martes, 27 de septiembre de 2016

El don del discernimiento

El Evangelio de hoy (Lc 9,51-56) comienza así: "Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén".

Jesús, como tú y como yo, tenía que decidir, que optar. El que asumió nuestra naturaleza lo hizo de manera total, sin "ahorrarse" ninguna molestia inherente a ella. Por eso el Señor también sufrió la incertidumbre, no tuvo claro todo siempre. Ante Él se abrían varias posibilidades entre las que optar en los pequeños y grandes momentos de Su vida. Tal y como nos sucede a nosotros, ni más, ni menos.

Sí, Jesús también tuvo que leer los signos de los tiempos y orar pidiendo luz... y decidir. Apoyados en Él y dirigiendo nuestros ojos a Su vida hemos de hacer lo mismo: mirar a nuestro alrededor en busca de signos que nos indiquen la dirección a tomar; sopesar las distintas opciones en Su Presencia; pedir con insistencia y humildad la asistencia de Su Espíritu para elegir según Su Voluntad... Parece difícil, pero tal vez sólo lo parezca y esa apariencia sea un engaño del mentiroso para frenar nuestra libertad, para minar nuestra confianza en Dios. Porque, como afirma la Sagrada Escritura, "nosotros tenemos la mente de Cristo" (1Corintios 2,16). Medítalo y actúa consecuentemente con esta verdad.