sábado, 23 de julio de 2016

Cizaña y misericordia

Hoy Jesús nos propone la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13,24-30) y nos dice que es necesario que, de momento, la cizaña crezca junto al trigo.

Encontramos cizaña dentro de nosotros mismos y a nuestro alrededor. Cuando descubrimos esta mala planta en nuestro interior sentimos tristeza y deseos de que desaparezca; cuando advertimos su presencia en nuestro entorno, deseamos huir de él, escapar de eso en lo que se manifiesta produciéndonos desazón y malestar.

Pero el mensaje de Jesús es claro: hay que dejar que la cizaña crezca junto al trigo y esperar a que Él, llegado el momento oportuno, separe una del otro. Descubría en esto una invitación del Maestro a vivir con paz nuestras propias limitaciones y las de los demás perseverando en el esfuerzo de que eso que produce en nosotros un rechazo visceral no nos haga daño ni a nosotros mismos ni a los demás. 

Sí, sufrir con paciencia las propias limitaciones y las de nuestros hermanos es posible por la gracia de Dios, que nos mira siempre con amor incondicional; vivir con y entre cizaña es posible por la asistencia del Espíritu que nos regala Su luz para que entendamos lo que nos sucede y nos  abraza con su gracia para que nos sintamos profundamente amados en nuestra pobreza. Así podremos abandonar todo en manos del Señor sabiendo que Él lo asume y lo transforma para que pueda ser presentado al Padre. Porque del mismo modo que el sol alumbra y calienta con su luz, el Señor, Sol de justicia, nos ilumina y nos abraza con Su misericordia enseñándonos a ser misericordiosos con nosotros mismos y con los demás a la espera de que todos nos veamos libres definitivamente de aquello que nos hace desemejantes a nuestro Padre.