sábado, 30 de julio de 2016

Sin doblez ni engaño... cueste lo que cueste

El Señor nos llama hoy a la valentía a través de Su Palabra: Jeremías dice al pueblo lo que tiene que decirle de parte de Dios, sin temer las consecuencias (Jr 26,11-16. 24); Juan el Bautista no deja de denunciar lo que considera injusto aunque esto le ponga en un serio peligro (Mt 14,1-12).

Tú y yo estamos llamados a hacer lo mismo: a ser testigos de Jesús con nuestra vida; a vivir con coherencia la fe que profesamos para que nuestros pensamientos, palabras y obras sean un todo armónico. 

Para vivir así, como testigos, tenemos que ser valientes y asumir el riesgo que supone ir contracorriente en muchas ocasiones. Esto es difícil, pero no imposible porque contamos con la gracia de Dios.

Proponte escuchar la voz de Dios que te habla a través de tu conciencia y actúa en consecuencia. No temas resultar incómodo o antipático. Da un paso al frente y disponte a obedecer a esa voz porque en esta obediencia está en juego tu propia paz y tu unidad interior: sólo viviendo así irás conquistando cotas de humanidad hasta alcanzar la medida de Cristo. Por el contrario, vivir de otra forma termina enfermándonos o haciendo de nosotros algo totalmente distinto a lo que Dios ha pensado al crearnos.

Sabemos que nuestra fama, nuestra vida, todo lo nuestro, está en Sus manos. Y sabemos también que vivir según nuestra conciencia es garantía de paz interior, de serenidad, de alegría. La coherencia tiene un precio, pero también un premio que desborda todas nuestras previsiones: llegar a ser, en medio de las dificultades, eso que hemos sido llamados a ser: hijos en el Hijo. 

Ojalá que ni tú ni yo no frustremos el plan de Dios sobre nosotros; ojalá lleguemos a ser personas auténticas, sólidas, consistentes... Hombres y mujeres de una sola pieza: cabales, íntegros, que dicen lo que piensan y hacen lo que dicen.



viernes, 29 de julio de 2016

Conociendo a Dios

Nos relata el Evangelio de hoy la visita de Jesús a Nazareth y la desconfianza que despertaba en sus vecinos (Mt 13,54-58).

Aquellos hombres desconfiaban porque conocían al Señor: sus orígenes humildes, su familia... Aquellos contemporáneos de Jesús no podían imaginar siquiera que aquel Hombre era Dios y, precisamente porque lo conocían, no tenían fe en Él.

Nuestra situación es distinta de ellos sólo en parte: Jesús se ha presentado ante nosotros, desde el comienzo de nuestra vida, como el Dios encarnado, el Enmanuel que se ha hecho uno de nosotros para salvarnos y mostrarnos la intimidad de la divinidad. Y nos ha dado Su Espíritu, que nos capacita para ir profundizando en el conocimiento de Dios a medida que nuestra pobreza acoge Sus mociones y se deja conducir Él.

Sin embargo, a pesar de este derroche de gracia, muchas veces a lo largo de nuestra vida desconfiamos del Señor, de Su amor para con nosotros, de Su poder... como aquellos nazarenos que lo habían visto creer entre ellos. Y seguimos pensando que somos nosotros los que sabemos lo que más nos conviene, lo que necesitamos... Sí, le enmendamos la plana a Dios y nos erigimos -eso creemos, ¡pobres de nosotros!- en artífices de nuestra propia historia "aparcando" a ese Dios en Quien no confiamos.

Vamos a pedirLe perdón hoy por esa desconfianza infundada; vamos de decirLe que creemos en Él y que deseamos dejarLe hacer en nuestra vida. Ojalá que vayamos conociendo al Señor de verdad para que nuestra fe y nuestro amor vayan aumentando día a día junto a ese conocimiento.



jueves, 28 de julio de 2016

Dejándose hacer y rehacer

La lectura de Jeremías (18,1-6) nos presenta esta mañana la imagen del alfarero modelando el barro y la interpelación del Señor que nos dice también a ti y a mí: "¿Y no podré yo trataros a vosotros, casa de Israel, como este alfarero?".

Nuestro Dios nos ha creado a cada uno poniendo en nosotros todo lo necesario para cumplir el encargo que nos ha hecho al regalarnos la vida. Él sabe bien lo que hace, de manera que todo, absolutamente todo lo que encontramos en nosotros -nos parezca malo o bueno, deseable o detestable-, contribuye a que Su plan sobre cada uno se cumpla. Por eso tenemos el deber gustoso de aceptarnos tal y como somos al tiempo que procuramos poner todo eso al servicio del proyecto de Dios sobre nuestra vida.

Este Alfarero es, además de Dios Todopoderoso, nuestro Padre. Por eso, después de modelarnos, no se desentiende de Su vasija, sino que, cuando se rompe, no duda en volcar en ella todo Su amor paternal y Su cuidado amoroso para restaurarla o rehacerla aplicándose a ponerle unas lañas que le permitan seguir prestando el servicio para el que fue diseñada. Esas lañas, lejos de afear la vasija, la embellecen porque son las muestras palpables del amor con el que es amada; del interés que despierta en Su Dueño; de los desvelos de un Padre que no se cansa de acompañar la aventura apasionante de la vida de Sus criaturas.

