martes, 16 de agosto de 2016

Succionados por la fuerza del Espíritu

Hoy Jesús nos habla con fuerza para que nos decidamos a vivir con radicalidad las exigencias de Su mensaje diciéndonos que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el Reino de los Cielos (Mt 19,23-30).

Puede que cuando leamos ésta o parecidas páginas del Evangelio sintamos, como los discípulos, que los ejemplos que proponen están muy lejos de resultarnos asequibles. Pero, estoy segura, si no nos paramos en este juicio y dejamos que la Palabra de Dios nos seduzca, experimentaremos en nuestro interior Su atractivo y el deseo, sin duda puesto por Dios en lo más hondo de nuestro ser, de vivir así.

No ahoguemos ese deseo; antes bien, dejémoslo crecer dentro de nosotros; cuidemos de él como don de Dios que es, abrazándolo con nuestra libertad; pidamos al Espíritu Santo que lo haga cada vez más fuerte y poderoso, que lo convierta en un imán irresistible que atraiga nuestra voluntad. 

Éste es el principio del cambio en nuestra vida; el inicio de esa conversión continua a la que estamos llamados y que nos identifica con el Señor a medida que transcurre el tiempo que nos ha regalado precisamente para alcanzar esa identificación con Él. Porque si deseamos vivir como Jesús nos pide asistiremos, admirados, al cumplimiento de Su Palabra: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios".

Que la fuerza del Espíritu nos arrastre hacia nuestro centro más íntimo, en el que Él habita y que, una vez allí, nos regale el don de vivir con radicalidad el Evangelio. Así, a medida que nos vayamos asemejando más y más a nuestro Modelo, alcanzaremos la plenitud que Dios ha pensado para nosotros.