domingo, 3 de julio de 2016

Ligeros de equipaje

Jesús nos invita en el Evangelio de hoy a cumplir la misión que a cada uno nos ha encomendado sin preocuparnos de nada más (Lc 10,1-12.17-20). Su imperativo de no llevar nada para el camino es un acicate para nuestra confianza: para llevar a Jesús a quienes nos rodean sólo tenemos que tratarLe para conocerLe y amarLe cada vez más. Es en ese trato íntimo con Jesús donde recibimos Su gracia, que nos transforma en Él para que lleguemos a ser imagen Suya, y donde el Espíritu Santo nos capacita para dar a Jesús a los demás.

Recibimos de Jesús todo lo necesario para desarrollar la tarea que nos encomienda: nos regala el tiempo necesario para llevarla a cabo, el Alimento -que es Él mismo en Su Palabra y en la Eucaristía- para que no desfallezcamos en el camino, los dones requeridos para cumplirla, la paz que hace posible la unión con Él y nos preserva de quedar atrapados en lo que nos aparta de Su lado, el consuelo ante las dificultades... (Isaías 66,10-14).

Y es que, al enviar a los 72, Jesús les ordena que no lleven nada... de lo que pesa y ralentiza el paso. Sin embargo, en el lugar que antes ocupaba todo ese lastre, vierte Su Espíritu que nos da la agilidad que hace posible llevar a término la tarea que, en Su infinita misericordia, ha querido dejar en nuestras manos.