Vamos de dejarnos hacer y rehacer por el Alfarero; vamos a procurar querer ser eso que Él quiere que seamos y no lo que a nosotros se nos ocurre que deberíamos ser; vamos a dejarnos modelar con docilidad y a dejarnos reconstruir cuando el pecado propio o de los demás nos haya hecho añicos. Así dejaremos a Dios ser lo que ha querido ser: Alfarero que, desde la libertad del Amor, modela Sus creaciones otorgándoles la dignidad de suprema de haber salido de Sus manos para cumplir la misión que les ha encomendado.



miércoles, 27 de julio de 2016

Tesoros y perlas

Hoy Jesús pronuncia para ti y para mí la parábola del tesoro escondido y de la perla encontrada (Mt 13,44-45) para indicarnos que la vida es, ante todo, búsqueda. Una búsqueda animada por el deseo de plenitud que el Señor ha sembrado en lo más profundo de nuestro corazón; un deseo que nos lleva a Él...

Porque es el Señor el Tesoro escondido en el campo de la vida; la Perla preciosa oculta en nuestro hondón más profundo a la espera de ser descubierta. ¿Cómo conducirnos para hallarLe entre tanto ruido y afanes que amenazan con ocultarlo a nuestros sentidos interiores? Jeremías nos da la respuesta en la primera lectura (15,10. 16-21):

" Cuando encontraba palabras tuyas,
las devoraba;
tus palabras eran mi gozo
y la alegría de mi corazón".






martes, 26 de julio de 2016

En busca de respuestas

En el Evangelio de hoy (Mt 13,36-43), los discípulos piden al Señor que les aclare la parábola de la cizaña en el campo...

Pensaba, a raíz de esto, que también tú y yo deberíamos acostumbrarnos a acudir a Jesús en busca de las respuestas que no encontramos, de la explicación que nos falta para terminar de entender. ¡Hay tantas cosas cuyo significado se nos escapa! 

Jesús está siempre disponible y dispuesto a responder. Para escuchar Sus aclaraciones sólo tenemos que aprender a leer Sus mensajes en eso que nos sucede, en un encuentro "casual", en una conversación "fortuita"... Y, sobre todo, en Su Palabra, por medio de la cual nos habla clarísimamente, y de Su Presencia silenciosa en el Santísimo Sacramento. ¡¡¡Jesús no cesa de hablarnos!!! Sólo tenemos que parar, hacerLe hueco, y disponernos a escucharLe.

Ojalá que acudamos a Él para que nos aclare y nos explique todo eso que no entendemos; ojalá que prestemos atención a Sus palabras. Muchas veces encontraremos respuesta a nuestras dudas; otras muchas seguiremos sin entender pero comprenderemos que lo que el Señor pide de nosotros en esos momentos es una entrega serena, confiada, silenciosa y humilde en medio de la oscuridad.



lunes, 25 de julio de 2016

Con la gracia de Dios... ¡¡¡podemos!!!

Hoy, día del Apóstol Santiago, las lecturas que nos propone la liturgia nos ayudan a considerar que podemos dar al Señor lo que nos pide porque Él, antes, nos lo ha dado a nosotros: la valentía de los primeros, hasta llegar al martirio, anunciando la resurrección del Señor a pesar de la oposición de los sacerdotes del pueblo judío (Hch 4,33; 5,12. 27b-33; 12,1b); la certeza de San Pablo de que la fuerza para cumplir la misión encomendada es de Dios (2Corintios 4,7-15); la osadía de los hijos de Zebedeo afirmando que pueden beber el mismo cáliz del Señor (Mt 20,20-28), son algunas muestras de ello.

También nosotros podemos vivir la misma vida de Cristo porque la misma gracia que se les concedió a estos primeros testigos de la resurrección del Maestro se derrama sobre nosotros para que podamos responder a las llamadas de Dios. 

Por eso podemos decir con Pedro y los Apóstoles que tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres -y, sobre todo, ¡¡¡queremos hacerlo!!!-; podemos hacer nuestra la afirmación de Pablo y decir que, precisamente porque somos vasijas de barro, las maravillas que se obran en y por nosotros se deben a la fuerza del Dios que nos habita; sabemos, y por eso podemos decir con pleno convencimiento, que el Señor nos capacita para beber Su cáliz cuando parece que todo se hunde a nuestro alrededor y nuestra barquichuela va a la deriva. ¡¡¡En todo eso podemos porque Dios no nos abandona!!!

Sí, el Señor nos sostiene y acompaña siempre. A Él acudimos para que, por intercesión de Santiago, nos dé la audacia que nos permita dar un paso al frente con valentía porque, con la gracia de Dios, podemos vivir como lo que realmente somos: hijos del Padre que está en el Cielo.



domingo, 24 de julio de 2016

Pedir lo que conviene

En el Evangelio de hoy, Jesús nos enseña a rezar a Nuestro Padre (Lc 11,1-13); a pedir, buscar y llamar con confianza sabiendo que Dios siempre nos escucha.

