domingo, 20 de marzo de 2016

Dejándose desatar

El gozo de ver a Jesús entrando triunfante en Jerusalén, se ve empañado por la sombra de la traición y de la muerte... Pero hoy, el Señor disfruta viéndose envuelto en esta explosión de alegría. Vamos a acompañarlo también tú y yo olvidándonos del resto...

El relato de la Pasión proclamado hoy en la Misa (Lc 22,14-23,56) comienza con una confesión entrañable de Jesús: su deseo de comer la pascua con los suyos.

Y antes no sólo se deja vitorear y aclamar, sino que incluso prepara la entrada en la ciudad santa pidiendo a dos de sus discípulos que se adelanten para que se hagan con su cabalgadura: un borrico que le servirá de trono y que es desatado para portar al Señor, que dice necesitar de él.

¡Qué humildad y qué mansedumbre la de Jesús que ha querido "necesitar" de nosotros y de nuestras cosas! ¿Necesitar? ¿Él? Eso afirma. Pienso que lo que en realidad necesita su amor es vernos liberados de nuestras ataduras para que lleguemos a ser hombres y mujeres de verdad poniéndonos a su servicio, que libera y eleva.

Vamos a dejarnos desatar por los que Jesús envía a nuestras vidas para liberarnos: personas, acontecimientos externos e internos... Todo eso que, de un modo u otro, incide en nuestras vidas tiene como objetivo prepararnos para que sirvamos al Señor como Él desea ser servido. ¿Por qué no le pedimos la gracia de dejamos desatar para ser sólo de Él?