domingo, 6 de diciembre de 2015

El camino del encuentro

Entra hoy en escena, de la mano de San Lucas (3,1-6), otra gran figura del Adviento: Juan Bautista.

El Precursor predica un bautismo de conversión pidiendo a aquellos que quieren que sus pecados sean perdonados que preparen un camino al Señor, que allanen sus senderos. Y continúa el evangelio refiriendo los oráculos de Isaías: “Elévense los valles; desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios”.

Todo esto que en Isaías es una llamada para la preparación oportuna que nos permita “ver” al que viene trayendo nuestra liberación, aparece como una realidad que el Señor regala como don en la primera lectura del profeta Baruc (5,1-9). En ella se nos invita a dejar el vestido de luto y aflicción para vestir las galas perpetuas de gloria que Dios nos da. ¡Fíjate bien! ¡¡¡Que Dios nos da!!! Ese mismo Dios, continúa diciéndonos el profeta, ha mandado que nuestros caminos se allanen para que podamos caminar a su encuentro por ellos con seguridad sabiendo que es el mismo Señor quien nos guía.


¡Vamos a levantar hoy nuestros corazones a Él! ¡Vamos a dejar que se esponjen con la esperanza del cumplimiento de su promesa de liberación y salvación! Porque, como nos ha dicho San Pablo en su carta a los Filipenses (1,4-6. 8-11) el que empezó en nosotros una empresa buena –la de elegirnos para mantener con nosotros una relación de intimidad a través de la cual nos da una vida verdadera, abundantísima- la llevará adelante. Y tú y yo, que deseamos con toda el alma que su Palabra se cumpla en nosotros, ¿no vamos a confiar en Quien nos ha hecho para que vivamos su propia vida?