Sin embargo todos tenemos la experiencia de que, alguna que otra vez, el Señor no nos ha escuchado. Sentimos esto porque no nos da lo que pedimos, cuando lo pedimos y, lo que aún es más importante para nosotros, tal y como lo pedimos. Sí, empequeñecemos a Dios cuando pretendemos que, al satisfacer las necesidades que creemos tener, se ajuste a nuestras expectativas hasta en el menor de los detalles. De este modo nos cerramos a Sus sorpresas y nos incapacitamos para ver que, en verdad, nos ha dado lo que pedíamos... de un modo imprevisible para nuestra cortedad de miras.

Quizá sea bueno hacer balance hoy, pararnos para ver qué pedimos, a quién buscamos, cuál es la puerta a la que llamamos. Porque aquí está el meollo de la cuestión. Y es que andamos tan atrapados en lo que juzgamos necesidades inmediatas que no sabemos ver lo que en realidad necesitamos o nos conviene...

Mira lo que nos dice Jesús al final del Evangelio: "Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?". Vamos a detenernos a interiorizar estas palabras del Señor y a considerar qué puede faltarnos si lo que estamos pidiendo al Padre es a Dios mismo... 

Si logramos pedir de verdad la asistencia del Espíritu Santo en nuestra vida, veremos todo de otra manera, aprenderemos a dejarnos conducir por Él, nos regalará la sabiduría necesaria para conducirnos como auténticos hijos de Dios. En definitiva, será Él Quien ore en nosotros y nos hará capaces de imitar a Jesús en Su oración pidiendo al Padre que se haga Su voluntad y no la propia.

Vamos a dejar que el Espíritu pida en nosotros que se haga la voluntad del Padre; vamos a buscar con toda nuestra alma vivir según esa voluntad; vamos a llamar con confianza a las puertas de la Trinidad sabiendo que han sido abiertas para ti y para mí por el Hijo y que son ésas las únicas puertas que merecen ser traspasadas para morar por siempre en la corriente intratrinitaria de Amor que es nuestro verdadero sitio, nuestro auténtico hogar.



sábado, 23 de julio de 2016

Cizaña y misericordia

Hoy Jesús nos propone la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13,24-30) y nos dice que es necesario que, de momento, la cizaña crezca junto al trigo.

Encontramos cizaña dentro de nosotros mismos y a nuestro alrededor. Cuando descubrimos esta mala planta en nuestro interior sentimos tristeza y deseos de que desaparezca; cuando advertimos su presencia en nuestro entorno, deseamos huir de él, escapar de eso en lo que se manifiesta produciéndonos desazón y malestar.

Pero el mensaje de Jesús es claro: hay que dejar que la cizaña crezca junto al trigo y esperar a que Él, llegado el momento oportuno, separe una del otro. Descubría en esto una invitación del Maestro a vivir con paz nuestras propias limitaciones y las de los demás perseverando en el esfuerzo de que eso que produce en nosotros un rechazo visceral no nos haga daño ni a nosotros mismos ni a los demás. 

Sí, sufrir con paciencia las propias limitaciones y las de nuestros hermanos es posible por la gracia de Dios, que nos mira siempre con amor incondicional; vivir con y entre cizaña es posible por la asistencia del Espíritu que nos regala Su luz para que entendamos lo que nos sucede y nos  abraza con su gracia para que nos sintamos profundamente amados en nuestra pobreza. Así podremos abandonar todo en manos del Señor sabiendo que Él lo asume y lo transforma para que pueda ser presentado al Padre. Porque del mismo modo que el sol alumbra y calienta con su luz, el Señor, Sol de justicia, nos ilumina y nos abraza con Su misericordia enseñándonos a ser misericordiosos con nosotros mismos y con los demás a la espera de que todos nos veamos libres definitivamente de aquello que nos hace desemejantes a nuestro Padre.



viernes, 22 de julio de 2016

La perseverancia del amor

Hoy, fiesta de Santa María Magdalena, el Evangelio nos invita a mirar hacia la que Tomás de Aquino llamó "apóstol de los apóstoles" (Jn 20,1. 11-18). De ella podemos aprender algo fundamental para nuestra vida: el amor incondicional, fiel, perseverante con el que amó a su Señor, que la amó primero.

Sí, María de Magdala lloraba porque había perdido al amor de su alma. No esperaba encontrarlo vivo; se conformaba con cuidar por última vez del Cuerpo de su Señor y acudir a velarlo siempre que pudiera: ¡qué consuelo acudir a la tumba que guardaba a su Jesús! Por eso su amargura llegó hasta límites insospechados cuando hasta eso se le negaba. ¡¡¡Cómo lloraba María al encontrar el sepulcro vacío!!!

