jueves, 24 de marzo de 2016

Rompiendo esquemas

El Evangelio que se proclamará esta tarde en la celebración de la Cena del Señor hace las veces de puerta de acceso al misterio de la muerte y resurrección de Jesús (Jn 13,1-15).

Estoy segura de que todos entendemos la reacción del bueno de Pedro cuando ve a Jesús a sus pies, arrodillado, dispuesto a lavárselos asumiendo para Sí la función de los esclavos...

¡Pobre Pedro! ¡Cómo nos hacemos cargo de tu reacción! Y cómo valoramos tu rectificación, manifestación de la gran nobleza que te caracteriza, cuando Jesús te advierte que, de no dejarte lavar, no tendrás parte con Él.

Las palabras que sirven de introducción a la descripción de cada uno de los gestos del Señor en el lavatorio de los pies impactan en nuestro corazón y superan cualquier tipo de lógica humana -¿será esta "lógica" una consecuencia de la huella que el pecado dejó en nuestra naturaleza herida?-. Nos dice el evangelista que, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y que a Dios volvía, se levanta de la mesa y se dispone a lavar los pies a los suyos.


La consecuencia directa de tener todo en sus manos, de ser verdaderamente el Señor de la Historia, porque todo ha sido creado por Él y para Él, toma cuerpo, de una manera gráfica y absolutamente desconcertante, en el gesto humillante de lavar los pies a sus discípulos.


Dios hecho carne, el Rey del universo, el Señor de cielos y tierra, nos enseña que el poder del Todopoderoso está en servir a los que guardan respecto de Él la distancia infinita que media entre las criaturas y su Creador.

¡Qué difícil nos resulta asumir esto! ¿Cómo vamos a extrañarnos de la reacción de Pedro? Sin embargo, y a pesar del "dolor" que nos produce la ruptura de nuestros esquemas, somos llamados por la voz del Maestro a dejarnos instruir por Él tal y como hizo Pedro aquella noche de la Última Cena...

Ojalá que el apóstol nos obtenga del Señor un poquito de su nobleza de ánimo y de su capacidad de rectificación para escuchar lo que el Señor quiere decirnos hoy, en este Jueves Santo que no quiere ser uno más, sino el inicio de nuestra verdadera conversión. Su Palabra es eficaz; basta sólo con acogerla para que produzca lo que dice. Y esa Palabra quiere romper nuestra forma de pensar; quiere convertir nuestra mente, de verdad, hasta las últimas consecuencias, hasta el fondo. Por eso pido hoy para ti y para mí que la dejemos entrar en nuestra alma -o salir de lo más profundo de ella porque mora en nuestro interior- para que nuestros esquemas, obsoletos y mezquinos, salten por los aires hechos añicos.