sábado, 30 de julio de 2016

Sin doblez ni engaño... cueste lo que cueste

El Señor nos llama hoy a la valentía a través de Su Palabra: Jeremías dice al pueblo lo que tiene que decirle de parte de Dios, sin temer las consecuencias (Jr 26,11-16. 24); Juan el Bautista no deja de denunciar lo que considera injusto aunque esto le ponga en un serio peligro (Mt 14,1-12).

Tú y yo estamos llamados a hacer lo mismo: a ser testigos de Jesús con nuestra vida; a vivir con coherencia la fe que profesamos para que nuestros pensamientos, palabras y obras sean un todo armónico. 

Para vivir así, como testigos, tenemos que ser valientes y asumir el riesgo que supone ir contracorriente en muchas ocasiones. Esto es difícil, pero no imposible porque contamos con la gracia de Dios.

Proponte escuchar la voz de Dios que te habla a través de tu conciencia y actúa en consecuencia. No temas resultar incómodo o antipático. Da un paso al frente y disponte a obedecer a esa voz porque en esta obediencia está en juego tu propia paz y tu unidad interior: sólo viviendo así irás conquistando cotas de humanidad hasta alcanzar la medida de Cristo. Por el contrario, vivir de otra forma termina enfermándonos o haciendo de nosotros algo totalmente distinto a lo que Dios ha pensado al crearnos.

Sabemos que nuestra fama, nuestra vida, todo lo nuestro, está en Sus manos. Y sabemos también que vivir según nuestra conciencia es garantía de paz interior, de serenidad, de alegría. La coherencia tiene un precio, pero también un premio que desborda todas nuestras previsiones: llegar a ser, en medio de las dificultades, eso que hemos sido llamados a ser: hijos en el Hijo. 

Ojalá que ni tú ni yo no frustremos el plan de Dios sobre nosotros; ojalá lleguemos a ser personas auténticas, sólidas, consistentes... Hombres y mujeres de una sola pieza: cabales, íntegros, que dicen lo que piensan y hacen lo que dicen.