lunes, 23 de noviembre de 2015

Una travesía apasionante

El elogio de Jesús a la viuda que echó en el cepillo del Templo todo lo que tenía para vivir (Lc 21,1-4) nos descubre la confianza de esta mujer en la Providencia de Dios. Porque, pasando necesidad, dio todo lo que tenía para vivir.

A raíz de este evangelio pensaba lo fácil que resulta dar de lo que sobra y la magnanimidad que demuestra el que se queda sin nada. Entre uno y otro va un abismo, pero sé que mirar al mérito del que da es desenfocar la cuestión fundamental porque no somos nosotros los que "hacemos" esto o aquello sino Dios quien lo hace en nosotros... si le dejamos.

Y al hilo de esto venía a mi cabeza la oración de San Agustín: "Señor, dame lo que me pides y pídeme lo que quieras". Estoy segura de que la viuda que despertó la admiración de Jesús con su actitud se había dejado encontrar por Dios y había descubierto en Él al Padre que vela y cuida de cada uno de sus hijos. Por eso pudo hacer lo que hizo. 

Sí, el secreto está en confiar. Y confía quien conoce a Dios;  y lo conoce y lo descubre quien se dispone a tratarlo y a dejarse transformar por Él. Se trata de vivir dejándose empujar por la brisa del Espíritu como el velero avanza impulsado por el viento. Viviendo así, te lo aseguro, la vida se convierte en una travesía apasionante. Créetelo y atrévete.