domingo, 22 de noviembre de 2015

La mejor hoja de ruta

No deja de sorprenderme que hoy, día de Cristo Rey, se proclame el evangelio de la muerte del Señor (Lc 23,35-43). Este fragmento concluye con el diálogo entre Jesús y el buen ladrón. Y es que, aunque sé que el patíbulo de la cruz es el trono del Señor, Rey de reyes, no puedo evitar el vértigo que se siente ante la contemplación de un misterio tan hondo, insondable...

Mientras trataba de orar esta mañana con este evangelio he pensado algo que, quizá, te sirva. Consideraba que, al igual que sucedió al buen ladrón, Jesús está a nuestro lado siempre y, de manera especial, cuando pasamos por momentos bajos. También nos da la gracia que en aquel momento dio a este hombre que compartía suplicio con Él; gracia que es luz para descubrirlo a nuestro lado y pedirLe lo único necesario: que se acuerde de nosotros ahora que está en su Reino.

Porque Jesús, el Verbo encarnado, al tomar nuestra naturaleza ha asumido toda su debilidad, todos sus límites. No se ha ahorrado nada. Por eso, pase lo que pase en ese mundo interior como respuesta a tantas cosas que suceden fuera, podemos pensar que Jesús "padeció" y "sufrió" lo que nos pesa, duele y apesadumbra. Podemos afirmar esto aunque, para salvar las distancias, tengamos que echar mano de la analogía.

Hoy celebramos esto: que Jesús, que ya reina libre de las limitaciones de la naturaleza humana que quiso hacer suya por pura misericordia, no se olvida de nosotros nunca. Y que, como al buen ladrón, nos promete que, tras los momentos de turbación y prueba, nos regalará la paz que vino a traer al mundo. Vivir en esta confianza mirándoLe sólo a Él por encima de las tormentas grandes y pequeñas que nos trae cada día es una buena hoja de ruta para alcanzar la meta. ¿No te parece?