jueves, 20 de agosto de 2015

Invitados a un Banquete

Jesús nos invita hoy a asistir a un Banquete verdaderamente especial (Mt 22, 1-14). 

Desde toda la eternidad, la Trinidad estuvo preparando este Banquete de salvación, el Banquete de bodas del Hijo. Y llegada la plenitud de los tiempos, tuvo lugar ese encuentro en torno a la Mesa en la que Jesús parte el Pan que es Él mismo y se da del todo. Ha estado soñando desde siempre en ese partirSe y repartirSe y lo ha deseado con toda la fuerza de su Corazón amantísimo de Dios que se hizo Hombre para que tú y yo tuviéramos Camino por el que regresar a la Casa del Padre.

Ese partirSe y repartirSe es Banquete nupcial y es sacrificio. El significado de esta última palabra produce rechazo a nuestra mentalidad y sensibilidad, pero ella encierra parte del Misterio insondable del amor del Dios Amor por cada hombre concreto de carne y hueso que ha existido y existirá hasta el final de los tiempos. 

Por eso, porque nos resistimos a entrar en las profundidades del sacrificio, pido hoy al Espíritu para ti y para mí que sea Él nuestro guía en esa expedición de exploración por el interior infinito del Corazón de Dios. Y me atrevo a pedir -sé bien que es una osadía- que nos conduzca a la Mesa para recibir el Pan de manos de Jesús de tal modo que dejemos que ese Don realice en nosotros lo que nuestro Maestro desea: hacernos asimismo don, pan partido y repartido, para saciar el hambre de nuestros hermanos. 

Haznos, Jesús, pan para todos como Tú mismo eres Pan; concédenos la gracia de ser banquete y sacrificio agradable al Padre para continuar tu misión de devolverLe a sus hijos... Madre y Señora Nuestra, que todos los que nos han sido confiados por la confianza de Dios en nosotros, pobres y limitados pero hijos queridísimos suyos, repongan sus fuerzas para el camino comiéndonos, el camino de retorno al Hogar del Padre. Sabemos que preparas la sala del Banquete para que todos nos sentemos a esa mesa de bodas. Haznos dignos de sentarnos a esa mesa.