Tú y yo también perdemos al Señor, que se oculta a nuestra mirada y a nuestro sentimiento cuando la vida se nos hace cuesta arriba. ¡Cómo recordamos con nostalgia -hasta con tristeza- los momentos en los que seguíamos al Maestro con paso ágil y alegre! ¡Y qué difícil se nos hace seguirlo cuando sentimos los pies cansados porque la ilusión no acompaña! María es la mejor maestra en esos momentos: nos enseña a buscar el "lugar" en el que creemos puede estar Jesús; a perseverar en él; a llorar porque no vemos al Señor por ningún lado por más que lo intentamos.

Ojalá que lloremos siempre que hayamos perdido al Señor de un modo u otro. Y que contestemos a quienes nos interpelan y continuemos la marcha como si nada estuviera pasando. Que María de Magdala nos ayude a perseverar en ese llanto y en esa actitud que no descuida a quienes se dirigen a nosotros esperando una respuesta. Porque si procuramos mantenernos en esa actitud de búsqueda del Señor y de acogida y aceptación de lo que la vida nos depara, volviendo a ella una y otra vez después de cada fracaso al intentar mantenernos a flote, llegará un momento en que escucharemos la voz de Jesús que, como a la Magdalena, nos llamará por nuestro nombre y nos regalará la gracia de descubrirlo en todo eso en lo que ahora no podemos reconocerlo.






jueves, 21 de julio de 2016

Una Presencia que salva

El Evangelio de hoy (Mt 13,10-17) termina con una bienaventuranza pronunciada por Jesús: "Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen".

Los contemporáneos del Señor veían al Verbo encarnado y escuchaban Su voz. Nosotros también podemos verlo, aunque velado, en las Especies Eucarísticas y en nuestros hermanos; podemos escucharlo en el santuario de nuestra propia conciencia, en Su Palabra, que habla a nuestro corazón, en los acontecimientos pequeños y grandes, en aquellos con los que compartimos la vida.

Sí, Jesús está vivo entre nosotros y se manifiesta a los ojos y a los oídos del alma constantemente. Basta con estar un poco atentos para verlo y escucharlo, porque Su Espíritu, presente en lo más profundo de nosotros mismos, no deja de derramar Su gracia y de insistir con Sus mociones para que descubramos esa Presencia que nos sostiene en el ser y nos salva.



miércoles, 20 de julio de 2016

La "pasividad activa" de la tierra buena

El Evangelio de Mateo (13,1-9) nos invita a considerar, una vez más, la parábola del sembrador. ¿Quién de nosotros, al enfrentarse al texto, no desea ser esa tierra buena de la que Jesús afirma que da grano según su propia capacidad? Sí, deseamos ser esa tierra. Pero a menudo nos olvidamos de que, para que la tierra dé fruto, es necesario trabajarla: desbrozarla, labrarla, abonarla... 

Te invito a que hoy "te pienses" como esa tierra y te dispongas, con la ayuda del Espíritu, a dejarte "trabajar" por Él. Esto implicará, en ocasiones, dolor. Porque, como nos dice el Señor por medio de Jeremías, antes de edificar y plantar hay que arrancar, arrasar, destruir y demoler (1,10).

Todos deseamos dar fruto. Vamos, entonces, a dejar que el Espíritu Santo prepare nuestra tierra despojándonos de nuestros esquemas mentales; de esas ideas preconcebidas que nos cierran a las sorpresas de Dios y nos impiden descubrirlo cuando sale a nuestro encuentro, de manera imprevisible, en los pequeños y grandes acontecimientos... Vamos a dejarnos desbrozar y demoler. No dudes que esa "pasividad activa" dolerá. Pero... ¿no piensas que merece la pena?



martes, 19 de julio de 2016

Descubriendo Su voluntad

Vamos a dejar que, a lo largo del día, resuenen en nuestro interior las palabras que hoy nos dirige Jesús: "El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre" (Mt 12,50).

Ésta ha de ser nuestra única aspiración: que Su voluntad sobre nosotros se vea cumplida. Para que este deseo, que tenemos el deber de cuidar y fomentar en nuestro corazón, sea una realidad, contamos con la gracia de Dios, con la asistencia de Su Espíritu, con los tesoros de Su Presencia en el Pan y en la Palabra. Basta con que nos dispongamos a escuchar Su voz deseando descubrir qué quiere de nosotros en medio de la cotidianidad y en los momentos cruciales de nuestra vida. No dudes que, si quieres, el Señor te hará saber y te concederá la gracia para vivir eso que te pide. Así seremos, en verdad, Su hermano, Su hermana, Su madre...



domingo, 17 de julio de 2016

Descubriendo lo que no se nos quitará

El Evangelio nos presenta hoy a Marta y a María recibiendo a Jesús en su casa (Lc 10,38-42). También Abrahán recibe en su tienda al Señor, que lo visita en la forma de tres peregrinos (Gn 18,1-10).

Abrahán y Marta se afanan por recibir con todo cariño a sus huéspedes; María también lo hace, pero de otra forma...  Cada uno ha escogido un modo concreto de acoger al Señor, de recibir Su Palabra. Pero es la "manera" concreta por la que opta María la que   Jesús alaba diciendo que ha sido ella quien ha escogido la mejor parte, esa que nunca le será arrebatada.


