viernes, 11 de marzo de 2016

Las apariencias engañan

Nos recuerda la lectura del libro de la Sabiduría (2,1a. 12-22) que nuestro modo de razonar está muy lejos de alcanzar el modo de actuar y ser de Dios. Y es que, como Él mismo nos dice, no conocemos Sus secretos.

Jesús vuelve sobre esto mismo en el Evangelio (Jn 7,1-2): dudan algunos si es el Mesías porque saben quién es y de dónde viene y, como afirman, el origen del libertador que esperan no podrá ser conocido por ellos nunca. El Señor sale al paso de esta "objeción" diciéndoles que, en realidad, no conocen a Aquel de Quien Él procede.


Y es que las apariencias engañan y lo que nuestros ojos alcanzan a ver no es, ni mucho menos, lo que ve Dios. Aunque, si nos dejamos iluminar por su Espíritu, podremos hacernos cada vez más conscientes de esta verdad: que sus caminos no son los nuestros ni su modo de actuar el que esperamos. 

Pienso que saber esto es ya mucho y que desear con toda el alma que todo sea, en verdad, según su voluntad el camino de la verdadera sabiduría.