viernes, 20 de noviembre de 2015

Tú eres casa de Dios

Hoy el evangelio de Lucas nos traslada a los atrios del Templo el día en que Jesús expulsó de él a los mercaderes (19,45-48) poniendo en sus labios unas palabras del profeta Isaías: "Mi casa es casa de oración".

A raíz de esta afirmación pensaba que cada uno de nosotros somos casa de Dios y, por eso, hemos de procurar ser casa de oración. Porque en nuestro interior habita la Santísima Trinidad y, en verdad, somos templo del Espíritu Santo.

Ojalá que no nos ocurra como sucedió a los judíos en tiempo de Jesús que, so pretexto de dar a Dios alabanza y gloria, habían convertido su Casa en una cueva de bandidos. Sí, se servían de ella para marginar a los que no pertenecían a su pueblo y limpiaban sus conciencias con cultos vacíos con los que pretendían esconder una doble vida hipócrita.

Que al menos tú y yo no nos sirvamos de Dios poniéndolo al servicio de intereses mezquinos; que tú y yo aprendamos a dejar al Espíritu hacernos no sólo casa de oración sino oración misma en favor de su Iglesia y del mundo que, en tantas ocasiones, parecen más cueva de bandidos que morada de Dios.