Hoy, día de la Asunción de Nuestra Señora, la liturgia presenta a nuestra contemplación el Evangelio de la visitación de María a su prima Isabel (Lc 1,39-56).
Vamos a fijarnos en la disponibilidad de nuestra Madre: su aceptación incondicional de los planes de Dios de Dios sobre Ella concretada en su "sí" para que el Verbo tomara su carne; su diligencia para acudir en ayuda de Isabel; su permanencia junto al Hijo hasta el momento decisivo de la Cruz; su acompañamiento de la Iglesia naciente esperando la venida del Espíritu...
Todo esto nos habla de su triunfo final, que hoy celebramos, y la entrega de la Madre al proyecto de salvación de Dios para con los hombres constituye un acicate para imitar su ejemplo y seguir sus pasos.
Para vivir como Ella vivió contamos con el auxilio constante de la gracia y con su ayuda maternal. Que hoy y siempre la Virgen nos ayude a elevarnos por encima de lo que nos impide vivir una entrega sin condiciones; que Ella nos enseñe el arte del olvido de sí para escapar del egoísmo y secundar los planes de Dios en nuestra vida.