viernes, 22 de julio de 2016

La perseverancia del amor

Hoy, fiesta de Santa María Magdalena, el Evangelio nos invita a mirar hacia la que Tomás de Aquino llamó "apóstol de los apóstoles" (Jn 20,1. 11-18). De ella podemos aprender algo fundamental para nuestra vida: el amor incondicional, fiel, perseverante con el que amó a su Señor, que la amó primero.

Sí, María de Magdala lloraba porque había perdido al amor de su alma. No esperaba encontrarlo vivo; se conformaba con cuidar por última vez del Cuerpo de su Señor y acudir a velarlo siempre que pudiera: ¡qué consuelo acudir a la tumba que guardaba a su Jesús! Por eso su amargura llegó hasta límites insospechados cuando hasta eso se le negaba. ¡¡¡Cómo lloraba María al encontrar el sepulcro vacío!!!

Tú y yo también perdemos al Señor, que se oculta a nuestra mirada y a nuestro sentimiento cuando la vida se nos hace cuesta arriba. ¡Cómo recordamos con nostalgia -hasta con tristeza- los momentos en los que seguíamos al Maestro con paso ágil y alegre! ¡Y qué difícil se nos hace seguirlo cuando sentimos los pies cansados porque la ilusión no acompaña! María es la mejor maestra en esos momentos: nos enseña a buscar el "lugar" en el que creemos puede estar Jesús; a perseverar en él; a llorar porque no vemos al Señor por ningún lado por más que lo intentamos.

Ojalá que lloremos siempre que hayamos perdido al Señor de un modo u otro. Y que contestemos a quienes nos interpelan y continuemos la marcha como si nada estuviera pasando. Que María de Magdala nos ayude a perseverar en ese llanto y en esa actitud que no descuida a quienes se dirigen a nosotros esperando una respuesta. Porque si procuramos mantenernos en esa actitud de búsqueda del Señor y de acogida y aceptación de lo que la vida nos depara, volviendo a ella una y otra vez después de cada fracaso al intentar mantenernos a flote, llegará un momento en que escucharemos la voz de Jesús que, como a la Magdalena, nos llamará por nuestro nombre y nos regalará la gracia de descubrirlo en todo eso en lo que ahora no podemos reconocerlo.