viernes, 6 de noviembre de 2015

¡¡¡Merece la alegría!!!

Siempre me ha interpelado la felicitación del amo al administrador injusto que recoge la enseñanza de Jesús del evangelio de hoy (Lc 16,1-8). Lo que alaba el hombre rico es la astucia del administrador. Y es que, pensaba, la astucia es no sólo la habilidad para engañar, sino para evitar el engaño. Esto nos hace caer en la cuenta de que la mayor parte de habilidades, cualidades y cosas pueden ser empleadas para hacer o el bien o para hacer el mal.

Jesús lamenta que los hijos del mundo sean más astutos que los hijos de la luz. Trasladando esta afirmación a tu vida y a la mía se me ocurría que en tantas ocasiones ponemos nuestro conocimiento y nuestra pericia al servicio de cosas buenas, sí, incluso importantes, pero no esenciales. Esas cualidades quedan sin explotar cuando se trata de cuidar nuestra relación personal con Jesús y de darlo a conocer a los que tenemos alrededor.

Y es que estoy convencida de que los cristianos tenemos en mejor mensaje del mundo y lo entregamos en un envoltorio que no permite que los demás lo aprecien. Sí, la vida auténtica está en Jesús y, aunque todavía no podemos poseerla en plenitud, desde ya mismo podemos empezar a disfrutarla pregustándola. ¿Cómo? Dejándonos encontrar por Jesús y haciéndolo el centro de nuestra vida. Sin este encuentro personal nada tiene sentido y nuestra fe queda reducida a un conjunto de normas y ritos que aplastan y aturden. 

Vamos a apostar por redescubrir el modo de vida nuevo que propone el Maestro. Y eso sí, te lo aseguro, que merece poner todo lo que somos y tenemos en juego para conseguirlo. Sabemos, por el testimonio de tantos y también mirando con serenidad a nuestra propia biografía, que merece -no la pena- sino la alegría intentarlo.