domingo, 14 de agosto de 2016

Correr sin dejar de mirarLe

Hoy el Señor nos invita, por medio de Su Palabra, a correr tras Él sin dejar de mirarLe, porque en ese avanzar por el camino fijando nuestra mirada en Él está el secreto para coronar la meta (Hbr 12,1-4).

Esta carrera no está libre de obstáculos. Además, la marcha exige quitar lo que nos estorba para mantener el ritmo y desatarnos de lo que nos frena, renunciando al gozo inmediato, sin temer los ataques de todo lo que tratará de impedirnos continuar el camino empezado.

A esto estamos llamados: a correr sin desfallecer; a levantarnos tantas veces cuantas caigamos; a no "arrugarnos" ante las dificultades. Para correr así, Jesús nos ha dado Su Espíritu: ese Fuego que nos hace arder por dentro y que quiere servirse de ti y de mí para que el mundo entero arda en Su amor (Lc 12,49-53).

Ojalá nos decidamos a correr de verdad; ojalá corramos al ritmo que marca el Espíritu, dejándonos abrasar por Él, para poder prender ese Fuego divino a todo lo que entre en contacto con nosotros; ojalá que, mientras corremos, no dejemos nunca de mirar a Jesús. Él, que inició nuestra fe, la completará.