domingo, 30 de abril de 2017

Dejándonos encontrar

El Evangelio de Lucas nos presenta hoy el encuentro de Jesús con dos discípulos que, descorazonados tras Su muerte que ha truncado todas sus esperanzas, regresan a su casa (Lc 24,13-35). Van cabizbajos, tristes, mientras desahogan sus corazones apenados compartiendo su frustración.

Ensimismados en su pena, son incapaces de reconocer al que se les acerca y entabla con ellos un diálogo sanador con el que los va preparando para que Le descubran vivo y resucitado. Así, nos dice el texto que, tras explicarles lo que en las Escrituras se refería a Él y partir para ellos el Pan, sus ojos se abrieron. Entonces Jesús desapareció de su vista porque, como afirma San Agustín, lo que el Señor pretende a partir de ese momento es edificar su fe. Sí, les muestra cómo y dónde pueden encontrarse con Él a partir de entonces y desaparece de su vista. Jesús se queda con ellos -con nosotros- de otro modo.


Lo mismo pretende hacer hoy contigo y conmigo: no vemos a Jesús, pero está. Se encuentra en el Pan eucarístico y en Su Palabra para que podamos alimentarnos de Él y conocerLe. No tengas reparo en frecuentar Su Presencia, misteriosa pero real, en el Santísimo Sacramento y en las Sagradas Escrituras. Si Él "está" en estos "lugares" es para enseñarnos a "estar" junto a Él en ellos. No pasa nada que pasen los días y los años sin vislumbrar o intuir apenas el Misterio que esconden y velan estas nuevas "formas de estar" de Jesús entre nosotros. Basta con que "estés" fielmente para que Jesús, vivo y presente en el Pan y en la Palabra te vaya cambiando, te transforme, te sane, abra tus ojos... ¡Que te des cuenta o no de lo que Él hace en ti es lo de menos! Tú no dejes de estar.

Acude una y otra vez a la cita pidiéndoLe que abra para ti el Libro de Su Palabra y te explique su contenido; rogándoLe que te asuma en Él cada vez que comulgas aunque no percibas nada y te parezca que todo sigue igual en tu vida; dejándote mirar por Él en largas horas de adoración eucarística aunque te aburras y te duermas. Créeme: no importa. Lo que de verdad importa es intentar mantenernos alerta para que, cuando Él quiera, nos enteremos de lo que quiere decirnos. Porque si conseguimos estar junto a Él será Él Quien se encargue de edificar nuestra fe, como afirma San Agustín; y si logramos acudir una y otra vez junto a Su Presencia misteriosa en el Pan y en la Palabra, será Él mismo Quien nos encuentre.