Ojalá que tú y yo descubramos cuál es para nosotros esa "parte mejor"; ojalá que apostemos por eso que no se nos quitará.




sábado, 16 de julio de 2016

Siguiendo al Maestro

El Evangelio de hoy comienza diciéndonos que Jesús, al enterarse de que los fariseos planeaban el modo de acabar con Él, se marchó de allí. Muchos le siguieron y todos fueron curados por el Maestro (Mt 12,14-21).

Todos esos que andaban tras los pasos del Señor tenían la agilidad de seguirLe allá donde fuera. Sólo buscaban Su compañía, escuchar Sus palabras, dejarse curar por Él...

Jesús sigue vivo entre nosotros. Nos acompaña en todo momento, nos habla -a través de Su Palabra, en los acontecimientos que jalonan nuestra jornada y sirviéndose de los que nos rodean-, nos cura... Ojalá que tú y yo hagamos de este seguimiento el motivo principal de nuestra vida. Sólo así estaremos en cada momento donde Dios quiere haciendo Su voluntad. 



viernes, 15 de julio de 2016

La libertad gloriosa de los hijos de Dios

¡Qué alegría da escuchar a Jesús decirnos que el Hijo del Hombre es señor del sábado! Porque Su señorío y Su libertad son también nuestras: tuya y mía.

El Señor nos anima en el Evangelio de hoy (Mt 12,1-8) a poner la misericordia en primer lugar, por encima de normas que, aún cuando pretenden ser ayuda para vivir en el amor, en ocasiones pueden convertirse en obstáculos para alcanzar el fin al que apuntan.

¿Cómo hacer para que esto no ocurra? ¿Cómo no absolutizar los medios convirtiéndolos en fines? Sin duda que es el amor misericordioso el que nos dará la flexibilidad para poner las normas en su justo lugar.

Si procuramos amar con toda el alma a Dios, que es Amor y Misericordia, paladearemos la libertad que Él da a todos Sus hijos. Ese amor nos revela la dignidad de nuestros hermanos impulsándonos a acogerlos con la misma misericordia con la que nos acoge el Padre; ese amor nos dará la libertad necesaria para "usar" la norma sin quedar, por eso, atados a ella. Porque la norma, por buena que sea, no es fin, sino medio -pobre, como todo lo  que sale de nuestro puchero- para encontrarnos con el que está por encima de todos y de todo, también de lo que consideramos más sagrado.



jueves, 14 de julio de 2016

Ir a Jesús

El Señor invita hoy a los cansados y agobiados a que vayan a Él (Mt 11,28-30). ¡¡¡Cuántas veces nos sentimos así tú y yo!!! Cansados y agobiados por tantas cosas que nos pesan: frustraciones, desilusiones, disgustos, problemas... 

Pero lo que ha llamado hoy mi atención ha sido la "receta" que Jesús nos da para encontrar el descanso en esos momentos de dificultad y tormenta: cargar con Su yugo y aprender de Él, que es manso y humilde de corazón.

Sí, a veces lo que nos cansa y nos agobia no son las contrariedades en sí, sino nuestra lucha desmedida por escapar de ellas. En esas "huidas hacia adelante" nos olvidamos de Jesús y nos dejamos arrastrar por una suerte de locura que empuja nuestra fuga para alejarnos de eso que nos hace sentir mal. Sabemos, porque el Señor así nos lo dice, que así no encontraremos el descanso y la paz que necesitamos y perseguimos.

Esos momentos de dificultad son los más idóneos para acudir a Jesús pidiéndoLe que nos ayude a "cargar" con ese yugo, que se nos hace insoportable, sabiendo que con Él no hay peso que pueda aplastarnos; suplicándoLe que nos regale un corazón como el Suyo, manso y humilde. Porque el descanso es el fruto de ese corazón que acepta y acoge todo con mansedumbre, sin rebelarse, seguro de que el Maestro hará Suyo lo que es causa de cansancio y agobio y le concederá la gracia de vivir todo en Su paz.



miércoles, 13 de julio de 2016

Agranda la puerta, Padre

En el Evangelio de hoy (Mt 11,25-27), Jesús da gracias porque Su Padre ha revelado los secretos del Reino a la gente sencilla.

Esas "cosas" que el Señor ha venido a comunicarnos están contenidas en la Sagrada Escritura: en el Antiguo Testamento, como promesa y esperanza; en los relatos de Su vida, muerte y resurrección que nos han transmitido los evangelistas, como cumplimiento. 

La Palabra de Dios, pronunciada para establecer un diálogo de amor con cada uno de nosotros, y encarnada en Jesús en el momento culminante de la Historia, nos revela Quién es Dios y quién es el hombre. Y esto es de tal importancia para nosotros, tan esencial... ¡¡¡vital!!!, que Dios, en Su infinita misericordia, lo ha puesto al alcance de todos para que todos podamos vivir la vida eterna a la que nos llama que consiste en conocerLe y amarLe por encima de todas las cosas.

