jueves, 10 de marzo de 2016

Un Amor que nos hace invencibles

Nos recuerda hoy el libro del Éxodo la infidelidad del pueblo de Israel adorando el becerro de oro y la intercesión de Moisés para apartar de él la ira del Señor por su idolatría (32,7-14).

La historia de este pueblo es también la tuya y la mía. Porque nos olvidamos muy pronto de las maravillas que el Señor ha hecho en nuestra vida y acudimos a los ídolos que nos fabricamos poniéndolos en el lugar que sólo a Él le corresponde. Así, nos quedamos "enganchados" en nuestra propia valía -¿propia?- haciendo depender nuestra alegría de lo que los demás piensen de nosotros; nos volcamos hasta la extenuación en nuestro trabajo "adorando" nuestra eficacia y buen hacer; "idolatramos" normas y leyes que, en lugar de acercarnos al Señor lo ocultan a nuestra vista acaparando nuestro corazón... Te invito a que continúes tú esta lista en Su Presencia...


Esto sucede, pero no te apures. Porque del mismo modo que el pueblo contaba con la intercesión de Moisés para alcanzar el perdón de Dios, tú y yo contamos con Jesús, que es más que Moisés. Él, con su intercesión constante ante el Padre, renueva en nosotros el deseo de ser solo de Dios y para Dios. Él, que es el canal de la misericordia del Padre, acoge nuestras miserias y borra nuestras infidelidades alcanzándonos un nuevo comienzo cada vez que tropezamos.


Por eso podemos andar confiados y alegres: porque hay Uno que hace nuestro Su Amor al Padre. Con ese Amor, te lo aseguro, somos invencibles.