martes, 23 de febrero de 2016

Hundiéndonos en el corazón del presente

Termina en Evangelio de hoy con esta afirmación rotunda de Jesús: "El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mt 23,1-12).

Esta mañana leía el adjetivo "humillado" en una clave que me abría el acceso al encuentro con Dios. Porque de esto es de lo que se trata: de encontrarnos con Él.

En este contexto pensaba que la humillación consiste en ese descenso en busca de lo esencial, que siempre está en el fondo. Y lo esencial es Dios. Ni más, ni menos. 

Lo esencial no es una idea, ni una forma de hacer las cosas o de vivir nuestra relación con Él, ni una reflexión, ni una doctrina. Lo esencial es Dios mismo que "se humilló" abajándose hasta límites insospechados al tomar nuestra naturaleza en la Persona del Hijo. Por eso el Padre lo exaltó por encima de todo.

Esta humillación se realiza en el Espíritu Santo, la fuerza de Dios que hace posible el "descenso" del Hijo desde el seno del Padre y su permanencia entre nosotros. Nuestro encuentro con el Señor, que también se opera en el Espíritu, nos devuelve al Padre. Por eso este encuentro con Él es lo esencial.

Descender, sumergirnos, bajar hasta dar con lo esencial. Aquí está la clave. Thomas Merton, el gran maestro espiritual, lo expresa de esta manera en sus Diarios"Lo único esencial no es una idea ni un ideal: es Dios mismo, que no puede encontrarse contraponiendo el presente al futuro o al pasado, sino exclusivamente hundiéndose en el corazón del presente tal cual es".

Que el Espíritu Santo nos abra el camino de este descenso haciendo posible este hundimiento en el presente. Porque es en este fondo donde el Dios Uno y Trino nos espera para abrazarnos.