Sin embargo, como la complicación es patrimonio de la humanidad por efecto del pecado, este mensaje sencillo y asequible, que es actualizado en cada uno de nosotros por la acción del Espíritu Santo en nuestro interior, ha sido, con frecuencia, transformado en algo complejo, enrevesado, engorroso... Sí, hemos enterrado la sencillez evangélica bajo miles de normas, de explicaciones y concreciones que han enturbiado la claridad y la transparencia de esas aguas.

Jesús nos invita hoy a rescatar la frescura y la sencillez de Su mensaje para hacerlo vida. Y, puedes estar seguro, Su gracia nos auxilia oportunamente para que esto sea una realidad. Por eso no podemos desanimarnos cuando, al mirarnos a nosotros mismos y a nuestro alrededor, descubramos complicación, abigarramiento, "barroquismo"... Cuando esto suceda no nos desanimemos y, conocedores de nuestra limitación, pidamos al Señor que nos simplifique.

Dando vueltas a esto han venido a mi memoria esta mañana estos versos de Miguel de Unamuno que ahora comparto con vosotros y que me he apropiado para elevar mi oración al Padre:

"Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar".






martes, 12 de julio de 2016

Gratuidad y conversión

Hoy Jesús recrimina a las ciudades en las que ha hecho la mayor parte de sus milagros que no se hayan convertido (Mt 11,20-24).

A nosotros puede pasarnos también lo que a Corozaín, Betsaida y Cafarnaún. Porque no siempre tenemos tiempo de pararnos a ver los milagros que Jesús ha hecho y sigue haciendo en nuestra vida para volvernos a Él. Y es que andamos muy ocupados en hacer tales o cuales cosas, en alcanzar unos objetivos determinados, en ser los mejores en esto o en aquello, en superar nuestras propias marcas, en ser eficaces, eficientes, útiles..., en ser productivos... ¡Qué engañados estamos cuando pensamos que las cosas salen por nuestro buen hacer; que somos nosotros los que mantenemos el garito a flote... porque trabajamos mucho y bien! 

¡Ay de ti y de mí cuando nos dejamos embaucar por esa mentalidad mercantilista que traduce todo en términos de pérdida o beneficio, de utilidad! Porque esa mentalidad es un cáncer terrible que va minando, silenciosa pero eficazmente -ella sí que es eficaz- nuestra sensibilidad, esa capacidad de "sentir" y de experimentar los milagros -¡¡¡son tantos!!! ¡Párate a pensarlo!- que Jesús hace en tu vida y en la mía a lo largo de un día. Y como andamos ocupados en ser muy útiles, en hacer, en correr, en lograr... en vez de dedicarnos a ser, perdemos todas esas oportunidades para agradecerLe y convertirnos a Él.

Que el Señor tenga piedad de nosotros y nos enseñe a vivir en total gratuidad. Porque no tenemos que demostrar nada ni que ganarnos nada: nuestro Padre nos lo da todo, absolutamente todo, gratis. Si creyéramos esto de verdad nuestra vida cambiaría porque andaríamos vueltos hacia Él, disfrutando de Su sonrisa y de todos los dones que nos regala a manos llenas sin que los merezcamos, sin que nos los hayamos ganado.



lunes, 11 de julio de 2016

El mejor premio

Hoy, fiesta de San Benito, patrón de Europa, la Iglesia presenta a nuestra contemplación el Evangelio de Mateo 19,27-29, que recoge la pregunta que Pedro dirige al Señor después de decirLe que él y sus compañeros lo han dejado todo y lo han seguido: "¿Qué nos va a tocar?", pregunta el Apóstol a Jesús.

Quizá hayamos hecho esta misma pregunta al Señor, de un modo u otro, en diferentes momentos de nuestra vida porque sentíamos que habíamos hecho mucho por Él: ¡¡¡habíamos renunciado a tantas cosas...!!! Pero a medida que hemos ido avanzando etapas en el seguimiento del Señor, Él, bueno y paciente, nos ha ido haciendo ver que la mejor recompensa está, precisamente, en la gracia que nos ha permitido liberarnos de tantas cosas y en el hecho mismo de seguirLe de cerca.

Párate a pensarlo un poco: vivir el Evangelio, ser otro cristo, el mismo Cristo, es, pese a las dificultades, lo mejor que puede pasarnos. Porque el modo de vivir del Señor es, con mucho, el mejor de todos. Aún más, es el único que nos permite alcanzar la mayor cota de humanidad posible.

¡Qué exigente nos parece Jesús tantas veces en las páginas del Evangelio! Y lo es. Pero la sorpresa que reserva a los que, en medio de su pobreza, limitaciones y pecados, se empeñan en secundar sus consejos y mandatos, es mayúscula. Porque estos descubren que es la gracia que reciben del Señor la que hace todo eso en ellos, haciendo que lo imposible resulte posible. Y experimentan la libertad que traen esas "exigencias" que, a veces, nos resultan antipáticas, difíciles, ásperas, inoportunas...

Descubrir esto es mucho, pero no es todo. Este descubrimiento es semejante a unas gotitas de agua fresca para alguien que tiene mucha sed. El verdadero hallazgo, el auténtico tesoro, se encuentra cuando, llegado un momento, se experimenta que seguir al Señor es la mejor recompensa. Continuando con el símil del agua podríamos decir que es entonces cuando se deja de beber a sorbitos para disfrutar de un agua limpia, refrescante y vivificante que se nos regala en abundancia.

