía de dejar que eso que nos dice nos cambie por dentro y por fuera...


Jesús nos anuncia un tiempo de gracia en nuestra vida que empieza hoy mismo; en este preciso momento en que estamos pendientes de Él. La gracia... Jesús viene a traer gratuitamente a tu vida y a la mía la riqueza que supone dejar todo para acoger su Reino; la libertad de las pequeñas y grandes ataduras cotidianas que no nos dejan ser nosotros mismos -esos que Él ha soñado que seamos...-; la vista para nuestros ojos ciegos, incapaces de descubrirLe en todo y en todos... Pero todo esto que viene a traer Jesús a nuestra vida supone también sufrimiento porque implica dejar que nos despoje de nuestras seguridades, de esos apegos que nos impiden ser sólo de Él; todo esto implica una curación previa tantas veces dolorosa.. 


Ante su anuncio cabe adoptar dos actitudes: la de dejarnos purificar para ser liberados o la de aferrarnos a esos "ídolos" que, bajo apariencia de libertad y felicidad, traen a nuestra vida esclavitud y tristeza. ¿Llegaremos algún día a creernos que vivir como el Señor vivió es la clave de nuestra plenitud? Ojalá seamos permeables a la acción del Espíritu en nuestro interior que trata incesantemente de hacernos avanzar por el camino que nos va introduciendo en esta verdad que nos conducirá a la posesión de la Verdad que es Cristo.