lunes, 24 de agosto de 2015

Ser flecha amarilla

En Mt 23, 13-22 nos recrimina el Señor que, con nuestro modo de proceder antievangélico en tantas ocasiones, cerremos a los hombres el Reino de los Cielos. ¿Cómo y cuándo impedimos que Él reine en cada corazón...?

Pensaba que somos obstáculo para que el Reino sea una realidad cuando abandonamos el ideal de vivir que Jesús nos presenta; cuando actuamos de forma que ocultamos la luz que el Espíritu no deja de proyectar desde nuestro interior para iluminar el camino de aquellos con los que vivimos.

Me parece que no se trata de hacer nada, sino más bien de no estorbar la acción de Dios en ti y en mí; de estar atentos a sus inspiraciones; de levantarnos cuando caigamos y, sobre todo, de pedir perdón por el daño que hacemos o por el bien que dejamos de hacer... También impedimos la entrada al Reino y la entrada del Reino en cada persona cuando dejamos de decir "gracias" por todo lo que recibimos de cada uno en particular, de todos los hombres y mujeres contemporáneos y antepasados nuestros. Porque si creemos en el Padre, creemos en la fraternidad universal y en la comunión -común unión- de todos en Cristo. Esta ligazón con todo lo salido de las manos del Padre, hombres y creación entera, implica que todo lo bueno o malo que hagamos redunda en los demás y en la naturaleza, la "casa común" en expresión feliz de Francisco. ¿Pensamos acaso que tenemos algo que no hayamos recibido? ¡¡¡La misma cultura en la que nacimos, la lengua que aprendimos, el pensamiento que configuró los primeros cimientos de nuestra capacidad racional...!!! ¿Seremos tan ignorantes de apropiarnos lo que es patrimonio de la humanidad por ser don de Dios para sus hijos? Él ha preparado nuestra propia persona "ensayando" nuestros gestos, nuestra fisonomía, nuestro carácter..., en la serie continuada de todos nuestros antepasados, de muchísimos que nos han precedido.


Hace unos días, una amiga me decía que se sentía "flecha amarilla", indicación que señala a los demás el camino hacia Dios. Leyendo este evangelio me he acordado de ella y he pensado que Jesús quiere que seamos esto para los demás: flecha amarilla que le señale a Él.

Hoy, fiesta de San Bartolomé, recordamos y damos gracias por Felipe, que supo ser flecha amarilla para que su amigo descubriera al Mesías. Ojalá tú y yo no sólo no impidamos a nuestros hermanos que se encuentren con Jesús, sino que seamos flecha amarilla indicadora del camino para llegar al Maestro.