Vivir procurando la cercanía del Señor, buscando Su Rostro, tratando de imitar Su vida, es el mejor premio. De ello dan testimonio los santos que, como San Benito, hicieron del seguimiento de Cristo el motivo de sus vidas. Ojalá nos empeñemos tú y yo en hacer lo mismo.



sábado, 9 de julio de 2016

Aquí estoy, Señor, mándame

Descubrir lo que Dios espera de nosotros es una tarea apasionante que da sentido a nuestra vida. Sin embargo, el temor a lo desconocido puede frenar nuestro deseo de conocer la misión que el Señor nos encomienda y el miedo a las dificultades que, sin duda, se presentarán a lo largo del camino, amenaza con paralizarnos o nos empuja a vivir entretenidos en otras cosas eludiendo la responsabilidad inherente a la libertad con la que hemos sido creados.

Isaías, después de ver a Dios y de ser capacitado por Él, escuchó su voz y se apresuró a responderLe: "Aquí estoy, mándame" (Isaías 6,1-8). El Señor nos recuerda hoy que las dificultades para secundar el plan que tiene sobre nuestra vida no han de faltarnos, pero nos anima a no tener miedo porque el Padre vela por nosotros y nos cuida con amor providente (Mt 10,24-33).

Jesús nos ha dado Su Espíritu para poder hacer frente a cualquier obstáculo que se pueda presentar en el desarrollo de la tarea que nos ha confiado. Su gracia nos capacita para llevarla a cabo dando testimonio de Él con valentía. Ojalá que, fiados en Su Palabra, que es veraz, viva y eficaz repitamos muchas veces a lo largo de este día y siempre: "Aquí estoy, Señor, mándame".



viernes, 8 de julio de 2016

Un amor incondicional y eterno

El Señor nos recuerda hoy, por medio del profeta Oseas (14,2-10), que su amor es incondicional y eterno.

Dios siempre nos está esperando y, para que se produzca el encuentro, sólo es necesario que nos volvamos a Él y reconozcamos que nos equivocamos cuando nos alejamos de Su Presencia en busca de una plenitud imposible sin Él.

El Señor nos dice que es para nosotros rocío que fecunda nuestra vida regalándonos frutos sabrosos; tierra en la que ahondar que protege nuestras raíces y nos hace fuertes; amor incondicional y fiel. Ojalá nos volvamos hoy a Él dejando de lado todo eso que nos impide encontrarLe y amarLe con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo nuestro ser.



jueves, 7 de julio de 2016

Haz tú lo mismo

Jesús nos envía hoy a anunciar que el Reino de los Cielos está cerca curando enfermos, resucitando muertos, limpiando leprosos, echando demonios. Nos anima a hacer esto que Él ha hecho antes con nosotros (Mt 10,7-15).

Y es que, como el Señor nos dice por medio de Oseas (11,1b. 2. 3-4. 8c-9), Él nos ha amado primero, nos ha liberado de nuestras esclavitudes, nos llama sin cesar para que vivamos a Su lado y de Su propia Vida, nos enseña a caminar por Sus senderos que nos conducen a la plenitud, cuida de nosotros, nos alza en brazos para levantarnos de lo que nos aparta de Él y nos acerca a Su Rostro, nos cura...

Párate a pensar hoy en tu propia historia pidiendo al Espíritu Santo que te dé Su luz para descubrir las acciones de Dios en ella: considera, reconoce, agradece lo que ha hecho Dios contigo y luego ve y haz tú lo mismo. Su gracia no te abandonará en este empeño: para cumplir la misión que te ha encomendado no hace falta nada más.



miércoles, 6 de julio de 2016

Siempre es tiempo de consultar al Señor

La lectura del profeta Oseas (10,1-3. 7-8. 12) termina con esta exhortación del Señor: "Roturad un campo, que es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y llueva sobre vosotros la justicia".

Sí, es tiempo de roturar, de disponernos para escuchar las indicaciones del Señor, de estar alerta prestando atención a Su Palabra que nos habla, también, a través de los pequeños acontecimientos de cada día.


Porque Jesús nos llama muchas veces a lo largo de cada jornada y, como a aquellos primeros discípulos, nos da poder para liberar y para sanar, para acercarnos a los que están lejos y acogerlos dejándonos también acoger por ellos, sin prejuicios ni rechazos.


¿Cómo actuar en cada momento?, podemos preguntarnos. La respuesta nos vendrá de la escucha atenta de lo que el Señor nos va presentando a lo largo del día. Porque es éste el tiempo de consultar al Señor para saber qué espera de nosotros; para descubrir a quién nos envía.



domingo, 3 de julio de 2016

Ligeros de equipaje

Jesús nos invita en el Evangelio de hoy a cumplir la misión que a cada uno nos ha encomendado sin preocuparnos de nada más (Lc 10,1-12.17-20). Su imperativo de no llevar nada para el camino es un acicate para nuestra confianza: para llevar a Jesús a quienes nos rodean sólo tenemos que tratarLe para conocerLe y amarLe cada vez más. Es en ese trato íntimo con Jesús donde recibimos Su gracia, que nos transforma en Él para que lleguemos a ser imagen Suya, y donde el Espíritu Santo nos capacita para dar a Jesús a los demás.

