jueves, 28 de julio de 2016

Dejándose hacer y rehacer

La lectura de Jeremías (18,1-6) nos presenta esta mañana la imagen del alfarero modelando el barro y la interpelación del Señor que nos dice también a ti y a mí: "¿Y no podré yo trataros a vosotros, casa de Israel, como este alfarero?".

Nuestro Dios nos ha creado a cada uno poniendo en nosotros todo lo necesario para cumplir el encargo que nos ha hecho al regalarnos la vida. Él sabe bien lo que hace, de manera que todo, absolutamente todo lo que encontramos en nosotros -nos parezca malo o bueno, deseable o detestable-, contribuye a que Su plan sobre cada uno se cumpla. Por eso tenemos el deber gustoso de aceptarnos tal y como somos al tiempo que procuramos poner todo eso al servicio del proyecto de Dios sobre nuestra vida.

Este Alfarero es, además de Dios Todopoderoso, nuestro Padre. Por eso, después de modelarnos, no se desentiende de Su vasija, sino que, cuando se rompe, no duda en volcar en ella todo Su amor paternal y Su cuidado amoroso para restaurarla o rehacerla aplicándose a ponerle unas lañas que le permitan seguir prestando el servicio para el que fue diseñada. Esas lañas, lejos de afear la vasija, la embellecen porque son las muestras palpables del amor con el que es amada; del interés que despierta en Su Dueño; de los desvelos de un Padre que no se cansa de acompañar la aventura apasionante de la vida de Sus criaturas.

Vamos de dejarnos hacer y rehacer por el Alfarero; vamos a procurar querer ser eso que Él quiere que seamos y no lo que a nosotros se nos ocurre que deberíamos ser; vamos a dejarnos modelar con docilidad y a dejarnos reconstruir cuando el pecado propio o de los demás nos haya hecho añicos. Así dejaremos a Dios ser lo que ha querido ser: Alfarero que, desde la libertad del Amor, modela Sus creaciones otorgándoles la dignidad de suprema de haber salido de Sus manos para cumplir la misión que les ha encomendado.