lunes, 1 de agosto de 2016

Tomar de Dios para darLe a los demás

Hoy nos cuenta san Mateo la compasión que el gentío despertó en Jesús moviéndolo a curar a los enfermos y a darles de comer (14,13-21).

Me conmovía un detalle que el evangelista nos presenta entre líneas al comienzo del relato -o al menos a mí me lo parecía-. Dice que Jesús, al enterarse de la muerte del Bautista, quiso marcharse a un lugar tranquilo y apartado. El Señor tenía necesidad de soledad, de silencio... para "estar" con el Padre. Sin embargo, no duda en olvidarse de Su necesidad cuando ve ante Él a un gentío necesitado de Su Presencia, de Sus milagros, de Sus palabras... ¡Qué ejemplo nos da el Señor de olvido de Sí! ¿No te parece? 

A raíz de esto acudía a mi memoria otra imagen: esa que nos presentan los evangelistas de Jesús orando de noche al Padre. Sí, el Señor se da de tal manera que tiene que sacar tiempo de debajo de las piedras para tratar a solas con Su Padre.

Vamos a pararnos a ver cómo es nuestra vida. Vamos a considerar cómo atendemos a los que nos solicitan y qué es lo que les damos. Vamos a detenernos en cómo procuramos espacios y tiempos para "estar" a solas con Él. Porque si no recibimos del Señor "los panes y los peces", como hicieron aquel día Sus discípulos, poco podremos dar a los hermanos que nos reclaman. Y es que, ¿qué les damos si no les llevamos a Dios mismo, presente entre nosotros en el Pan y en la Palabra?