Recibimos de Jesús todo lo necesario para desarrollar la tarea que nos encomienda: nos regala el tiempo necesario para llevarla a cabo, el Alimento -que es Él mismo en Su Palabra y en la Eucaristía- para que no desfallezcamos en el camino, los dones requeridos para cumplirla, la paz que hace posible la unión con Él y nos preserva de quedar atrapados en lo que nos aparta de Su lado, el consuelo ante las dificultades... (Isaías 66,10-14).

Y es que, al enviar a los 72, Jesús les ordena que no lleven nada... de lo que pesa y ralentiza el paso. Sin embargo, en el lugar que antes ocupaba todo ese lastre, vierte Su Espíritu que nos da la agilidad que hace posible llevar a término la tarea que, en Su infinita misericordia, ha querido dejar en nuestras manos. 



sábado, 2 de julio de 2016

Odres nuevos para un vino nuevo

En el Evangelio de hoy Jesús nos invita a la alegría: hemos de estar alegres porque el Novio está con nosotros y entre nosotros (Mt 9,14-17).

Sí, la novedad produce alegría: estamos hechos para lo nuevo -el sustantivo "novio", que el Señor se aplica a Sí Mismo, también sugiere esta novedad- y Jesús es Quien puede traer a nuestra vida continuamente esa renovación apetecida. Y es que, cuando en nuestro interior y a nuestro alrededor, todo se hace viejo por la monotonía, el aburrimiento o la falta de perspectiva, es Él, el Novio, Quien introduce la novedad en nuestra existencia gris y, con ella, la alegría.

Jesús hace nuevas todas las cosas... pero nosotros, a menudo, nos empeñamos en juzgarlas desde los prismas de siempre, en "encorsetarlas" en nuestras clasificaciones manidas, en colocarles etiquetas que echan a perder esa regeneración constante que el Novio procura. Cuando esto sucede no sólo echamos a perder esas novedades que proceden de Él, sino que nosotros mismos nos hacemos daño: revientan los odres y se derrama el vino.

El Espíritu Santo tiene el poder de derribar nuestras estructuras obsoletas, nuestros viejos sistemas aburridos, nuestras seguridades que huelen a rancio y nos esclavizan haciéndonos incapaces de lo nuevo.  Pero... ¿queremos que esto pase?

Párate a pensarlo un momento y pide a Dios la luz que te ayudará a descubrir todo eso que en ti ha envejecido y que te impide ilusionarte y vibrar con la novedad que Dios te regala cada día. Ojalá que tú y yo nos decidamos a soltar amarras y adentrarnos en el mar para vivir una auténtica aventura. El Señor, que es el Novio que trae la novedad a nuestras vidas, va en nuestra barca. Ojalá que no nos quedemos en la orilla varados en viejas seguridades; ojalá que dejemos que el Espíritu Santo las haga saltar por los aires. Así viviremos el sueño que Dios ha soñado para cada uno de nosotros y no nos perderemos una navegación apasionante.



viernes, 1 de julio de 2016

Misericordia quiero y no sacrificios

El Evangelio de hoy relata la vocación de Mateo (Mt 9,9-13). El apóstol es un modelo para ti y para mí porque acogió la voz del Señor, que le habló en el fondo de su ser. La consecuencia de esta escucha no se dejó esperar: Mateo abandonó todo y siguió al Maestro.

La radicalidad del seguimiento de Cristo sigue siendo la misma ahora que entonces; la llamada del Señor a dejar todo lo que no sea Él para ser suyos del todo y de verdad, idéntica a la que acogió y secundó el evangelista. Porque la gracia que transformó a Mateo es la que también se nos regala a nosotros. Y es que, como a él, el Señor nos pide hoy nuestro corazón para hacerlo misericordioso, capaz de compasión para abrazar la miseria propia y la de quienes nos rodean. Porque el Señor prefiere esta acogida a cualquier otra cosa. Una acogida que no implica pactar con lo que no va en nuestra vida y en la de los demás, sino que nos lleva a sabernos necesitados de Su misericordia que nos sana y nos cambia. 

El Espíritu de Jesús, desbordándose sobre nosotros, es luz que nos permite vernos necesitados de Su perdón y de Su gracia y fuerza que nos transforma haciéndonos capaces de ser para los demás otros Cristos, siendo misericordiosos como lo es el Padre. Porque acoger amando, sin juzgar, es lo que nos asemeja a Dios. 

Ojalá tú y yo nos sintamos acogidos incondicionalmente por Dios, cuya gracia nos transforma y nos hace ser hijos en el Hijo. Ojalá Le entreguemos nuestro corazón pequeño y miserable dispuestos a dejarLe hacer en nosotros Su obra sabiendo que es esto lo que más Le agrada por encima de cualquier otra cosa.