miércoles, 23 de marzo de 2016

Una confianza inquebrantable

El profeta Isaías nos habla de la confianza inquebrantable en Dios aún en medio de violencia, los ataques, los insultos. En sus palabras descubrimos los momentos de sufrimiento de Jesús, el Siervo doliente de Yavé, en su Pasión y el modo en que el Señor los vivió (50,4-9a).

El Señor no se arredra por la proximidad de la hora en que su entrega alcanzará la más alta cota; su seguridad en el Padre le hace mirar de frente al traidor y hacerle saber que lo sabe todo, que va al suplicio libre y voluntariamente, leyendo cada acontecimiento de esas últimas horas en una clave que le permite afrontar lo que se le viene encima con ánimo valiente y decidido: sabe que Su Padre, en Quien confía plenamente, saldrá en su defensa. 

Pienso que Jesús, en las horas previas a su Pasión, no dejó de repetirse esta verdad para hacerse fuerte en ella. El tentador intentó demolerla una y otra vez, en asaltos continuos, hasta poco antes de que el Señor exhalara su último aliento... pero no lo consiguió porque el Señor se había "atrincherado" en su confianza inquebrantable en el Padre.

Vamos a acompañarlo durante estas horas difíciles renovando nuestra confianza en Él. Porque nos ha allanado el terreno... Sé que, habiendo pasado por todo lo que pasó, nos ahorrará a nosotros el peso insoportable de experimentar el abandono de Dios hasta el extremo, insufrible para nosotros, en que Él lo padeció. 

Porque Dios nunca abandona, aunque lo parezca, y el Hijo soportó, por ti y por mí, el deseo de huir de la muerte en Getsemaní y la oscuridad de una soledad terrible mientras su Cuerpo pendía del Madero. Todo lo soportó para que el cáliz de la desolación tuyo y mío no nos arrebate, cuando llegue nuestra hora, la seguridad de que Dios nunca abandona a sus hijos.