viernes, 25 de diciembre de 2015

Para llorar de alegría

La Misa del día de Navidad nos regala un año más el Prólogo del Evangelio de San Juan. Cada una de las palabras que contiene merecen una acogida silenciosa para que la realidad que nos comunican eche raíces en nuestro corazón constituyendo los cimientos de nuestra vida.

La Palabra, por Quien todo fue hecho, quiso hacerse uno de nosotros siendo luz en nuestras tinieblas. Y, asumiendo nuestra naturaleza, nos hizo partícipes de la suya. Desde el momento en el que entró en su mundo hizo a sus hermanos los hombres hijos de Dios. ¡Tú y yo; cada ser humano, es, somos desde entonces hijos de Dios!

Aunque, en su infinita misericordia que se arrodilla ante nuestra libertad, no se impone a nadie; a nadie obliga... a ser y a vivir como hijo suyo; nadie resulta "forzado" a asumir esta altísima dignidad. Porque se la concede únicamente a quienes desean acoger el regalo inmenso que es Su Hijo, Salvador de todos los hombres.

Piénsalo despacio permitiendo que el pensamiento baje al corazón: "siente el pensamiento; piensa el sentimiento", como nos diría aquel místico vasco-salmantino. Párate a considerar el mensaje que Juan nos da hoy de parte de Dios. Párate y prepárate para llorar de alegría re-estrenando la condición filial que te identifica; que es tu verdadera y única esencia ... ¡¡¡Feliz y santa Navidad!!! ¡¡¡Feliz y dichosa acogida de la Palabra que te hace hijo en Ella!!!