domingo, 25 de diciembre de 2016

Navidad, silencio, desierto... y Dios

Celebramos un año más la Navidad, la Presencia de Dios con nosotros y en nosotros. Y nos sumergimos en esa Presencia "todoabarcante" ayudados por la liturgia: el Dios encarnado es Luz que brilla en las tinieblas, gozo para los que están en Su Presencia, liberación de nuestros yugos y alivio de nuestras cargas, dilatación de una paz sin límites, sostén y consolidación de esa paz en nuestras vidas, victoria sobre nuestros peores enemigos -los que nos hacen la guerra desde dentro-, consuelo, rescate y salvación...

Con Dios entre nosotros y en nosotros hemos dejado de ser los perdidos y abandonados; ahora somos buscados, encontrados y acogidos porque "un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado"; porque "la Palabra se hizo Carne y acampó entre nosotros" y a pesar de que cuando vino a los suyos algunos no Le recibieron, a los que lo acogieron en sus vidas les dio -nos da- el poder de ser hijos de Dios, hijos del mismo Padre en Él, el Hijo que lo perdió todo para ganarnos del todo.

Navidad es todo esto y mucho más porque el Misterio insondable del Dios encarnado ensancha nuestros horizontes vitales hasta límites insospechados... Piénsalo, medita apoyándote en la Palabra que nos ha sido revelada en Él y guarda todo esto en el silencio de tu corazón como hizo Ella.