domingo, 8 de noviembre de 2015

Cómo ser magnánimos

No deja de impresionarme, cada vez que leo este fragmento del evangelio de Marcos (12,38-44), la magnanimidad -porque es mucho más que generosidad lo que vemos en esta mujer- de la viuda que echa al cepillo del templo todo lo que tenía para vivir. Y eso aún pasando necesidad.

La primera lectura (Reyes, 17,10-16) nos recuerda lo que pasó con la viuda de Sarepta que compartió lo último que tenía para subsistir con el profeta Elías. Su magnanimidad obtuvo del cielo el milagro de que las pocas existencias con las que contaba no se agotaran hasta que hubo de nuevo cosechas.

¿Cómo es posible la actitud de estas mujeres que dan de lo necesario y lo dan todo? Sólo Dios puede hacer posible esto; Él es Quien nos regala la magnanimidad para que demos todo y lo demos hasta el final. ¿Sabéis lo único que hace falta? Que creamos en su Providencia amorosísima. Sí, Él nos cuida con amor de padre y de madre dándonos en todas las circunstancias de nuestra vida, sean cuales sean, lo necesario para amarLe. Te aseguro que no hace falta más. Y tú y yo ¿nos creemos esto?