viernes, 4 de marzo de 2016

Cuestión de Amor

Hoy Jesús nos recuerda los dos mandamientos mayores: el amor a Dios y el amor al prójimo (Mc 12,28-34).

Vivir estos mandamientos sería del todo imposible sin la asistencia de la gracia que Jesús nos ha ganado con su encarnación, muerte y resurrección. A medida que nos vamos dejando empapar por el agua de Su Espíritu, que Le permitimos que nos modele y transforme nuestro corazón, el mandamiento del amor se va haciendo realidad en nuestra vida de manera progresiva, misteriosa, real.


Nuestro amor no puede sino beber del Amor que es Dios mismo. Paradójicamente, amamos a Dios y a los demás con el Amor que Él nos da. Es el Suyo un Amor infinito, desinteresado, gratuito, que nos transforma y vuelve a Él arrastrándonos junto a todos los que amamos. 

Nuestro Dios, en un derroche continuo de misericordia, nos atrae hacia Sí poniéndonos de nuevo en el camino que conduce a la Vida cuando nos salimos de él. Porque, como nos recuerda a través del profeta Oseas en la primera lectura (14,2-10), el Señor nos cura de nuestros extravíos y nos ama sin que lo merezcamos. Aquí radica el poder y la fuerza de nuestro amor: no somos nosotros quienes amamos, sino que es el Espíritu Quien ama en nosotros y a través de nosotros... si lo dejamos.