jueves, 17 de marzo de 2016

Una generosidad sin medida

Impresiona escuchar las "condiciones" de la Alianza que Dios sella con Abrahán (Gn 17,3-9). Y es que, entre los compromisos de las dos partes de este pacto eterno, media una distancia infinita: Dios dará a Abrahán una descendencia innumerable y la posesión de la tierra en la que peregrina como posesión perpetua. ¿A cambió de qué? A cambio de que él y sus hijos guardemos la Alianza.

Jesús, que está viviendo los últimos días en Jerusalén antes de su pasión, nos dice en qué consiste ese guardar la Alianza: guardando su palabra estaremos "cumpliendo" nuestra parte del pacto (Jn 8,51-59). Pero es que guardando su palabra viviremos para siempre. ¿No te parece una desproporción inusual la que se da en los términos de este pacto? ¿Qué ponemos nosotros? ¡Simplemente tenemos que acoger una palabra... que nos da la vida eterna!

Así es nuestro Dios: nos ha creado para hacernos participar de su vida, una vida que no acaba, una vida plena, divina... ¿Por qué? Por puro amor, desinteresado e infinito; porque es la suya una generosidad sin medida que se sale de nuestros esquemas, incomprensible por inabarcable. Vamos a darLe gracias hoy por todo, por tanto, al ritmo de los latidos de un corazón en el que Jesús quiere habitar para regalarnos su Vida.