viernes, 29 de julio de 2016

Conociendo a Dios

Nos relata el Evangelio de hoy la visita de Jesús a Nazareth y la desconfianza que despertaba en sus vecinos (Mt 13,54-58).

Aquellos hombres desconfiaban porque conocían al Señor: sus orígenes humildes, su familia... Aquellos contemporáneos de Jesús no podían imaginar siquiera que aquel Hombre era Dios y, precisamente porque lo conocían, no tenían fe en Él.

Nuestra situación es distinta de ellos sólo en parte: Jesús se ha presentado ante nosotros, desde el comienzo de nuestra vida, como el Dios encarnado, el Enmanuel que se ha hecho uno de nosotros para salvarnos y mostrarnos la intimidad de la divinidad. Y nos ha dado Su Espíritu, que nos capacita para ir profundizando en el conocimiento de Dios a medida que nuestra pobreza acoge Sus mociones y se deja conducir Él.

Sin embargo, a pesar de este derroche de gracia, muchas veces a lo largo de nuestra vida desconfiamos del Señor, de Su amor para con nosotros, de Su poder... como aquellos nazarenos que lo habían visto creer entre ellos. Y seguimos pensando que somos nosotros los que sabemos lo que más nos conviene, lo que necesitamos... Sí, le enmendamos la plana a Dios y nos erigimos -eso creemos, ¡pobres de nosotros!- en artífices de nuestra propia historia "aparcando" a ese Dios en Quien no confiamos.

Vamos a pedirLe perdón hoy por esa desconfianza infundada; vamos de decirLe que creemos en Él y que deseamos dejarLe hacer en nuestra vida. Ojalá que vayamos conociendo al Señor de verdad para que nuestra fe y nuestro amor vayan aumentando día a día junto a ese conocimiento.