domingo, 18 de septiembre de 2016

Un único deseo

Pienso que el salmo 112, que hemos proclamado en la Misa de hoy, nos da la clave para profundizar en las lecturas de este Domingo a lo largo de esta jornada de descanso.

Reza así: "Alabad al Señor, que ensalza al pobre". Éste mismo es el mensaje que el Señor nos hace llegar por medio del profeta Amós (8,4-7): Dios no olvidará las acciones de quienes explotan y se aprovechan de los pobres. Y es que Él mismo hace propia la causa de los que son maltratados y se convierte en Su protector y defensor.


Y el Evangelio ( Lc 16,1-13) nos da una pista acerca de cuál es la pobreza a la que se está refiriendo la Palabra de Dios hoy: se trata de la actitud del que sabe que todo lo que es y lo que tiene lo ha recibido por pura liberalidad divina y, por eso mismo, se comporta como mero administrador de todos esos bienes que no son suyos en propiedad. 

Un administrador sagaz, cualidad que es alabada por Jesús en este fragmento del Evangelio de Lucas, es aquel que pone todos sus dones y habilidades en juego para lograr el único y definitivo premio: el conocimiento de Dios en esta vida, que facilita el crecimiento en el amor que Le debemos,  y la posesión plena de ese Dios Amor por toda la eternidad. Me parece que es esta posesión plena a lo que se refiere el Señor cuando nos dice que se nos dará "lo nuestro" si somos de fiar en lo ajeno, que es todo aquello que nos ha dejado en depósito para lograr alcanzarlo a Él.


Vamos a ponernos manos a la obra; vamos de invertir fuerzas, tiempo, ilusión, cualidades... hasta dinero, ¡claro que sí!, en conocer al Señor cada vez más para poder amarlo cada día mejor. Pido para ti y para mí que este deseo, que Él mismo ha puesto en nuestro corazón, vaya echando raíces y creciendo hasta convertirse en el único deseo de nuestro corazón. Vamos a hacernos pobres de todo lo que no es Dios para que Él se convierta en nuestra única riqueza.