lunes, 2 de noviembre de 2015

"Acordados" en el Resucitado

Nuestra Madre la Iglesia, sabia y buena, ha querido dedicar este día al recuerdo orante de todos los que pasaron por nuestra vida y han dado ya el salto a la eternidad. Si ayer celebrábamos con alegría a todos los que habían llegado a ese término, que es el verdadero principio, y ya viven contemplando a Dios cara a cara, hoy, los que aún caminamos en la tierra, nos unimos a ellos para pedir por los que están a punto de atravesar las puertas de la Casa del Padre. ¿No te parece precioso, insondable, hondamente tierno y auténticamente verdadero este misterio de la comunión de los santos?

El evangelio que, de entre los que propone la liturgia para este día, hoy se ha proclamado en nuestra iglesia (Jn 11,17-27) me ha ayudado a saborear, paladeando con alegría, esta certeza de que la vida es un camino que no se acaba. Y todos nos acompañamos hasta llegar a la meta, que es la completa identificación con Cristo, ayudándonos unos a otros en un misterio de solidaridad que nos envuelve y nos invita a ir penetrando en él con los ojos de la fe a medida que avanzamos por esa senda apasionante que es la vida de cada uno.

Eso ha evocado en mí la respuesta del Maestro a Marta ante su queja amorosa por la ausencia de su Señor que no ha podido evitar la muerte Lázaro, su hermano. "Yo soy la resurrección y la vida", le contesta Jesús, "el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre". La pregunta que hace a continuación a Marta te la hace Jesús ahora mismo a ti y a mí: "¿Crees esto?". ¿Lo creemos real y verdaderamente? 

Porque Uno que ha vuelto para decirnos que la muerte no tiene la última palabra, Jesús, nos asegura que basta con creer en Él para no morir. ¡¡¡Para no morir!!! ¿Ves? La muerte no es el final de nada; es el último acto de entrega confiada y amorosa en los brazos de Ese en el que ya vivimos porque creemos en Él. Y esos brazos, te lo aseguro, no van a dejar que caigamos en el vacío como tampoco han dejado que caiga ninguno de los hermanos que nos han precedido en ese salto decisivo.

Vamos a acompañar a los que aún siguen de camino vislumbrando ya la fachada de esa casa señorial y hermosa, atrayente y llena de luz, que es la Casa de nuestro Padre. ¡¡¡No dejan de llegar hasta sus puertas hermanos nuestros!!! Es un trasiego continuo de llegadas, abrazos y recibimientos. Vamos a acompañarnos para que, todos a una, continuemos avanzando por el camino de esta vida que se nos ha regalado y que nunca se acaba; vamos a apoyarnos unos a otros, cada uno desde donde estamos, para ir ganando plenitud a cada paso.